LOS CASPOLINOS, EN LA BATALLA DE ALCORAZ


2.37. LOS CASPOLINOS, EN LA BATALLA DE ALCORAZ (SIGLO XI. CASPE)

El escenario es el asedio de la plaza fuerte de Huesca. Cuando Pedro I, rey de Aragón —ayudado, entre otros, por caballeros del otro lado de los Pirineos y navarros—, se enfrentó en la batalla final a la potente coalición musulmana (incluida una importante colaboración cristiana castellana) que defendía la plaza de Huesca, el monarca aragonés contó también con una aportación no muy numerosa pero sí selecta y aguerrida de cristianos llegados de Caspe, que se hicieron notar de manera ostensible por su valor en la jornada memorable del veinticinco de noviembre.
Sabido es que esta batalla definitiva sobre la plaza oscense se libró en la planicie de Alcoraz, despoblado cercano a la ciudad, y todo el mundo conoce, asimismo, la decisiva intervención que en la confrontación bélica tuvo el caballero san Jorge, llegado aquel mismo día tras haber participado activamente en la batalla de Antioquía, en Oriente.
La realidad es que buena parte de las tropas agarenas, ante el pésimo cariz que iba tomando poco a poco la cruenta pelea, emprendió la huida precipitada y desordenada hacia Sarakusta tratando de evitar la muerte, mientras la ciudad oscense se veía obligada a rendirse. El extenso campo de batalla de Alcorazpresentaba un aspecto desolador pues quedó totalmente sembrado de hombres heridos, mutilados y cuerpos sin vida. Entre estos últimos, se pudieron contar los cadáveres de cuatro reyes moros, tres de los cuales fueron hallados precisamente en el terreno que habían defendido con arrojo y valentía sin igual los caballeros caspolinos.

tres de dichas cabezas en el que sería escudo de la villa caspolina
cuatro cabezas de moros, escudo, Aragón
Aquel hecho singular dio lugar a una doble decisión de enorme simbología. Por una parte, a la incorporación de cuatro cabezas de moros en uno de los cuatro cuarteles que conforman el escudo de Aragón, y, por otra, por decisión del propio rey aragonés, Pedro I, de tres de dichas cabezas en el que sería escudo de la villa caspolina.

[R.L., «Los Anales de Caspe, por Valimaña», BHGBA, III-IV (1909), pág. 64. Salas Pérez, Antonio, Caspe y la historia del Compromiso. Caspe. (2º ed.), 49-50.]

Salas Pérez, Antonio, Caspe y la historia del Compromiso.
Vicente Ferrer, compromiso de Caspe



https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=558939

Compromiso de Caspe

http://www.bajoaragonesa.org/elagitador/breve-historia-de-un-compromiso-que-esta-muy-de-moda/

https://blog.eldique.es/images/pdf/Libro-digital.pdf

http://www.cervantesvirtual.com/bib/historia/monarquia/casp.shtml

https://www.academia.edu/5222592/_La_baja_nobleza_aragonesa_despu%C3%A9s_del_Compromiso_de_Caspe_movilidad_social_y_estrategias_pol%C3%ADticas_1412-1436_El_Compromiso_de_Caspe_1412_cambios_din%C3%A1sticos_y_constitucionalismo_en_la_Corona_de_Arag%C3%B3n_XIX_CHCA_Iber_Caja_Zaragoza_2013_pp._432-442

Ayuntamiento de Caspe


SAN JORGE PELEA EN EL CERCO DE HUESCA


2.36. SAN JORGE PELEA EN EL CERCO DE HUESCA (SIGLO XI. HUESCA)

Estaba casi finalizando el siglo XI. Abderrahmán, rey moro de la fortaleza de Huesca, decidió solicitar ayuda a su correligionario zaragozano temiendo que el nuevo rey cristiano de los aragoneses, Pedro I, pudiera atacar la ciudad de nuevo en cualquier momento, tal como le habían anunciado sus espías. El rey de Sarakusta, a su vez, solicitó para la ocasión la colaboración de los condes cristianos castellanos García Ordóñezy Gonzalvo. El primero de estos, acompañado de numerosos peones armados y trescientos hombres a caballo, acudió a la llamada y, junto con las huestes del monarca de Sarakusta, fueron a socorrer al moro oscense.
Ante tan importante y numerosa coalición militar del enemigo, el rey Pedro I, para tratar de fortalecer la moral de los suyos —algo minada por las noticias adversas que corrían por el campamento—, hizo trasladar el cuerpo de san Victorián, venerado mártir que yacía en el nuevo convento castillo del cercano Montearagón, hasta el lugar de la lucha, que tuvo como escenario los campos cercanos del Alcoraz.
Al fin se entabló la pelea que habría de ser definitiva. Y ocurrió que ese mismo día y casi a la misma hora, san Jorge estaba ayudando en la batalla de Antioquía, librada en Oriente, al caballero Alamañac, subiéndolo a la grupa de su caballo y poniéndolo a salvo. Muy poco después, en la misma jornada, ambos, como por arte de magia, aparecieron juntos en los llanos de Alcoraz para apoyar con su arrojo al ejército cristiano de Pedro I, que venció y pudo por fin tomar la plaza de Huesca.
El caballero Alamañac, que era hombre letrado, en principio creyó que se trataba de una sola batalla, pero luego dio testimonio de que en la misma jornada había intervenido en dos bien distintas y alejadas una de la otra junto a san Jorge: en Antioquía, allá en el Oriente lejano, y en los campos de Alcoraz, junto a Huesca.

SAN JORGE PELEA EN EL CERCO DE HUESCA

[Zurita, Jerónimo, Anales, I, págs. 132-133.
Ubieto, Antonio, Crónica de los Estados Peninsulares, págs. 121-123.]












UN DETALLE DEL ÚLTIMO ASEDIO DE HUESCA, 1096


2.35. UN DETALLE DEL ÚLTIMO ASEDIO DE HUESCA (1096) (SIGLO XI. HUESCA)

Es el 12 de mayo y ha comenzado el asedio de Huesca por Pedro I de Aragón. El gobernador musulmánoscense ha solicitado refuerzos a al-Mostain de Zaragoza, que no sólo aporta guerreros moros, sino que ha conseguido la ayuda del conde García Ordóñez de Nájera. El ejército que acude en ayuda de al-Mostain es tan numeroso que, al decir de las crónicas, los primeros musulmanes llegaban a Zuera cuando los últimos todavía estaban en Altabás, arrabal zaragozano.
Por su parte, en el campo cristiano había recalado, llegado desde Gascuña, el desterrado Fortún, con trescientos peones y diez cargas de mazas, que luego serían decisivas en la batalla.
Los contendientes, por fin, estuvieron frente a frente. Las fuerzas estaban muy igualadas, contando cada ejército con unos veinte mil guerreros, según un cronista árabe. El desenlace de la inminente batalla era, pues, incierto.
Fue entonces cuando —según el mismo cronista moro— Pedro I envió un espía al campo enemigo para que indagase el número de guerreros esforzados y de fama con los que contaba el ejército musulmán y que fuesen reconocidos como tales por los cristianos por sus proezas. A la vez, debía averiguar cuántos caudillos aragoneses eran conocidos por los musulmanes y cuántos de ellos estaban en el campamento cristiano en aquel momento.
Cuando regresó el espía, comunicó al rey que el número de caballeros sarracenos famosos ascendía a siete. Así es que hizo contar los hombres cristianos de valor que estaban en su campamento en aquellos instantes, alcanzando el número de ocho. La noticia hizo feliz al rey Pedro I, a quien se le oyó exclamar: «¡Oh, qué día tan fausto»!
El propio cronista musulmán nos relata el sentido de aquellas palabras, pues era creencia cierta que las batallas se ganaban no por el número total de contendientes que, por cierto, era semejante, sino por el número de guerreros sobresalientes con los que contaba cada ejército, de modo que aquel que aventajase al otro aunque solamente fuera en uno ganaría la contienda, como en este caso así sucedió.

[Ubieto, Antonio, Historia de Aragón: La formación territorial, págs. 122-124.]


http://estudiosmedievales.revistas.csic.es/index.php/estudiosmedievales/article/download/623/634

https://es.wikipedia.org/wiki/Garc%C3%ADa_Ord%C3%B3%C3%B1ez




Jornada cuarta. Novela tersera.

Cuarta jornada. Novela tersera.

Tres joves volen a tres germanes y en elles se fuguen a Creta. La mes gran, per sels, mate al seu amán. La segona, entregánse al duque de Creta, salve de la mort a la primera, pero lo seu amán la mate y fuch en la primera. Culpen de aixó al tersé amán en la tersera germana y a la presó u confessen y per temó a morí sobornen (corrompíxen en dinés) a la guardia, y, pobres, fugen a Rodas y a la pobresa allí se moren.
Filostrato, sentit lo final del novelá de Pampínea, se va quedá un poc encantat y después va di giránse cap an ella:
- Algo bo y que me ha agradat ha tingut lo final de la vostra novela, pero massa chalera y cachondeo ha tingut la historia, que haguera preferit que no tinguere.
Después, giránse cap a Laureta, va di:
- Siñora, seguíu vos en una milló, si es que pot sé.
Laureta, enriénsen, va di:
- Massa cruel estéu contra los amáns, si sol un mal final los dessicháu; y per a obeítos tos contaré una história sobre tres que van acabá mal, habén disfrutat poc del seu amor. Y dit aixó, va escomensá:
Joves siñores, com claramen podéu vore, tots los vissis poden tornás, en grandíssim doló, contra qui los té y moltes vegades contra datres; y entre los que en mes fluixes riendes a los nostres perills mos porte, me pareix que la ira es la que mes. La ira no es datra cosa que un impuls rápit y sense pensá, y desterrada tota raó y tenín los ulls de la men ombriosos per les tiniebles, en ardentíssima fogonada ensén lo nostre ánimo. Y encara que en frecuénsia li sobrevé al home, y mes a uns que a datres, no menos ha sobrevingut a les dones, perque mes fássilmen se ensén en elles y allí creme en flama mes clara y en menos freno les sacse.
Y no ña que maravillás de aixó: perque si volem mirá, vorem que lo seu foc per la seua naturalesa antes pren en les coses ligeres y suaves que en les dures y mes pesades; y natros som (no u tínguen a mal los homes) mes delicades del que u són ells, y mol mes volubles. Per lo que, veénmos naturalmén an aixó proclives, y mirán después cóm la nostra mansedumbre y benignidat són gran descáns per als homes en los que acostumbrem a tratá, y cóm la ira y la furia són de gran angustia y perill, per a que de ella en mes fort pit mos guardem, l´amor de tres joves y tres siñores, com hay dit abáns, convertit de felís que ere en mol infelís per la ira de una de elles, tos amostraré a la meua história.
Marsella está, com sabéu, a la Provença, es una nobilíssima y antiga siudat, situada a la vora del mar, y va sé abáns mes abundán en homes rics y en grans mercadés de lo que avui se veu; entre los que va ñabé un de nom N'Arnald Civada, home de naiximén lo mes baix possible pero de cla honor y leal viachán, sense mida ric en possesións y en dinés, y de la seua dona teníe mols fills entre los que ñabíen tres dones, y eren de mes edat que los atres que eren homes. De estes, dos, naixcudes de una bessonada, teníen quinse añs, la tersera ne teníe catorse; y los seus paréns sol esperaben per a casáles la tornada de N'Arnald, que en la seua mercansía sen habíe anat cap a España. Eren los noms de les dos primeres, Ninetta y Maddalena. La tersera se díe Bertella. De Ninetta estabe un jove, gentilhome encara que fore pobre, de nom Restagnone, enamorat tan com podíe, y la jove de ell; y de tal modo habíen sabut obrá que, sense que cap persona al món u sapiguere, disfrutaben del seu amor; y ya habíen chalat bastán tems cuan va passá que dos joves amics, Folco y Ughetto, morts sons pares y habén quedat riquíssims, la un de Maddalena y l´atre de Bertella se van enamorá. De lo que acatánsen Restagnone (habénli sigut mostrat per Ninetta) va pensá en ajudás en la seua falta de amor, y familiarissánse en ells, ara a un ara al atre, y a vegades als dos, los acompañabe a vore a les seues siñores y la de ell.
Y cuan li va pareixe sé prou familiar y amic seu, un día los va cridá a casa seua y los va di: - Mol volguts joves, lo nostre trate tos pot habé demostrat cuán es l´amor que tos ting y que per vatros faría lo mateix que per mí; y perque mol tos vull, tos mostraré lo que me ha vingut al ánimo, y vatros después en mí, juns, agarrarém lo partit que tos paregue milló. Vatros, si les vostres paraules no mentíxen, y per lo que en lo vostres comportamén de día y de nit me pareix habé entés, teníu un grandíssim amor per les dos joves que voléu, y yo per la tersera, san germana. Me demane lo cor trobá un dols y plassenté remei com es éste: vatros sou riquíssims, lo que no soc yo; si vullguéreu ajuntá les vostres riqueses y fém a mí lo tersé posseedó de elles jun en vatros y cavilá a quina part del món podríem aná a viure alegremen en elles, sense falta me diu lo cor que podré fé que les tres germanes, en gran part de lo que té son pare, vínguen en natros aon vullgám aná, y allí cada un en la seua com a germáns podrem viure com los homes mes felisos que ña en tot lo món. A vatros tos toque ara dessidí si voléu sé felisos fén aixó, o dixáu está.
Los dos joves, que anáen ensesos per les dos dones, al sentí que podríen tíndre a les dos dones, no van passá mol rato pensán, y van di que, si aixó passabe, estaben disposats a féu. Restagnone, en esta resposta de los joves, al cap de pocs díes se va trobá en Ninetta, a la que sol podíe vore en gran dificultat; y después de está en ella un tan, li va explicá lo que habíe parlat en los joves, y en moltes raóns la va intentá convénse de esta empresa. Pero poc difíssil li va sé, perque ella mol mes que ell dessichabe pugué está en ell sense sustos y ñirvis; per lo que de bona gana li va contestá que li pareixíe be y que les seues germanes, y sobre tot en aixó, faríen lo que ella vullguere.
Tornán Restagnone cap als dos joves, los va di que per part de les seues siñores lo assunto estabe dessidit; y entre ells van quedá anássen a Creta después de véndre algunes possesións que teníen, en la excusa de volé aná a comersiá en eixos dinés, y cambiades en dinés totes les demés coses que teníen, van comprá una saetíay la van armá en secreto, y van esperará la fecha pactada.
Per un atra part, Ninetta, que del dessich de les germanes massa sabíe, en dolses paraules les va inflamá que los va pareixíe que no viuríen prou per a arribá a fé alló. Per lo que, arribada la nit a la que teníen que embarcá a la saetía, les tres germanes, ubert un gran cofre de son pare, van traure de ell una gran cantidat de dinés y de joyes, y en elles, de casa les tres de amagatóns van eixí, segóns lo planejat, y van aná cap allí aon estaben los seus tres amáns que les esperaben. Van pujá a escape a la saetía, van "doná los reinos al aigua" y van marchá navegán, y sense parás un pun a cap puesto, en son demás de tarde van arribá a Génova, aon van pugué disfrutá los amáns del goch y plaé del seu amor per primera vegada. Y provínse de alló que nessessitaben van continuá lo viache, y de un port a un atre, antes de que arribare lo día vuit desde que van eixí, sense cap impedimén van arribá a Creta, aon van comprá grandíssimes y hermoses possesións, y mol prop de Candia van construí hermossíssimes mansións; y allí van escomensá a viure en mols criats, gossos, carn de ploma, caballs, y fen convits y festes y chalán tot lo que volíen, a guisa de baróns. Y vivín aixina, va passá que encara que les coses mol te agradon, si se tenen en massa cantidat cansen. Restagnone, que mol habíe vullgut a Ninetta, puguénla tíndre sense cap temó, va escomensá a cansás de ella, y a falláli l´amor per nella. A una festa li va agradá mol una jove del país, hermosa y noble Siñora, y la va escomensá a festejá, y a fé per nella mols gastos y festes, de lo que sen va acatá Ninetta, y li van entrá tans sels de ell que no podíe doná una passa sense que ella u sapiguere y sense que después lo renegare. Pero aixina com la abundánsia de les coses porte lo empach, se multiplique la gana cuan te neguen lo que dessiches: y aixina los renecs de Ninetta avivaben les flames del nou amor de Restagnone; y com passán lo tems la cosa va seguí pel mateix camí, Ninetta se va ficá mol triste, y li va assaltá la ira y a tan va víndre que, convertit l´amor que li teníe a Restagnone en odio amarg, segada per la ira, va pensá en matá a Restagnone y vengá la vergoña que li pareixíe habé patit. Va fé víndre a una agüela griega, gran mestra en escriure venenos, y en promeses y en regalos li va fé prepará un aigua venenosa, y sense aconsellás de dingú, una nit a ni va doná de beure a Restagnone que estabe acalorat y que no se barruntabe res. La forsa mortal de aquella aigua va sé tanta que abáns de arribá lo matí lo habíe matat. Esta mort la van sentí mol Folco, Ughetto y les seues dones, sense sabé que habíe mort envenenat. Van plorá juns en Ninetta y lo van enterrá. Pero va passá que no mols díes después, per un atra malvada acsió, va sé apresada la agüela que habíe preparat lo veneno, y entre atres maldats, al patí la tortura, va confesá, y va mostrá lo que habíe passat en Restagnone, per lo que lo duque de Creta, sense res di, de amagatóns una nit va aná pels voltáns de la vila de Folco, y sense cap abalot ni opossisió, se va emportá detinguda a Ninetta, de la que, sense cap tortura, ben pronte va sabé lo que volíe sentí sobre la mort de Restagnone.
Folco y Ughetto se van enterá per qué habíe sigut apresada Ninetta, lo que mol los va dóldre, y ficáen mol empeño en fé que Ninetta escapare al foc, al que creíen que siríe condenada, pero lo duque estabe firme en fé justíssia.
Maddalena, que ere una hermosa jove y habíe sigut festejada per lo duque sense habé fet may res del que ell volíe, creén que si li donabe lo gust podríe liberá a la germana del foc, lay va doná a enténdre per mich de un cauto embajadó, que ella estabe a les seus órdens si dos coses se seguíen de alló; la primera, que recuperare a san germana salva y libre; y l’atra, que alló fore cosa secreta. Lo duque, escoltada la embajada y agradánli, va considerá si teníe que féu y al final va está de acuerdo y va contestá que se faríe. Fen apresá, en consentimén de la Siñora, una nit a Folco y a Ughetto, va aná secretamen a albergás en Maddalena. Va ficá a Ninetta a dins de un sac y va di que aquella nit mateixa la aviaríe al aigua en una pedra lligada al coll. Lay va portá a san germana y per preu de aquella nit lay va doná, demanánli al anássen pel matí que aquella nit, que habíe sigut la primera del seu amor, no fore la radera. Pel matí, Folco y Ughetto, habíen sentit que Ninetta per la nit habíe sigut aviada al mar, y creénsu, una vegada liberats, van torná a casa per a consolá a les seues dones per la mort de la germana. Per mol que Maddalena se les va ingeniá en amagála, Folco sen va acatá de que estabe allí; de lo que se va extrañá mol y de repén va sospechá, perque habíe sentit que lo duque habíe festejat a Maddalena, y li va preguntá cóm podíe sé que Ninetta estiguere allí. Maddalena va cavilá una llarga fábula per a explicálay, pero ell (que ere malissiós) se la va creure ben poc, y la va apretá per a que diguere la verdat. Y ella, después de moltes paraules, lay va di.
Folco, vensut per lo doló, inflamat per la ira, va desenvainá una espasa, y la va matá, sense fé cas de los crits de mersé. Teménse la ira y la justíssia del duque, dixánla morta a la alcoba, sen va aná aon estabe Ninetta, y en la cara mol alegre, li va di:
- Anem allí aon tan germana ha determinat que te porta per a que no tornos a máns del duque.
Creénsu Ninetta, y com teníe temó del Duque, sen va aná en Folco, sense despedís de san germana. Sén ya de nit, se van ficá de camí, y en los dinés que Folco va pugué agarrá, que van sé pocs; sen van aná cap al port, van pujá a una barca y may mes se va sabé aón van arribá. Al día siguién se van trobá a Maddalena morta, y van ñabé algúns que per la enveja y odio que li teníen a Ughetto, rápidamen lay van fé sabé al duque, y ell, que mol volíe a Maddalena, corrén fogosamen cap a la casa, va detíndre a Ughetto y a la seua dona, que de estes coses encara no sabíen res, y los va fé confesá que ells y Folco habíen sigut los culpables de la mort de Maddalena. Per esta falsa confessió, ells, teménse la mort, en gran habilidat a qui los guardaben van soborná, donánlos una serta cantidat de dinés que teníen amagats a casa per a un cas mol nessessari: y jun en los guardies, sense tíndre tems de agarrá cap de les seues coses, van pujá a una barca, y de nit se van escapá a Rodas, aon van viure a la miseria no mol tems.
Pos an este estat los va portá a tots lo loco amor de Restagnone y la ira de Ninetta.

jornada cuarta novela cuarta

Cuarta jornada. Novela segona.



Cuarta Jornada. Novela segona.
Fray Alberto convéns a una dona de que lo arcángel Gabriel está enamorat de ella y, com si fore ell, moltes vegades se gite en ella, después, per temó als paréns de ella fugín de casa seua se refugie a casa de un home pobre, lo que, com a un home salvache, al día siguién a la plassa lo porte; aon, reconegut, los seus flares li fóten ma y lo fiquen a la presó.

Venecia, puente Rialto
pon Rialto de Venecia

La história contada per Fiameta habíe fet saltá les llágrimes a les seues compañeres moltes vegades, pero están ya completa, lo rey en inconmovible gesto va di:
- Poc preu me pareixeríe doná la meua vida per la mitat de la chaleraque en Guiscardo va gosá Ghismunda, y cap de vatres té que maravillás, que yo, vivín, a cada pas mil morts vech, y per totes elles no me es donada ni una part de esta chalera. Pero dixán está los meus assuntos de momén, vull que sobre casos dus, y en part als meus acsidéns semelláns, continúo parlán Pampínea, y si u fá com ha escomensat Fiameta, sense duda alguna rosada escomensaré a sentí caure damún de les meues flames.
Pampínea, sentín que aquella orden ere per an ella, va vore lo ánimo del rey mes per la emossió de les seues compañeres que les paraules del rey y per naixó, mes disposada a recreáles un poc que a tíndre que contentá al rey, se va ficá a contá una história que sense eixíssen de lo proposat, los faiguere riure, y va escomensá:
Acostumbre lo poble a di lo proverbio siguién: «Lo que es malvat y per bo tingut, pot fé lo mal y no es cregut», lo que done per a demostrá cuánta y quina es la hipocresía de los religiosos, los que en les robes llargues y amples y en les cares artifissialmén pálides y en les veus humildes y manses per a demaná a datres, y altaneríssims y áspres al empéndre als atres los seus mateixos vissis y en mostráls que ells per agarrá y los demés per a donáls an ells conseguíxen la salvassió, y ademés de aixó, no com homes que lo paraísso tinguen que guañás com natros sino casi com a siñós y posseedós de ell donán a cadaú que se mor, segóns la cantidat de dinés que los dixe, un puesto mes o menos exelén, en aixó primé a sí mateixos, si aixina u creuen, y después a qui a a les seues paraules donen fe se esforsen en engañá. Sobre los que, si cuan los convé me fore permitit demostrá, pronte los aclararía a mols simples lo que en les seues capes amplíssimes tenen amagat. Pero vullgue Déu que en totes les seues mentires a tots los passare lo que a un flare menor, de aquells que per mes grans santóns eren tinguts a Venecia; sobre lo que tos parlaré per a potsé aliviá una mica en risa y en plaé los vostres ánimos plens de compassió per la mort de Ghismunda.
Va ñabé, pos, valeroses siñores, a Imola, un home de malvada y corrupta vida de nom Berto de la Massa. Les seues vituperables acsións eren mol conegudes per los imolenses, y a tan lo van portá que ni les mentires ni les verdats se les creíen los de Imola. Per lo que, acatánsen de que allí ya les seues artimañes no li servíen, se va mudá a Venecia, resseptácul de tota la inmundíssia, y allí va aná cavilán en trobá la manera per a mal obrá com u habíe fet a un atra part. Y com si li rossegare la consiénsia per les malvades acsións cometudes per nell en lo tems passat, mostránse embargat per suma humildat y convertit en milló católico que cap atro home, va sé y se va fé flare menor y se va fé cridá fray Alberto de Imola; y en tal hábit va escomensá a fé en apariénsia una vida sacrificada y a alabá mol la peniténsia y la abstinénsia, y may minjáe carn ni bebíe vi cuan no ñabíe lo que li agradabe.
Y sense donássen cuenta casi dingú, de lladre, de rufián, de fals, de homissida, súbitamen se va convertí en un gran predicadó sense habé per naixó abandonat los vissis cuan de amagatóns puguere ficáls en obra. Y ademés de aixó, fénse móssen, sempre al altá, cuan selebrabe, si mols lo veíen, plorabe per la passió del Siñó com a qui poc li costaben les llágrimes cuan volíe. Y en poc tems, entre les seues predicassións y les seues llágrimes, va sabé de tal manera engatussá als venessiáns que casi de tot testamén que allí se fée ere fideicomissari y depositari, y guardadó de los dinés de mols, confessó y consellé casi de la mayoría de los homes y de les dones; y obrán aixina, de llop se habíe convertit en pastó, y ere la seua fama de santidat an aquelles parts mol mes gran que may habíe sigut la de San Francisco de Asís. Ara, va passá que una dona jove, badoca y sompa que se díe doña Lisetta de en cá Quirini casada en un ric mercadé que habíe anat en les seues galeres a Flandes, va aná en atres dones a confessás en este san flare; y están als seus peus, com venessiana que ere, que són tots unos vanidosos, habén dit una part de los seus assuntos, va sé preguntada per fray Alberto si teníe algún amán. Y en mal gesto li va contestá:
- Ay, siñó flare, ¿no teníu ulls a la cara? ¿Tos paréixen los meus encáns fets com los de eixes atres? Massa amáns tindría, si vullguera; pero no són los meus encáns per a dixá que los vullgue consevol. ¿A cuántes veéu que los seus encáns siguen com los meus, yo que siría hermosa hasta al paraísso? Y ademés de aixó va di tantes coses de esta hermosura seua que fastidiabe sentíla. Fray Alberto va vore que aquélla putíe a tonta, y pareixénli terra per al seu aladre, de ella enseguida y en desmesura se va enamorá; pero guardán les alabanses per a un momén mes cómodo, per a mostrás san aquella vegada, va escomensá a empéndrela y a díli que alló ere vanagloria, y atres de les seues históries; per lo que la dona li va di que ere un animal y que no sabíe que ñabíe hermosures mes grans que atres, per lo que fray Alberto, no volén enfadála massa, acabada la confessió, la va dixá anássen en les demés. Y unos díes después, agarrán un fiel compañ, sen va aná a casa de doña Lisetta y, retiránse apart a una sala en ella y sense pugué sé vist per atres, se li va aginollá dabán y va di:
- Siñora, tos rogo per Déu que me perdonéu de lo que lo domenge, parlánme vos de la vostra hermosura, tos vach di, per lo que tan fieramen vach sé castigat la nit siguién que no hay pogut eixecám del llit hasta avui.
Va di entonses doña Trulla:
-¿Y quí tos va castigá de esta manera?
Va di fray Alberto:
- Tos u diré: están en orassió durán la nit, com solgo está sempre, vach vore de repén a la meua selda una gran llumenária, y abáns de que puguera girám per a vore lo que ere, me vach vore damún un jove hermossíssim en una gayata grossa a la ma, que, agarránme per la capa y fénme eixecá, tan me va blandí que me va dixá cruixit. Li vach preguntá después per qué me habíe fet alló, y va contestá:
«Perque avui te has atrevit a repéndre los selestials encáns de doña Lisetta, a la que vull, Déu apart, sobre totes les coses». Y yo entonses li vach preguntá:
«¿Quí sou vos?». A lo que va contestá ell que ere lo arcángel Gabriel. «Oh, siñó meu, tos rogo que me perdonéu», vach di yo. Y ell va di entonses: «Te perdono en la condissió de que anirás a vórela en cuan pugues, y demánali perdó; y si no te perdone, yo tornaré aquí y te fotré tantes gayatades que u sentirás mentres visques». Lo que me va di después no me atrevixco a dítosu si no me perdonáu primé.
Doña Carbassa de ven, que ere un sí es no es dols de sal, se esponjabe sentín estes paraules y totes se les creíe com a mol verdaderes, y después de un rato va di:
- Be tos día yo, fray Alberto, que los meus encáns eren selestials; pero aixina Déu me ajudo, que ting llástima de vos, y ara, per a que no tos faiguen mes mal, tos perdono, si me diéu lo que lo ángel tos va di después.
Fray Alberto va di:
- Siñora, ya que me hau perdonat, tos u diré de bon grado, pero una cosa tos recordo, que lo que yo tos diga tos guardaréu de contáu a dingú del món, si no voléu fé malbé los vostres assuntos, que sou la mes afortunada dona que ña avui en tot lo món. Este ángel Gabriel me va di que tos diguera que li agradéu tan que moltes vegades hauríe vingut a está per la nit en vos si no haguere sigut per no assustatos. Ara, tos envíe di per mí que vol víndre una nit a vóretos y quedás en vos un bon rato; y perque com es un ángel y vinín en forma de ángel no lo podríeu tocá, diu que per a disfrute vostre vol víndre en figura de home, y per naixó diu que li diguéu cuán voléu que vingue y en quina fomra, y que u fará; per lo que vos, mes que cap dona viva, tos podréu tíndre per felís.
Doña Bachillera va di entonses que mol li agradabe que lo ángel Gabriel la amare, perque ella lo volíe be, y may passaríe que una vela de un matapán no li ensenguere dabán de aon lo veiguere pintat; y que cuan vullguere víndre an ella ere benvingut, que la trobaríe sola a la seua alcoba; pero en lo pacte de que no la dixaríe per la Virgen María, que li habíen dit que la volíe mol, y tamé lay pareixíe aixina perque a consevol puesto que lo vee estabe aginollat dabán de ella; y ademés de aixó, que ere cosa seua víndre en la forma que vullguere, sempre que no la assustare. Entonces va di fray Alberto:
- Siñora, parleu sabiamen, y yo arreglaré be en ell lo que me diéu. Pero podéu fem un gran favor, y no tos costará res y lo favor es éste: que vullgáu que víngue en este cos meu. Y escoltéu per qué me faréu un favor: me traurá l´alma del cos y la ficará al paraísso mentres ell estigue en vos.
Va di entonses doña Estirada:
- Be me pareix; vull que per les gayatades que tos va fótre per la meua culpa, que tingáu este consol. Entonces va di fray Alberto:
- Aixina, faréu que esta nit trobo ell la porta de casa vostra uberta, de manera que pugue entrá, perque venín en cos humano com vindrá, no podrá entrá mes que per la porta. La dona va contestá que u faríe. Fray Alberto sen va aná y ella se va quedá en tan gran alegría que no li entrabe la camisa al cos, mil añs pareixénli hasta que lo arcángel Gabriel vinguere a vórela. Fray Alberto, pensán que caballé y no ángel teníe que sé per la nit, en confits y atres bones coses va escomensá a agarrá forses, per a que no puguere sé aviát fássilmen del caball; y conseguit lo permís, en un compañ, al fes de nit, sen va aná cap a casa de una amiga seua de aon un atra vegada habíe arrancat cuan anabe corrén les yegües, y de allí, cuan li va pareixe be, disfrassat, sen va aná a casa de la dona y, entrán allí, en los perifollos que habíe portat, en ángel se va transfigurá, y puján a dal, va entrá a la cámara de la dona. Ella, cuan va vore aquella cosa tan blanca, se li va aginollá dabán, y lo ángel la va beneí y la va fé ficás dreta, y li va fé siñal de que sen aniguere al llit; lo que ella, dessichosa de féli cas, va fé rápidamen, y lo ángel después se va gitá en la seu devota. Ere fray Alberto majo de cos y fort, y mol ben plantat; per lo que trobánse en doña Lisetta, que ere fresca y cachonda, moltes vegades aquella nit va volá sense ales, de lo que ella mol contenta se va quedá; y ademés de alló, moltes coses li va di de la glória selestial. Después, arrimánse lo día, organisán la retirada, en los seus arnesos fora sen va eixí y va torná aon estabe lo compañ, al que, per a que no tinguere temó dormín sol, la bona dona de la casa li habíe fet amigable compañía. La dona, en cuan va amorsá, prenén als seus acompañáns, sen va aná a fray Alberto y li va doná notíssies del ángel Gabriel y de lo que li habíe contat de la glória y la vida eterna, y cóm ere ell, afegín ademés an aixó, maravilloses fábules.
A la que fray Alberto va di:
- Siñora, yo no sé cóm tos va aná en ell; lo que sé be es que esta nit, venín ell a mí y habénli yo donat la vostra embajada, me se va emportá de repén l´alma entre tantes flos y tantes roses que may se han vist tantes aquí, y vach está a un de los puestos mes agradables aon may hay estat hasta este matí a maitines: lo que va pasá del meu cos, no u sé.
-¿No tos u dic yo? - va di la Siñora -. Lo vostre cos va está tota la nit als meus brassos en lo ángel Gabriel, y si no me creéu miréutos daball de la mamella esquerra, aon li vach chupá al ángel, allí tindréu la siñal uns cuans díes.
Va di entonses fray Alberto:
- Avui faré algo que no hay fet en mol tems, me despullaré per a vore si me diéu la verdat.
Y después de mol charrá, la dona sen va entorná a casa, aon en figura de ángel fray Alberto va torná después moltes vegades sense trobá cap obstácul. Pero va passá un día que, están doña Lisetta en una comare seua y juntes parlán sobre la hermosura, per a ficá la seua dabán de cap atra, com qui poca sal teníe a la carbassa, va di:
- Si sapiguéreu a quí li agrade la meua hermosura, en verdat que no parlaríeu de les demés. La comare, dessichosa de sentíla, com be la coneixíe, va di:
- Siñora, podréu di verdat; pero no sabén quí es ell, no pot una desdís tan ligeramen.
Entonces la dona, que poc magín teníe, va di:
- Comare, no pot dís, pero en qui me enteng es en lo ángel Gabriel, que mes que an ell mateix me vol com a la dona mes hermosa, per lo que ell me diu, que ñague al món o a la marisma.
A la comare li van entrá ganes de enríuressen, pero se va aguantá per a féla parlá mes, y va di: - A fe, Siñora, que si lo ángel Gabriel se entén en vos y tos diu aixó té que sé aixina, pero no creía yo que los ángels féen estes coses.
Va di la dona:
- Comare, estéu equivocada, per les llagues de Déu: u fa milló que lo meu home, y me diu que tamé se fa allá dal; pero perque li pareixco mes hermosa que cap de les que ñan al sel se ha enamorat de mí y ve a está en mí moltes vegades; ¿Está cla? La comare, en cuan sen va aná doña Lisetta, se li van fé mil añs hasta que va está a un puesto aon pugué contá estes coses; y reunínse en una gran compañía de dones, ordenadamen los contá la história. Estes dones los u van di als seus homes y a datres dones, y éstes a datres, y aixina en menos de dos díes tota Venecia anabe plena de aixó. Pero entre aquells als que los va arribá, estaben los cuñats de ella, que, sense di res, se van proposá trobá aquell arcángel y vore si sabíe volá: y moltes nits van está apostats esperánlo.
Va passá que de este anunsi alguna notissiota va arribá a oíts de fray Alberto, que, per a empéndre a la dona anán una nit, apenes se habíe despullat cuan los cuñats de ella, que lo habíen vist víndre, ya estáen a la porta de la alcoba per a obríla. Sentínu fray Alberto, y entenén lo que ere, eixecánse y no veén datre refugi, va obrí una finestra que donabe al gran canal y desde allí se va aviá al aigua. La fondária ere gran y ell sabíe nadá aixina que cap mal se va fé; y nadán hasta l’atra vora del canal, a una casa que ñabíe uberta se va embutí a escape, rogán a un bon home que ñabíe a dins que per amor de Déu li salvare la vida, contán fábules de per qué estabe allí an aquella hora y despullat. Lo bon home, compadeixcut, com teníe que eixí a fé los seus assuntos, lo va ficá al seu llit y li va di que se estiguere allí hasta que tornare; y tancánlo a dins, sen va aná a les seues coses. Los cuñats de la dona, entrán a la alcoba, se van trobá que lo ángel Gabriel, habén dixat allí les alas, habíe volat, y van renegá mol a la dona, y per fin desconsoladíssima la van dixá en pas y sen van entorná a casa seua en los arnesos del arcángel. Mentrestán, clareján lo día, están lo bon home a Rialto, va sentí contá cóm lo ángel Gabriel habíe anat per la nit a gitás en doña Lisetta, y, trobat per los cuñats, se habíe aviát al canal per temó y no se sabíe qué habíe sigut de ell; per lo que rápidamen va pensá que aquell que teníe a casa teníe que sé ell; y tornán allí y reconeixénlo, después de moltes históries, va arribá en ell al acuerdo de que si no volíe que lo entregare als cuñats, li donare sincuanta ducados; y aixina u va fé. Y después de aixó, dessichán fray Alberto eixí de allí, li va di lo bon home: - No vech datra manera de que ixque sense sé reconegut. Avui fem natros una festa a la que un porte un disfrás de oso y un atre va a guisa de home salvache y aixina un disfrassat de una cosa y un atre de un atra, y a la plassa de San Marcos se fa una cassería, y acabada se acabe la festa; y después cadaú sen va en qui ha portat aon mes li agrado; si voléu, antes de que pugue descubrís que estéu aquí, yo tos portaré disfrassat de alguna de estes maneres, y tos podré portá aon vullgáu; de un atre modo, no vech cóm podréu ixí sense sé reconegut; y los cuñats de la Siñora, pensán que an algún puesto de aquí dins estéu, han ficat per tot arreu guardies per a enchampátos.
Encara que mal li pareguere a fray Alberto aná de tal guisa, u va tíndre que fé per la temó que teníe als paréns de la dona, y li va di an aquell aón teníe que portál. Este, habénlo embadurnat tot en mel y recubert de plomes minudetes, en una cadena al coll y una máscara a la cara, y una gran gayata a una ma y a l’atra dos grans gossos que habíe portat del matadero, va maná a un a Rialto a que pregonare que si algú volíe vore al ángel Gabriel pujare a la plassa de San Marcos. Y va sé lealtat venessiana ésta.
Y fet aixó, después de un rato, lo va traure fora y lo va ficá dabán de ell, y caminán detrás aguantánlo per la cadena, no sense gran abalot de mols, que díen tots: «¿Qué es aixó? ¿Qué es aixó?», lo va portá hasta la plassa aon, entre los que habíen vingut detrás y tamé los que, al sentí lo pregó, se habíen arrimat desde Rialto, ñabíe una caterva de gen. Este, arribat allí, a un puesto destacat y alt, va lligá al seu home salvache a una columna, fen vore que esperabe la cassa, al que les mosques y los tabáns, perque estabe enviscat de mel, lo molestaben mol.
Pero después de vore la plassa a cormull de gen, fen com que volíe deslligá al seu salvache, li va traure la máscara a fray Alberto, dién:
- Siñós, com lo jabalí no ve a la cassera, y no pot fes, per a que no haigáu vingut en vano vull que veigáu al arcángel Gabriel, que del sel baixe a la terra per les nits per a consolá a les dones venessianes.
Al tráureli la máscara fray Alberto va sé reconegut per tots enseguida y contra nell se van eixecá los crits de tots, diénli tots los insultos que sabíen y la infamia mes gran que may se va di a cap bribón, y, ademés de aixó, aventánli a la cara los uns una gorrinada y los atres un atra, aixina lo van tíndre durán mol tems, hasta que va arribá la notíssia als seus flares, y sis de ells se van ficá en camí y van arribá allí, y, tiránli una capa damún y desencadenánlo, no sense grandíssim abalot detrás hasta casa lo van portá, aon lo van empresoná, y después de viure a la miséria se creu que va morí. Aixina éste, tingut per bo y obrán mal, sense sé cregut, se va atreví a fé de arcángel Gabriel; y de ell convertit en home salvache, en lo tems, com u habíe mereixcut, sense profit va plorá los pecats cometuts. Vullgue Déu que a tots los demés los passo lo mateix.

jornada cuarta novela tersera

CUARTA JORNADA. NOVELA PRIMERA


CUARTA JORNADA. NOVELA PRIMERA
Tancredo, príncipe de Salerno, mate al amán de la seua filla y li envíe an ella lo seu cor a dins de una copa de or; ella, ficán a la copa aigua envenenada, se la beu y se mor. 

Tancredo, príncipe de Salerno, mate al amán de la seua filla y li envíe an ella lo seu cor a dins de una copa de or; ella, ficán a la copa aigua envenenada, se la beu y se mor.


Un assunto du per a tratá mos ha imposat avui lo nostre rey, si pensám que ham vingut per a alegrámos, y tením que parlá de les llágrimes de atres, que no poden contás sense dixá de sentí compassió qui les conte y qui les escolte. Potsé u ha fet per a moderá una mica la alegría de los díes passats; pero done igual lo que l´ha mogut a féu, com a mí no me interesse cambiá lo seu gust, tos contaré un triste cas, desventurat y digne de les nostres llágrimes.

Tancredo, príncipe de Salerno, va sé un siñó mol bo, llástima que a la seua vellesa se va embrutá les máns. En tot lo tems de la seua vida no va tíndre mes que una filla, y mes felís haguere sigut si no la haguere tingut. Ésta va sé per son pare tan tendramen volguda com may datra filla va sé volguda per son pare; y per este tendre amor, habén ella ya passat de lluñ la edat de casás, no sabén cóm separála de ell, no la casabe; después, per fin, habénla donat per dona a un fill del duque de Capua, vivín en ell poc tems, se va quedá viuda y va torná en son pare. Ere mol maja de cos y la cara com la dona que mes u haguere sigut, y jove y pita, y mes discreta de lo que conveníe séu a una dona. Y vivín en lo volgut pare com una gran Siñora, en molta blanó, y veén que son pare, per lo amor que li teníe, poca pressa se donáe per a casála un atra vegada, y an ella no li pareixíe cosa honesta demanálay, va pensá en tíndre, de amagatóns si podíe trobál, un amán digne de ella. Y veén a mols homes a la cort de son pare, nobles y no, com natros los veém a les corts, y considerades les maneres y les costums de mols, entre los atres un jove paje del pare de nom ere Guiscardo, home de naiximén mol humilde pero per la virtut y les costums noble, mes que datre li va agradá y per nell en secreto, veénlo a sobín, se va inflamá, agradánli cada vegada mes les seues maneres. Y lo jove, que no dixabe de sé espabilat, habénse fixat en ella, la habíe ressibit al seu cor de tal manera que no se preocupabe de res mes que de vóldrela. De tal guisa, pos, amánse la un al atre en secreto, dessichán la jove trobás en ell, y sense volé confiás a dingú sobre este amor, per a puguéli declará la seua intensió va inventá una rara estratagema. Va escriure una carta, y an ella li escribíe lo que teníe que fé en son demá per a está en ella; y después, ficada a dins de una caña o canut, jugán lay va doná a Guiscardo dién: - en aixó farás esta nit un bufadó per a la teua sirvienta en lo que ensendrá lo foc. Guiscardo va agarrá lo canut, y pensán que no sense raó lay habíe donat y dit alló, sen va entorná cap a casa, y mirán be la cañeta, y veénla esbadocada, la va obrí y va trobá a dins la carta de ella y la va lligí, y va entendre be lo que teníe que fé. Se va sentí lo home mes contén va ñabé al món, y se va dedicá a preparás per a reunís en ella segóns lo modo que li habíe amostrat. Ñabíe a la vora del palau del príncipe una cova excavada al monte, feta siglos abáns, a la que li entrabe llum per un respiradero ubert al monte; esta enchumenera o tronera, com la cova estabe abandonada, per romigueres y per herbes naixcudes per damún, estabe casi taponada; y an esta gruta, per una escala secreta que ñabíe a una de les cámares baixes del palau, que ere la de la Siñora, podíe baixás, encara que en una fortíssima porta tancada estabe. Y estabe tan lluñ del cap de tots esta escala, perque fée moltíssim tems que no se fée serví, que casi ningú de los que allí vivíen la recordabe; pero Amor, que als seus ulls res es tan secreto que no u pugue alcansá a vore, lay habíe portat a la memória a la enamorada Siñora. Ella, per a que dingú puguere donás cuenta de alló, mols díes en los seus arnesos mol habíe traballat y furgat per a que aquella porta puguere obrís; y una vegada uberta, baixán sola a la caverna y vist lo respiradero, li habíe manat di a Giuscardo que se embutiguere per nell y baixare a la cova, habénli dibuixat per aón podíe trobál. Y per a cumplí aixó, Guiscardo rápidamen, preparada una maroma en uns nugos y llassades per a pugué baixá y pujá per nella, y vestit en un cuero que lo protegire de les gabarreres o garraberes, sense habéli dit res a dingú, a la nit siguién cap a la tronera sen va aná, y lligán be una de les puntes de la corda a una forta soca que a la boca de la enchumenera habíe naixcut, per nella va baixá a la cova y va esperá a la Siñora. Ella, al día siguién, fen vore que volíe descansá, va enviá a fora a les seues criades y se va tancá sola a la alcoba, va obrí la porta, y va baixá a la cova, aon se va trobá en Guiscardo, y la un al atre moltes festas se van fé, y van aná juns a la alcoba, y en grandíssim plaé se van quedá bona part de aquell día, y per a que los seus amors continuaren sén secretos, sen va entorná a la gruta Guiscardo y ella va tancá y barrá la porta, y va eixí fora de la habitassió en les seues damiseles.
Guiscardo después, al víndre la nit, va pujá per la maroma del respiradero y sen va entorná cap a casa seua; y habén adeprés este camí, moltes vegades después, passán lo tems, allí va torná. Pero la fortuna, envejosa de tan llarga y tan gran passió, va mudá la alegría dels dos amáns en amargs plos. Acostumbrabe Tancredo a víndre alguna vegada sol a la cámara de la seua filla, allí parláe en ella, se quedáe un rato y después sen anáe. Un día, después de minjá, baixán allí, y están la filla de nom Ghismunda a un jardí seu en totes les seues criadetes, va entrá a la alcoba sense sé vist ni sentit, y trobán les finestres de la alcoba tancades y les cortines del llit parades, allí prop a un raconet se va assentá a uns cuixíns, y apoyán lo cap al llit y tapánse en la cortina, com si se haguere amagat allí, se va quedá adormit. Y están dormín de esta manera, Ghismunda, que per desgrássia aquell día habíe fet víndre a Guiscardo, dixán a les seues criadetes al jardí, en silénsio va entrá a la alcoba y, tancánla, sense donás cuenta de que algú estabe allí, va obrí la portota a Guiscardo que la esperabe y anánsen los dos al llit com acostumbraben, y juns jugán y tombán, va passá que Tancredo se va despertá y va sentí y vore lo que Guiscardo y la seua filla féen; y mol dolgut per naixó, primé va vóldre cridáls, pero después va pensá en callá y quedás amagat, si podíe, per a pugué fé en passiénsia y en menos vergoña lo que ya se li habíe ocurrit fé. Los dos amáns van está mol tems juns com acostumbraben, sense acatássen de Tancredo; y cuan los va pareixe be, baixán del catre, Guiscardo sen va entorná a la cova y ella va eixí de la alcoba. Tancredo, encara que ere vell, per una finestra va baixá al jardí y sense sé vist per dingú, mortalmen dolgut, va torná a la seua cámara. Y per una orden que va doná, al eixí del respiradero, la nit siguién Guiscardo va sé apresat per dos homes y portat en secreto a Tancredo. Este, al vórel, casi plorán li va di:
- Guiscardo, la meua benignidat en tú no mereixíe lo ultraje y la vergoña que me has fet, com hay vist avui en los mues ulls.
A lo que Guiscardo sol va contestá:
- Amor pot mol mes de lo que podem vosté y yo.
Va maná entonses Tancredo que fore guardat an alguna cámara de allí dins, y aixina se va fé. Vingut lo día siguién, sense sabé Ghismunda res de estes coses, habén Tancredo en ell mateix pensat uns cuans prossediméns, después de minjá, segóns la seua costum sen va aná cap a la cámara de sa filla, aon fénla cridá y tancánse a dins en ella, plorán li va escomensá a di:
- Ghismunda, pareixénme conéixe la teua virtut y honestidat, may hauría pogut tíndre al ánimo, encara que me u hagueren dit, si yo en los meus ulls no u haguera vist, que te hagueres entregat an algún home que no fore lo teu, no ya féu sino pensáu; per lo que yo en tot lo poc que me quede de vida estaré dolgut al recordáu. Ojalá Déu que hagueres pres un home acorde a la teua noblesa; pero entre tans que la meua cort frecuenten, vas triá a Guiscardo, jove de condissió vilíssima criat a la nostra cort casi per amor de Déu desde chiquet hasta neste día; per lo que no sé qué hay de fé de vatros. De Guiscardo, a qui esta nit hay fet péndre cuan eixíe per la tonera y lo ting a la presoneta, ya hay determinat qué fé, pero de tú sap Déu que no sé qué fé. Per una part, me arrastre lo amor que sempre te hay tingut mes que cap pare li va tíndre a la seua filla y per l’atra me arrastre la justíssima rabia ocassionada per la teua gran locura: aquell vol que te perdona y éste vol que contra la meua mateixa naturalesa me ensaña; pero antes de péndre partit, vull sentí lo que tingues que dim.
Y dit aixó, va acachá la cara, plorán tan fort com u hauríe fet un mosset esbatussat. Ghismunda, al sentí a son pare y al vore no sol que lo seu secreto amor habíe sigut descubert sino que Guiscardo estabe amanillat, va sentí un doló indescriptible y va está prop de mostrál en crits y llágrimes, com la mayoría de les dones fa, pero se va aguantá, y se va determiná a no seguí viva antes que suplicá per nella mateixa, imaginán que ya lo seu Guiscardo habíe mort, per lo que no com dolguda o arrepentida del error, sino com dona valenta, aixina li va contestá a son pare:
- Tancredo, ni a negá ni a suplicá estic disposada perque ni lo un me valdríe ni lo atre vull que me valgue; y ademés de aixó, de cap modo enténg que me afavorixquen la teua benevolénsia y lo teu amor sino confessán la verdat, primé deféndre la meua fama en raóns verdaderes y después en les obres seguí firmemen la grandesa del meu ánimo. Es verdat que hay volgut y vull a Guiscardo, y mentres viga, que sirá poc, lo voldré y si después de la mort se pot vóldre, no dixaré de vóldrel; pero an aixó no me va portá la meua femenina fragilidat, sino les teues poques ganes de tornám a casá. Te té que sé manifest, sén tú tamé de carn, que has engendrat a una filla de carn y no de pedra ni de ferro; y enrecordáten teníes y tens, encara que tú ara sigues agüelo, cóm y quines y quina forsa tenen les leys de la juventut, y encara que tú, home, los teus millós añs en les armes los has passat, tens que sabé lo que lo tems mort y les delicadeses poden fé en los vells, no diguem ya en los joves. Soc, pos, de carn, y hay viscut tan poc que encara soc jove, y per una cosa y l’atra plena de dessich, y ya hay estat casada, y coneixía lo plaé que se sen cuan tal dessich se cumplix. An estes forses, no puguén yo resistí, me vach disposá a seguí alló a lo que me espentaben, com jove y com dona, y me vach enamorá. Y sertamen en aixó vach ficá tota la meua virtut al no vóldre que ni per a tú ni per a mí, de alló que al natural pecat me atraíe (en cuan yo puguera evitáu) vinguere cap vergoña. A lo que lo compasiu Amor y la benigna fortuna una mol amagada vía me habíen trobat y mostrat, per la que, sense dingú sabéu, yo alcansaba lo meu dessich: y aixó (qui sigue que te u haigue amostrat o com sigue que u sápigues) no u nego. A Guiscardo no lo vach triá per casualidat, com moltes fan, sino que en deliberat consell lo vach triá abáns que a consevol atre, y en precavut pensamén lo vach atraure, y en sabia perseveránsia dels dos llárgamen ham disfrutat. Pareix que, ademés de habé pecat per amor, tú me repréns al di, com si no te hagueres enfadat si a un home noble haguera triat per an aixó, que en un home de baixa condissió me hay mesclat; en lo que no te dones cuenta de que no repéns lo meu pecat sino lo de la fortuna, la que en molta frecuénsia als que no són dignes aúpe, dixán a baix als digníssims. Pero dixem ara aixó, y mira un poc los prinsipis del assunto: vorás que tots natros estam fets de una sola massa de carn y que per un mateix creadó totes les almes en igual forsa, en igual poder, en igual virtut van sé creades. La virtut primé va fé distinsió entre natros, que naixém y naixíem iguals; y los que mes cantidat de ella teníen y la ficaben en obra van sé nombrats nobles, y los atres se van quedá sén la plebe. Y encara que una costum contraria haigue amagat después esta ley, no está encara arrancada ni desfeta per la naturalesa y per loe bones costums; y per naixó, qui virtuosamen obre, ubertamen se mostre noble, y si de un atra manera sel cride, qui aixina lo cride se equivoque.
Mira, pos, entre los teus nobles y examina la seua vida, les seues costums y les seues maneres, y de un atra part considera los de Guiscardo: si vullgueres jusgá sense animosidat, lo cridaríes an ell nobilíssim y a tots estos nobles teus villanos. En la virtut y lo valor de Guiscardo no vach creure per lo juissi de un atra persona, sino per les teues paraules y per los meus ulls. ¿Quí lo va alabá tan com tú lo alababes en totes les coses loables que tenen que sé alabades en un home valén? Y sertamen no sense raó: que si los meus ulls no me van engañá, cap alabansa va sé dita per tú que yo no li veiguera ficála en obra, y mes admirablemen que podíen expresáu les teues paraules; y si en alló me haguera engañat en algo, per tú hauría sigut engañada. ¿Dirás, pos, que en un home de baixa condissió me hay mesclat? No dirás la verdat; si per ventura digueres que en un pobre, en vergoña teua podríe consedís, que aixina has sabut a un home valiós servidó teu portá a bon estat; pero la pobresa no trau a dingú la noblesa, sino lo que se té. Mols reys, mols grans príncipes van sé pobres, y mols que caven la terra y guarden ovelles van sé riquíssims, y u són. Si a la teua vellesa estás disposat a fé lo que de jove no acostumbráes, es di, a obrá en crueldat, prepárat a séu, has de sé cruel en mí perque no estic disposada a rogát de cap manera que no u sigues com que eres la primera raó de este pecat, si es que pecat es; per lo que te asseguro que lo que de Guiscardo haigues fet o faigues si no fas en mí lo mateix, les meues propies máns u farán. Y ara vésten en les dones a plorá, y per a descarregá la teua crueldat en lo mateix cop, an ell y a mí, si te pareix que u mereixem, mátamos. Va vore lo príncipe la grandesa de ánim de la seua filla, pero no per naixó va creure que estiguere tan firmemen disposada a lo que en les seues paraules amenassabe; per lo que, separánse de ella y alluñán lo pensamén de obrá cruelmen contra ella, va pensá que en la condena del atre arrfredaríe lo amor de ella, y va maná als dos que a Guiscardo guardaben que, sense féu sabé a dingú, la nit siguién lo estrangularen y, arrancánli lo cor, lay portaren. Ells u van fé tal com los u habíe manat, per lo que, vingut lo día siguién, fénse portá lo príncipe una gran y hermosa copa de or y ficat an ella lo cor de Guiscardo, per un fidelíssim criat seu lay va enviá a la seua filla y li va maná que cuan lay donare li diguere:
- Ton pare te envíe aixó per a consolát en lo que mes vols, com l´has consolat tú en lo que ell mes volíe.
Ghismunda, sense apartás de la seua dessisió, fénse portá unes herbes y arraíls venenoses, después de que son pare sen habíe anat, les va destilá y les va reduí a aigua, per a tíndrela preparada si lo que se temíe passabe. Y vingut lo sirvién an ella en lo regalo y en les paraules del príncipe, va agarrá la copa, y destapánla, al vore lo cor y al sentí les paraules, va tíndre per mol sert que aquell ere lo cor de Guiscardo, per lo que, eixecán los ulls cap al sirvién, va di:
- No li conveníe sepultura menos digna que l´or a tal cor com es éste; mon pare ha obrat discretamen en aixó. -
Y dit aixó, arrimánsel a la boca, lo va besá y después va di:
- En totes les coses y hasta este extrem de la meua vida hay trobat tendríssim lo amor que mon pare me té, pero ara mes que may, y per naixó les raderes grássies que ting que donáli ara per tan gran presén, de la meua part li donarás. -
Dit aixó, mirán la copa que teníe abrassada, mirán lo cor, va di:
- ¡Ay!, dolsíssim albergue de tots los meus plaés, ¡maldita sigue la crueldat de aquell que en los ulls de la cara me fa vóret ara! Bastán me ere mirát a cada momén en los del espíritu. Tú has cumplt ya la teua carrera y te has liberat de la que te va consedí la fortuna; has arribat al final, cap aon tots correm; has dixat les miseries del món y les fatigues, y del teu mateix enemic has ressibit la sepultura que lo teu valor mereixíe. Res te faltabe per a ressibí cumplides exequies mes que les llágrimes de qui mentres vas viure tan vas voldre; los que per a que los tingueres, va ficá Déu al cor de lo meu cruel pare que te enviare a mí, yo te los oferiré encara que tinguera lo propósit de morí en los ulls secs y en lo gesto gens espantat; y después de habételes oferit, sense tardansa alguna faré que la meua alma se unixque a la que, dirigínla tú, en tan amor vas guardá. ¿Y en quina compañía podré aná mes contenta y mes segura als puestos desconeguts que en ella? Estic segura de que está encara aquí dins y que mire los puestos de los seus plaés y los meus, y com estic segura de que seguix volénme, espere a la meua per la que mol es amada. Y dit aixó, sense fé cap abalot de dona, inclinánse sobre la copa, plorán va escomensá a derramá tantes llágrimes que admirable cosa ere de vore, besán infinites vegades lo cor mort. Les seus criadetes, que al voltán de ella estaben, no enteníen quin cor ere éste y qué volíen di les seues paraules, pero per la piedat vensudes, totes ploraben; y en compasió li preguntaben en vano per lo motiu de les seues ploreres, y mol mes, com podíen y sabíen, se les ingeniaben en consolála. Ella, después de habé plorat tan com li va pareixe, alsán lo cap y secánse los ulls, va di:
- Oh, cor mol amat, tots los meus debers cap a tú están cumplits y res me quede per fé mes que portá la meua alma a está en la teua compañía.
Y dit aixó, se va fé allargá la cantrelleta aon estabe l´aigua que lo día abáns habíe preparat; y la va abocá a la copa aon estabe lo cor, en moltes llágrimes seues rentat; y sense cap espán ficada allí la boca, se la va beure tota, y habénla begut, en la copa a la ma va pujá cap al seu llit, y lo mes honestamen que va pugué va colocá lo cor del mort contra lo seu cor, y sense di paraula esperabe la mort. Les seues damiseles, habén vist y sentit estes coses, y com no sabíen quina aigua ere la que habíe begut, a Tancredo habíen enviat a di tot alló, y ell, barruntánse lo que passáe, va baixá rápidamen a la alcoba de la seua filla. Aon va arribá al momén en que ella se estirabe damún del llit, y tart, en dolses paraules veníe a consolála, veén com ella estabe, va escomensá a plorá; y la Siñora li va di:
- Tancredo, guarda eixes llágrimes per an algún cas menos dessichat que éste, y no les tragues per mí que no les vull. ¿Quí ha vist may a dingú plorá per lo que ell mateix ha vullgut fé? Pero si algo de aquell amor que me vas tíndre encara viu en tú, com a radé don consedixme que, ya que no te va agradá que yo vixquera a amagatontes en Guiscardo, que lo meu cos en lo seu, aon sigue que lo haigues fet aventá mort, estigue públicamen.
Lo nugo a la gola no li va dixá contestá al príncipe, y entonses la jove, sentínse arribá al seu final, apretán contra lo seu pit lo cor mort, va di:
- Quedéutos en Déu, que yo men vach.
Y velats los ulls y perdut tot sentit, de esta dolorosa vida sen va aná. Tal dolorós final va tíndre lo amor de Guiscardo y de Ghismunda, com hau sentit; als que Tancredo, después de mol plorá, y massa tart arrepentit de la seua crueldat, en doló de tots los de Salerno, honradamen als dos a un mateix sepulcro va fé enterrá.

cuarta jornada novela segona

Cuarta jornada

CUARTA JORNADA

Escomense la cuarta jornada del decamerón, en lo gobern de Filostrato, aon se raóne sobre aquells que van tindre un final infelís en los seus amors.
Mol volgudes siñores, tan per les paraules escoltades als homes sabios com per les coses que hay vist y lligit moltes vegades, jusgaba yo que lo impetuós ven y ardó de la enveja sol habíe de amenassá les altes torres y les mes eixecades puntes dels ábres; pero en la meua opinió me trobo sobremanera engañat. Perque fugín yo, y habénme sempre ingeniat en fugí del fiero ímpetu de eixe rabiós espíritu, no sol per los plans sino tamé per les profundíssimes valletes, callat y amagat, me hay ingeniat en caminá; lo que pot pareixe ben cla a qui les presentes noveletes llich, que no sol en florentino vulgar y en prosa están escrites per mí y sense títul sino tamé en estil humildíssim y baix tan com se pot, y no per tot aixó hay pogut dixá de sé fieramen atacat per aquell ven (hasta casi desarrailat) y de sé ferit per los mossos de la enveja; per lo que puc compéndre que es verdat lo que solen di los sabios: que només la miseria dixe de sé envejada an este món presén. Pos ha ñagut qui, discretes siñores, lligín estes noveletes, han dit que vatres me agradéu massa y que no es cosa honesta que yo tan me complaga en agradatos y consolatos y algúns encara han dit algo pijó: en alabatos com u fach. Atres, mostrán vóldre parlá mes reflexivamén, han dit que a la meua edat ya no está be perseguí estes coses: parlá de dones y convoyáles.
Y mols, mostránse mol preocupats per la meua fama, diuen que milló faré en está en les musses al Parnaso o Parnasso que en estes charrades mesclám en vatres. Y ñan algunes, mes despechades que parlán en sabiduría, que han dit que faría milló en pensá aón podría guañám lo pa que aná paupán lo ven. Y algúns atres diuen que les coses que tos conto han passat de un atra manera, y se les ingenien en demostráu. Aixina que, per tantes y tals bufades, per tan afilades dens, valeroses siñores, mentres milito al vostre servissi, estic afuetát, molestat y, en fin, crussificat en viu. Estes coses en tranquil ánim, u sap Déu, escolto y séntigo, y sense replicá en alguna bona resposta me les trac dels oíts. Pero antes de que escoménsa a contestá an algú, voldría contá una part de una história.
A la nostra siudat, fa ya mol tems, va ñabé un home de nom Filippo Balducci, home de condissió bastán modesta, pero ric y ben despachat y tan hábil en les coses que lo seu estat requeríe. Teníe a una Siñora per dona a qui tendramen volíe, y ella an ell, y juns portaben una vida felís, sense ficá tan afán en datra cosa mes que en agradás la un al atre. Va passá que, com passe a tots, la bona Siñora se va morí y no va dixá res seu a Filippo, mes que un fill únic consebit de ell, de uns dos añets. Filippo, per la mort de la seua dona se va quedá tan desconsolat com may se habíe quedat dingú al pédre a una persona volguda; y veénse sol sense la seua compañía, se va dessidí a dedicás al servissi de Déu, y fé lo mateix del seu fill minut. Per lo que, donán totes les seues coses per lo amor de Déu, sense tardá sen va aná cap a la punta del Monte Sinerio (Senario) y allí se van embutí los dos a una selda minudeta, y vivíen de almoines, féen dijú y resáen. Se guardabe de parlá de cap cosa temporal ni de dixáli vore cap de elles a son fillet, per a que no lo apartaren del servissi al Siñó, y sempre li parlabe de la glória de la vida eterna y de Déu y de los sans, sense enseñáli datra cosa mes que les santes orassións. Y en esta vida mols añs lo va tíndre, sense dixál eixí de la selda ni amostráli res mes que la vida de devossió a Deu. Acostumbrabe lo bon home a aná alguna vegada a Florencia, y de allí, segóns les seues nessessidats ajudat per los amics de Déu, a la selda sen entornabe. Va passá que tenín lo jove devuit añs, y sén Filippo agüelet, un día li va preguntá que aón anabe. Filippo lay va di; a lo que va contestá lo mosso:
- Pare, vosté ya es agüelo y mal pot soportá los patiméns; ¿per qué no me portéu una vegada a Florencia, per a que, dixánme conéixe als amics de Déu y vostres, yo, que soc jove y ting mes forses que vosté, puga después aná a Florencia a tratá los vostres assuntos cuan u vullguéu, y vosté pugue quedás aquí?
Lo bon home, pensán que son fill ya ere prou gran, y estabe tan aveat al servissi de Déu que difíssilmen les coses del món podríen atráurel, se va di: «Be diu éste».
Per lo que, tenín que aná a Florencia, sel va emportá en ell. Allí lo jove, veén los edifissis, les cases, les iglesies y totes les demés coses de la siudat, com qui no sen enrecordabe de habéles vist, va escomensá a maravillás mol, y li fée moltes preguntes a son pare, qué es aixó, cóm se diu. Lo pare lay díe y ell, quedánse contén de sentíu, li preguntabe un atra cosa. Y preguntán de esta manera lo fill y contestán lo pare, per ventura se van topetá en un grupo de belles mossetes emperifollades veníen de un convit de bodes. En cuan les va vore lo jove, li va preguntá a son pare qué ere alló.
Lo pare li va di:
- Fill meu, acacha la vista, no les miros, que són cosa roína.
Va di entonses lo fill:
- Pero ¿cóm se diu aixó?
Lo pare, per a no despertá lo poc convenién dessich carnal del jove, no va volé nombráles pel seu propi nom, es di, «dones», sino que va di:
- Se diuen ganses.
¡Maravillosa cosa de sentí! Aquell que may a la seua vida ne habíe vist cap, sense preocupás de los palaus, ni del buey, ni del caball, ni del burro, ni de los dinés ni de atra cosa que haguere vist aquell día, va di:
- Pare, yo vull tíndre una de estes ganses.
- ¡Ay, fill meu! - va di lo pare -, calla, que són una cosa mol roína.
Lo jove, preguntánli, li va di:
- ¿Aixina són les coses roínes?
- Sí - va di lo pare.
Y ell va di entonses:
- No sé lo que diéu, ni per qué éstes són coses roínes: al meu respecte, no me ha paregut hasta ara vore may res tan majo y agradable com elles. Són mes majes que los cordés pintats que me hau enseñat moltes vegades. ¡Ay!, si tos importo algo, feu que mon emportém una allá dal y yo la portaré a pasturá.
Va di lo pare:
- No u vull; ¡no saps tú aón pasturen!
Y va vore que la naturalesa ere mes forta que lo seu ingenio, y se va arrepentí de habél portat a Florencia.

Me val en lo que hasta aquí hay contat de la presén novela. Diuen, pos, algúns dels que me censuren que fach mal, oh joves dames, esforsánme massa en agradatos; y que vatres massa me agradéu. Aixó u confesso; me agradéu y me esforso en agradatos; y los pregunto si de aixó se maravillen considerán no ya lo habé conegut lo besás y lo abrasás y los plassentés ajuntaméns que en vatres, dolsíssimes siñores, se tenen moltes vegades, sino sol lo habé vist y vore continuamen les corteses costums y la atractiva hermosura y la cortés gallardía y ademés de tot aixó, la vostra señoril honestidat: cuan aquell que nutrit, criat, creixcut a un monte salvache y solitari, dins de los límits de una minuda selda, sense datra compañía que son pare, al vóretos, vau sé dessichades per nell, y seguides en afecte.
¿Hauríen de empéndrem, de amonestám, de castigám éstos si yo, que ting un cos que lo sel va fé per a amatos, y yo desde la meua infánsia l´alma tos vach dedicá al sentí lo poder de la llum de los vostres ulls, la suavidat de les vostres paraules y les flames enseses per los vostres suspiros, si me agradéu y si yo en agradatos me esforso; y espessialmen tenín en cuenta que antes que res vau agradá a un ermitañet, a un jovenet sense sentit, casi a un animal salvache? Per sert que qui no tos vol y per vatros no dessiche sé amat, com persona que ni los plaés ni la virtut de la natural afecsió sentix ni coneix me reprén: y poc me preocupo per naixó. Y qui contra la meua edat va parlán muestre que mal coneix que encara que lo gos té lo cap blang, la coa la té verda; als que, dixán a una vora les bromes, contesto que may reputaré vergoñós per a mí hasta lo final de la meua vida lo convoyá an aquelles coses a les que Guido Cavalcanti y Dante Alighieri ya agüelos, y micer Gino de Pistoia mol agüelet van tindre en honor, y van buscá lo seu plaé.
Y si no fore que siríe eixímen del modo en que se acostumbre a parlá, portaría aquí al mich la história, y la mostraría plena de homes vells y valéns que als seus añs mes madús mol se van esforsá en convoyá a les dames, lo que si ells no u saben, que vaiguen y u adeprénguen. Que se quedon en les musses al Parnaso, afirmo que es un bon consell: pero no sempre podem quedámos en les musses ni elles en natros. Les musses són dones, y encara que les dones no valguen lo que valen les musses, tenen en lo primé aspecte semellansa en elles, aixina que encara que per un atra cosa no me agradaren, només per naixó hauríen de agradám; sense contá en que les dones ya van sé per a mí ocasió de compóndre mil versos. Elles me van ajudá be y me van mostrá cóm escriure aquells mil; y potsé per a escriure estes coses, encara que humildíssimes siguen, tamé han vingut algunes vegades a está en mí, en servissi potsé y en honor de la semellansa que les dones tenen en elles; per lo que ni del Monte Parnaso ni de les musses me separo tan com mols creuen.
Pero ¿qué los direm an aquells que de la meua fama tenen tanta compassió que me aconsellen que me busca lo pa? Sertamen no u sé, pero, volén pensá quina siríe la seua resposta si per nessessidat los u demanara an ells, penso que diríen: «¡Búscateu a les teues fábules!». Mes han trobat entre les seues fábules los poetes que mols rics entre los seus tessoros, y mols ne han ñagut que anán detrás de les seues fábules van fé florí la seua edat, mentres per lo contrari, mols al buscá mes pa del que nessessitaben, se van morí sense madurá. ¿Qué diré mes? Si me sobrevinguere la nessessidat yo sé, segóns lo Apóstol, viure tan a la abundánsia com patí la miseria; y per naixó dingú se té que preocupá de mí mes que yo. Y los que diuen que estes coses no han passat aixina com les conto, me agradaríe mol que trobaren les originals, que si no concordáren en les que yo escric, justa diré que es la seua reprimenda y en corregím yo mateix me les ingeniaré; pero mentres no aparegue res mes que paraules, los dixaré en la seua opinió, seguín la meua, dién de ells lo que ells diuen de mí. Y com ya hay contestat prou per esta vegada, dic que en la ajuda de Déu y la vostra, gentilíssimes siñores, en qui espero, armat y en bona passiénsia, en aixó tiraré cap abán, girán la esquena an este ven y dixánlo bufá, perque no vech que pugue passám a mí datra cosa mes que lo que li passe al polset, que, bufán lo torbellino, o de la terra no lo mou, o si lo mou lo porte cap amún y moltes vegades damún del cap de los homes, sobre les corones de los reys y de los emperadós, y a vegades damún dels alts palaus y sobre les eixecades torres lo deposite; de los que, si cau, mes aball no pot arribá del puesto aon va sé portat. Y si alguna vegada en tota la meua forsa me vach disposá a complaítos en algo, ara mes que may u faré, perque sé que datra cosa dingú podrá di en raó, que los demés y yo, que tos volem, naturalmén obrem; y per a vóldres oposá a les leys de la naturalesa se nessessiten moltes grans forses y moltes vegades no sol en vano sino en grandíssim mal del que se afane se fiquen en obra. Estes forses, confesso que ni les ting ni dessicho tíndreles en aixó, y si les tinguera, antes a datres les hi dixaría prestades que les faría aná per a mí. Per naixó, que cállon los criticadós y criticadores, y si calentás no poden, que viguen carpits, y que se quedon en los seus plaés (bastán corruptes), y a mí que me dixon en los meus, an esta curta vida que mo se done, y que me dixon tranquil. Pero ham de torná, perque ya ham divagat prou, oh hermoses siñores, allá de aon vam eixí, y ham de seguí lo orden escomensat.
Lo sol ya habíe fet amagás a tots los estels y la terra humida y en sombra de la nit se anáe eixugán, cuan Filostrato, eixecánse, a tota la seua compañía va fé alsá, y anán cap al hermós jardí, per allí van escomensá a passejás; y arribada la hora de minjá, van amorsá allí aon habíen sopat la nit passada. Y cuan se van eixecá de la michdiada, están lo sol al cenit, de la manera acostumbrada prop de la fresqueta fon se van assentá o gitá, y entonses Filostrato a Fiameta li va maná que escomensare en les históries, y ella va escomensá aixina: