153. LA CURACIÓN MILAGROSA DEL HIJO DEL CONDE DE RIBAGORZA
(SIGLO XV. ZARAGOZA)
El condado de Ribagorza, de tanta raigambre e importancia política dentro del reino de Aragón, había ido a parar, en 1468, a manos de don Alonso de Aragón, hijo natural del rey Juan II, al que Fernando el Católico e Isabel la Católica le concedieron, asimismo, el significado ducado de Villahermosa poco tiempo después.
Don Alonso de Aragón, por lo tanto, estaba considerado como un influyente personaje en el entramado político y social del momento.
Sus dos hijos varones no sólo eran la alegría de la familia sino que aseguraban también la sucesión de don Alonso en el condado. Sin embargo, tras una corta y desconocida enfermedad, falleció el menor de ellos y la consternación se adueñó del palacio familiar de los condes en Zaragoza, donde había sucedido el luctuoso hecho.
Pero la vida siguió su curso y aún no se habían serenado mínimamente los ánimos cuando ocho días después el primogénito contrajo la misma rara enfermedad que el muchacho fallecido, lo que hizo pensar a los galenos que moriría aquella misma noche.
Ante la falta de remedios humanos, don Alonso y su esposa fueron a implorar a la virgen del Pilar, a la que incluso la condesa ofreció un manto de terciopelo carmesí, bordado en oro, para adorno de la imagen.
Mientras esto sucedía, el prior de la basílica, adelantándose a los acontecimientos, hizo que dos sacerdotes prepararan las exequias fúnebres en casa del desdichado matrimonio dando por muerto al niño sin remisión.
Al cabo de un rato, regresaron los dos sacerdotes comisionados totalmente desconcertados, tanto que rogaron al prior que les acompañara al palacio de los condes ribagorzanos. Allí, totalmente ajeno a lo que había sucedido, el primogénito de don Alonso de Aragón, heredero del condado de Ribagorza, estaba jugando tranquilamente con otros niños.
Para asombro y desconcierto generalizado de los médicos que habían actuado en el caso, la mejoría total y definitiva tuvo lugar aquella misma noche, lo cual llenó de gozo y esperanza a los condes, que habían visto prácticamente resucitar a su heredero.
[Ansón, Francisco, Los milagros de la virgen del Pilar, págs. 136-137.]
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