Los Códices son un honor de esta Iglesia. Examinándolos se aumenta la fé.

V. 

Los Códices son un honor de esta Iglesia. Examinándolos se aumenta la fé.

Haciendo mención otra vez del notable trabajo de los distinguidos archivistasseñores Denifle y Chatelain, su Inventario de los Códices de la catedral de Tortosa es de un gran mérito, y revela que los autores no sólo son muy expertos en esta clase de estudios, sino que además conocen bien los archivos y principales bibliotecasde Europa; porque al clasificar algunos de dichos libros, hacen referencia a los de otras bibliotecas, demostrando con ello una erudición muy digna de elogio.

Siguiendo, pues, el mismo orden de dicho Inventario, daremos a conocer los Códices de esta catedral, tomando por base las clasificaciones de aquellos archivistas respecto al siglo en que fue escrito cada Códice. Creemos prestar con ello un servicio a la historia en general, y particularmente a la de esta iglesia, vindicando además a los siglos pasados de las falsas imputaciones de, obscurantistas, retrógrados, etc.

Otra observación nos ocurre al hojear estos voluminosos Códices, escritos casi todos en pergamino, con caractéres que son verdaderos objetos de arte, y muchos de ellos adornados con preciosas viñetas y dibujos del major gusto. Es, que al pensar que todo era para adquirir y propagar la ciencia, que se exhibía engalanada con tanto lujo y esplendor; preciso es reconocer la importancia que entonces se daba al estudio, cuando de tal modo se prodigaban los atractivos a fin de hacerlo más agradable y honroso.

Y si a esto se añade que la Iglesia, institución divina y civilizadora, cumpliendo con su elevada misión de difundir la luz en el mundo, empleaba cuantiosas sumas para ilustrar al clero, al efecto de que este instruyese después a los fieles; dígase, si reflexionando esto no es la más negra ingratitud e injusticia, pretender negar a la Iglesia el título de primera Maestra de la humanidad, y centro de toda cultura y civilización, como lo es realmente.

También nos ocurre otra idea al examinarlos Códices, principalmente los que tratan de asuntos religiosos o de sagrada liturgia.

Cuando uno observa la inconstancia de las cosas humanas, y esa tendencia a cambiarlo todo, de tal manera, que cada época se distingue por sus aficiones y estilos; y hoy no gusta lo que se admiraba ayer, porque el deseo de la novedad parece que sea condición inherente al hombre; viendo, pues, esto, y observando por otra parte que en medio de esta habitual inconstancia, se levanta majestuosa la figura de la Iglesia, firme en sus principios y constante en sus ritos y tradiciones, desde luego se ha de deducir que una mano superior debe dirigirla.

Esta reflexión se ofrece al ver en un Códice del siglo XI igual Cánon de la Misa que el que se usa en la actualidad. Lo propio sucede con los demás Códices que contienen libros de la Sagrada Escritura, o de los Santos Padres, que habiendo sido escritos por amanuenses de distintas épocas y naciones, no aparece en ellos la más leve discrepancia en todo lo que concierne a la doctrina católica.

Es muy cierto que al examinar los Códices se aviva la fé. Más de una vez hemos presenciado en el archivo de esta catedral, que han hecho manifestaciones en este sentido personas indifentes en materias religiosas, las cuales comenzando por hojear los Códices por mera curiosidad, concluyeron admirando los dogmas y enseñanzas de la religión católica, y la constante solicitud de la Iglesia al conservar el sagradodepósito de su doctrina, con la mayor pureza, por medio de los Códices.

Luego no exajeramos al decir que examinando estos libros la fé aumenta. Porque si al contemplar nuestras grandes catedrales, obra de siglos, donde una larga serie de generaciones empleó sus esfuerzos y recursos para llevarlas a término, deducimos con fundamento, que tanta constancia y sacrificios no se conciben sin que la fé guiase los trabajos, y alentase a todos con la esperanza de eterna recompensa; iguales reflexiones ocurren al ver un Códice, en el que se empleó un buen número de años, y donde el escritor se ocupó días y noches en un trabajo monótono, practicado con tal paciencia que excede toda ponderación. Ni se concibe tampoco la abnegación de los que pagaban gastos tan enormes, en épocas de gran penuria, si lo que se escribía en dichos libros no contuviese verdades y máximas en las cuales se funda la esperanza de la felicidad en la otra vida.

Todo influye a mirar con respeto los Códices; ya sea por lo que se refieren al arte, ya también considerándolos bajo su aspecto histórico y religioso.


Los historiadores de Tortosa con respecto a los Códices

IV. 

Los historiadores de Tortosa con respecto a los Códices. - Vicisitudes que estos han pasado.

Hemos dicho que en los tiempos que nos han precedido, hubo épocas en que no ofrecieron de mucho el interés que ahora ofrecen los antiguos Códices. Y no sólo con respecto a las personas de instrucción escasa, sino aún refiriéndonos a escritores distinguidos, algunos muy hábiles por cierto en materias de historia y de arqueología.

Comenzando por Despuigque es el historiador más antiguo de Tortosa, obsérvase, como a buen hijo de esta ciudad, el entusiasmo con que describe en sus «Coloquios sobre Tortosa» escritos el año 1557, todo cuanto enaltece a su patria, fijándose muy principalmente en la catedral, cuya historia resume, explicando todo lo que contiene de notable; pero nada absolutamente dice de los Códices. Lo mismo sucede con Martorel, hijo también de esta ciudad; y eso que en su historia de Tortosa publicada el año 1626, trata muy extensamente de toda la parte religiosa, ocupándose mucho en la catedral.

D. Antonio Cortés Canónigo de la misma, en los fragmentos de la Historia de Tortosa, que envió manuscritos a la Real Academia de la Historia el año 1747, manifestó ser un arqueólogo distinguido, por el modo tan erudito con que descifra y explica las inscripciones de las lápidas y monedasreferentes a la historia de esta ciudad; y nada dice tampoco de los Códices de la catedral, aún cuando como Capitular tenía fácil ocasión de examinarlos.

Pero todavía es más digno de notarse, que dén tan pocas noticias los insignes escritores P. Florez y P. Risco en su «España Sagrada»; y aunque el P. Villanueva en el tomo V de su «Viaje literario a las iglesias de España» hace mención de algunos Códices de esta iglesia, son en número muy escaso los que cita, a pesar de que dice haber registrado el archivo, para buscar datos referentes a la cuestión de si San Rufo fue el primer Obispo de Tortosa.

Además tanto el P. Villanueva como el P. Florez y el P. Risco, estuvieron mucho tiempo en esta ciudad, dedicados exclusivamente a examinar el archivo capitular, donde hallaron documentos muy interesantes para la historia, que copiaron en sus obras, y forman hoy día un verdadero repertorio histórico.

Es de creer, pues, que en tantas investigaciones como practicaron en el archivo y demás dependencias de la catedral, les vendrían muchas veces los Códices a las manos; y también es probable que algunos fueron objeto de su estudio, para indagar noticias relativas al fin que se proponían en su excursión literaria. Ello no obstante, es muy poco lo que se ocupan en este asunto. 


Esta actitud de los historiadores, y el estar los Códices confundidos algunos siglos en la gran multitud de libros manuscritos y otros documentos del archivo, ha podido contribuir a que sin culpa de nadie, se hayan perdido muchos de ellos, especialmente teniendo en cuenta que después del
inventariopracticado a mediados del siglo XV, no se sabe que se hiciese otro. Por otra parte, en los diversos cambios que han sufrido todas las dependencias de la catedral en el trascurso de los siglos, los Códices debieron trasladarse varias veces de un sitio a otro, y esto ofrece siempre peligros de extravío.

Consta también en las actas del archivo capitular, que en la dominación de las tropas francesas que hemos mencionado;, y que duró desde el año 1811 al 1814, la autoridad militar con cualquier pretexto disponía que fuesen ocupadas las oficinas de la catedral. Así es que el lugar donde estaba la Secretaría capitular, se destinó algún tiempo por los francesespara hacer allí cartuchos de guerra.
Con esto puede calcularse lo fácil que era entonces apoderarse de cualquier libro o Códice, no precisamente como un objeto de robo, sino tan sólo por el deseo de destruir, según sucede en casos semejantes, sobre todo cuando nadie se atreve a impedirlo.

Tales accidentes y otros que habrán ocurrido, explican la causa de haber tantos Códices mutilados, en los cuales faltan alguna o algunas hojas. También ha podido influir la acción del tiempo, y la especial forma de las encuadernaciones de estos libros, pues casi todas eran de madera; de ahí que al trasladarse de un sitio a otro, especialmente si era de gran peso el Códice, se desencajasen del mismo algunas hojas.

Hace pocos años fueron encuadernadosde nuevo estos Códices, con lo cual se ha asegurado para largo tiempo su conservación.

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Los Códices como medio de instrucción del clero

III. 

Los Códices como medio de instrucción del clero. - Inventada la imprenta perdieron casi todo su interés.

Para manifestar la grande solicitud que tuvo la iglesia de Tortosa desde los tiempos más remotos en la instrucción del clero, bastará citar un documento que podemos llamar oficial.

A los diez años de haber sido reconquistada esta ciudad, o sea el 1158, se dictó la primera Ordenación relativa a la organización de esta iglesia; titúlase Prima Ordinatio Ecclesiae Dertusensis. En el mismo año otorgó el Cabildo de Tortosa una carta de concordiao hermandad con el Cabildo de Tarragona; y entre los varios puntos que comprende hay uno que dice, que cuando un canónigo de Tarragona viniere a Tortosa, además de admitírsele en el coro y en la mesa de la comunidad, se le admitiese también a las conferencias que se daban en el claustro de la iglesia. Prueba esto que el Obispo y el Cabildo (que entonces vivían juntos en el convento o casa de la iglesia) atendían de un modo muy principal a la instrucción y al estudio, toda vez que sin desatender las obligaciones de su cargo, tenían conferenciasliterarias, collationes, en el claustro de la catedral.

Esta idea tan laudable sobre la instrucción del Cabildo y clero, no sólo no disminuyó en la iglesia de Tortosa en el transcurso de los siglos, sino que de cada día fue en aumento. Lo manifiesta una constitución que en 20 de mayo del año 1435 dieron el Obispo D. Otón de Moncada y el Cabildo. Acordóse en ella, que nadie pudiese obtener en la catedral de Tortosa Canongíao Dignidad, que no fuese Doctor o Licenciado en Teología o en Derecho civil y canónico, o al menos Bachiller en Teología.

Todo revela la suma importancia que en esta iglesia se daba a la ciencia, que si es necesaria en todas las profesiones, se requiere de un modo especial en el clero. Para prepararlo debidamente a fin de que pudiese seguir los estudios superiores, consta en un acta capitular del 26 de mayo del año 1498, que el Cabildo pagaba un Profesor que tenía a su cargo la enseñanza de gramática y humanidades; siendo de notar que este Profesor un mes antes de comenzar el curso, debía presentarse al Cabildo, o sea a una comisión del mismo, pera notificarli les llisons del any sequent; que es como ahora diríamos, para enseñarle el programa y aprobarlo si estaba conforme.

Este dato sirve para confirmar el punto que nos ocupa, a saber, que la adquisición de los preciosos Códices que en los siglos pasados constituían la Biblioteca de la catedral de Tortosa, estaba en su misma organización, en la cual se daba un lugar muy preferente a la instrucción del clero. Y aunque no consta de un modo tan expreso sobre los demás estudios, sábese que se daban todos los necesarios bajo la protección de la iglesia.

Atendiendo, pues, a que los Códices eran un elemento indispensable para este objeto, no hay que extrañar la suma diligencia que puso la iglesia de Tortosa por adquirirlos y conservarlos. Cuando los canónigos vivían en comunidad y cada uno tenía su respectivo cargo, como sucede ahora con los religiosos, solían hacerse inventarios de todos los objetos que pertenecían al Cabildo. Entre estos objetos estaban los Códices o libros.

De dichos inventarios se conserva uno en el archivo capitular, que es del año 1458. Al examinarlo llama la atención desde luego el número tan considerable de Códices que entonces había en esta iglesia, mucho mayor del que hoy día existe. De modo que en el largo transcurso de los tiempos han debido perderse muchos; y decimos perderse, porque la desaparición de tantos Códices no puede atribuirse a infidelidad ni a descuido de los encargados de su custodia, sino que principalmente se debe a las corrientes de algunas épocas que nos han precedido, en las que no había de mucho el gusto y la afición de ahora de conservar e investigar los objetos arqueológicos.

Así se explica que cuando se descubrió la imprenta, y los libros ya pudieron adquirirse con más facilidad y economía, quedaron los Códices retirados en los archivos y bibliotecas de las catedrales; de igual modo que en la actualidad se retiran en los parques de guerra los armamentos antiguos, que han sido reemplazados por otros modernos y más útiles.

Estuvieron, pues, los Códices algunos siglos en la biblioteca de esta catedral, sin hacerse ningún uso de ellos; y a pesar de tener un notable valor histórico, y ser muchos de ellos de gran mérito aún como objetos de arte, se comprende que no excitaron la codicia de nadie. Prueba de ello es, que en los graves conflictos que ha pasado esta catedral, especialmente en la entrada del ejército francés en el infausto día 12 de julio del año 1648, aunque consta que el ejército invasor se apoderó de muchas alhajas y reliquias de la iglesia nada se dice de los preciosos Códices del archivo.

Lo mismo sucedió cuando el sitio del año 1810, y en la entrada de las tropas de Napoleón I en Tortosa el día 2 de enero de 1811. Entonces consta que luego que comenzó a prepararse el sitio, dispuso el Cabildo que un buen número de alhajas se enviasen a Peñíscola,donde se conservaron hasta que pasó el peligro. Las demás se escondieron con grandes precauciones y pudieron salvarse; pero nadie pensó en tomar ninguna precaución respecto de los Códices, y continuaron seguros en el mismo lugar del archivo donde estaban.

Ocurrió además un suceso digno de mencionarse por lo que se refiere a nuestro objeto. Entre las varias notas que existen en el archivo de esta catedral referentes al tiempo de la dominación francesa, hay una que dice, que el Comisario de Policía del gobierno francés, obedeciendo órdenes
superiores, hizo un escrupuloso registro en la catedral los días 27 y 28 de julio del año 1812, pidiendo al efecto las llaves de todas las dependencias que reconoció con la mayor minuciosidad.

Desde luego se puede suponer que registró también la biblioteca, y vio los libros o Códices que ocupaban algunos armarios; mas no debieron llamarle la atención, ni excitaron su codicia, pues no consta que las autoridades francesas se apoderasen de ningún Códice; y eso que como es sabido, los franceses se llevaron muchas alhajas y otros objetos de las iglesias y de los particulares, donde no las pudieron poner a salvo.

Esto confirma lo que se ha indicado antes, respecto a que en ciertas épocas no había de mucho la afición de ahora a los Códices antiguos, y de ahí que no se les diese el mérito y el valor que realmente tienen.

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Número de Códices, Reseña histórica de los mismos

II. 

Número de Códices.- Reseña histórica de los mismos.

Los Códices que posee actualmente la catedral de Tortosa ascienden a 147.

Es de suponer que este número debió ser mayor en los siglos pasados. Basta considerar la grande importancia que tuvo la catedral de Tortosa desde los primeros tiempos que siguieron a la reconquista de esta ciudad, y su admirable organización ya en época muy remota.

Hasta el tiempo en que se descubrió la imprenta que fue a principios del siglo XV (nota:1440, 1450 según fuentes), requiríanse grandes caudales para poder obtener libros por medio del manuscrito. De ahí que las personas particulares para instruirse por lo general debían acudir a ciertos centros, de igual modo que ahora se acude a las Bibliotecas públicas. Y como esta catedral desde un principio pudo disponer de grandes recursos, no le fue difícil adquirir libros manuscritos, aunque para ello tuviese que emplear crecidas sumas.

Por otra parte Tortosa en los siglos medios era un gran centro de comunicación, por la vía marítima, con los principales puertos del Mediterráneo pertenecientes a Francia e Italia; así es que el Cabildo se podía proporcionar con alguna facilidad los libros o Códices que necesitaba; pues por tierra no era posible, o al menos era muy difícil y costoso, especialmente tratándose de Códices voluminosos como lo son gran parte de los que posee esta catedral.
Muchos de estos principalmente los de los siglos XI y XII debieron ser escritos en el extranjero; porque hasta el año 1148 Tortosa y su contorno por la parte de Cataluñaestuvieron en poder de los moros, y en la parte de Valenciaestos aún tardaron cerca de un siglo a salir de allí. No era posible por lo tanto, que durante el dominio de los moros se escribiesen Códices en este pais.

Por ello luego que la catedral de Tortosa comenzó a constituirse, digámoslo así, teniendo poderosos elementos con las donaciones tan distinguidas que le hizo el rey don Alfonso, y constan en la carta de dotación de esta catedral otorgada en 28 de noviembre del año 1178, es de creer que los Prelados y el Cabildotrataron de proporcionarse los libros necesarios para la instrucción del clero, comprándolos en algunas ciudades de Francia y de Italia; porque lo mismo que sucede ahora con los libros impresos, los Códices o libros manuscritos también debían venderse en los centros destinados a utilizar este negocio.

Aprovechando pues la facilidad de las comunicaciones marítimas, los libros se traerían por mar. Así consta que se trajo en época más reciente la numerosa colección de libros grandes impresos, que usan los señores Capitulares en el coro. Dichos libros, según es de ver en las notas del archivo
capitular,
los regaló el año 1687 a esta catedral el Dean que era de la misma D. Victorino Loreda. Fueron impresos y encuadernados en Venecia.

Volviendo a los Códices, si bien en los tiempos próximos a la reconquista de esta ciudad hubieron de adquirirse la mayor parte en el extranjero, posteriormente ya se confeccionaron algunos en este pais, especialmente los que pertenecen a la sagrada litúrgia.

Según notas del archivo, varios de estos últimos libros fueron escritos por los monjes del antiguo Convento de Benifasar. Se comprende que en los monasterios se dedicaron mucho a estos trabajos. El estado de retiro en que se hallaban aquellos religiosos dedicados tan sólo a la vida contemplativa, les permitía emplear mucho tiempo en unos escritosque exigían gran paciencia, por la multitud de viñetas y miniaturas con que solían adornarse los librosllamados de coro.
Además los monjes conocían perfectamente el canto llano, pues los divinos oficios se practicaban en los monasterios con grande solemnidad.
Por ello siendo muy prácticos en escribir sus numerosos libros de coro, que eran una verdadera gloria de sus iglesias, no es de extrañar que los compusieran para las catedrales, y aún para algunas parroquias distinguidas.

Los Códices de materias científicas también requirían grandes centros, donde se pudiese facilitar a los escribientes abundancia de originales adquiridos a precios muy subidos, y sobre todo garantidos o libres de errores, pues ya se sabe cuanto suele haber de esto en las copias.

Lo mismo que decimos de los centros donde se escribían los Códices puede aplicarse a los que los adquirían. Por lo general debían ser Cabildos, Universidades, Conventos, etc.; porque sólo estas colectividades podían tener medios para proporcionarse buen número de libros, a fin de formar una
Biblioteca completa, donde pudiesen adquirir la debida instrucción el clero y las personas seglares.

Concretándonos a la iglesia de Tortosa, además de tener como hemos dicho recursos bastantes para formar una biblioteca de gran valor, le era también necesaria, pues estaba en su organización, atendido el interés que tuvo siempre en instruir al clero, como lo demuestran muchos datos históricos que han quedado.


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CÓDICES DE LA CATEDRAL DE TORTOSA

LOS CÓDICES DE LA CATEDRAL DE TORTOSA, 
POR EL
Dr. D. RAMON O'CALLAGHAN,
Canónigo Doctoral de dicha Santa Iglesia,
Archivero del Excmo. Cabildo, y por el Excmo. Ayuntamiento Cronista de Tortosa.
TORTOSA.
Imp. católica de José L. Foguet y Sales, Moncada,49.
1897.

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Editado por Ramón Guimerá Lorente.

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Sume tibi librum grandem, et scribe in eo. Isaiae 8, 1.

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En el Apéndice a los ANALES DE TORTOSA que publicamos hace poco, dedicamos un capítulo al archivo de esta catedral, reseñando brevemente sus riquezas históricas. Entre estas figuran de un modo muy distinguido los preciosos Códices que posee, muchos de ellos admirables no sólo por su valor histórico, sino también como objetos de arte, pues revelan la altura que este alcanzó en los tiempos pasados. También son dichos Códices un grande honor para la iglesia de Tortosa, porque manifiestan la importancia y el poder que tuvo en aquella época, en que invirtió cuantiosas sumas para adquirir estos libros; y el noble anhelo que la distinguió por conservar y difundir el sagrado depósito de la ciencia, que recibió con una mano de las generaciones antiguas, y trasmitió con la otra a las que habían de venir, las cuales agradecidas, no pueden menos de admirar este legado que por todos conceptos es de un gran mérito. Para darlo a conocer, supuesto que forma una de las mayores glorias de esta iglesia, ofrecemos a nuestros amigos en este libro un catálogo o reseña de sus preciosos Códices, tanto más interesantes en cuanto se han conservado prodigiosamente al través de los siglos, y entre las muchas vicisitudes que ha pasado esta ciudad, en las guerras, sitios y trastornos de todas clases.

Tortosa enero de 1897.

I.

Introducción.- Inventario de los Sres. Denifle y Chatelain.

La afición de cada día mayor que se observa respecto a las investigaciones históricas, y el estudio a que se prestan los datos ú objetos que con frecuencia se descubren, han creado un sinnúmero de asociaciones, destinadas exclusivamente a fomentar dichos descubrimientos y a conservarlos.
Ciertamente que a estos trabajos de investigación se puede aplicar con toda propiedad aquella máxima de los sagrados libros: Colligite quae superaverunt fragmenta ne pereant. Recojed los fragmentos que han quedado, para que no se pierdan.

La facilidad y economía en los medios de comunicación de la época actual, también ha sido un poderoso auxilio sobre este punto. Calcúlense las molestias y dispendios que se debieron ofrecer al P. Florez, cuando a mediados del siglo XVIII hubo de recorrer toda nuestra nación para escribir su «España Sagrada». Lo mismo puede decirse de la obra que con igual título escribió el P. Risco a principios de este siglo, y del «Viaje literario a las iglesias de España» del P. Villanueva.

Dada la actual facilidad de las comunicaciones, se comprende que por todas partes se multipliquen los viajes literarios. Concretándonos a esta catedral, han sido varias las comisiones y personas particulares que con motivos científicos la han visitado de algunos años a esta parte. Recordaremos el sabio P. Fanla, Religioso italiano de la Órden de San Francisco, que vino el año 1876 con objeto de recojer datos para la colección de sermones de San Buenaventura que publicaba dicha Orden religiosa. Posteriormente, el año 1878 estuvo aquí el muy ilustrado Dominico P. Rivas, autor de la Historia eclesiástica que sirve de texto en muchos Seminarios de España, quien junto con otro
Dominico español examinó los Códices de este archivo, tomando notas de grande interés sobre las obras de Santo Tomás de Aquino.

Dos años después vino por primera vez a esta ciudad, con igual motivo de inspeccionar las obras de Santo Tomás, el distinguido P. Enrique Denifle, también Dominico, austríaco de nación, sub-Archivista del Vaticano, acompañado de otro Religioso francés de la misma Orden. Ambos hicieron grandes elogios de los Códices que posee esta iglesia. El año 1880 volvió otra vez el P. Denifle, tomando interesantes apuntes, y fijándose de un modo especial en un Códice del siglo XIII, que contiene la exposición del Credo o Símbolo de los Apóstoles, obra del Dominico P. Raimundo Martín, el cual Códice además de su gran mérito, tiene la particularidad, según dijo el P. Denifle, de ser el único ejemplar que ha visto en las muchas bibliotecas que ha tenido ocasión de examinar.

En 1892 visitó este archivo y examinó los Códices, el sabio Jesuíta alemán P. Guido Dreves, escritor de gran nota y censor de libros en el colegio de Exacten, quien recorrió los archivos y bibliotecas de España y de otras naciones, buscando datos para una obra de Liturgia antigua que escribía, y según manifestó los halló de mucho interés en los Códices de esta catedral. Al poco tiempo vino el notable escritor, también Jesuita y alemán, P. Francisco Ehrle, individuo del Consejo Directorio de la Biblioteca del Vaticano, quien visitó esta iglesia y examinó el archivo, al efecto de completar algunas noticias relativas al cisma de Occidente y al llamado Papa Luna, sobre todo lo cual tenía muy adelantada una obra histórica.

En 1894 visitó asímismo este archivo un joven seglar inglés, llamado Arturo S. Hunt, a quien recomendaba para los fines de su viaje literario la Universidad de Oxford, en Inglaterra, según un documento que presentó librado por dicha Universidad. El objeto de este viajero era tomar notas y hacer un índice de los Códices para una obra que sobre esto debía publicarse. Al efecto formó un catálogo numerado, expresando el título del libro o Códice, siglo en que fue escrito según su opinión, y alguna otra particularidad digna de notarse.

Pero el trabajo de más importancia y de mayor mérito respecto a clasificar los Códices, débese a los muy ilustrados Archivistas, el citado P. Enrique Denifle, y D. Emilio Chatelain, francés de nación y Bibliotecario de la Universidad de París. Estos dos notables escritores visitaron el archivo y examinaron los Códices de esta catedral a primeros de septiembre del año 1895. El P. Denifle los conocía perfectamente pues esta era la tercera vez que venía a Tortosa con este objeto. Así se explica el que a pesar de los pocos días que emplearon en su cometido, el trabajo practicado por dichos señores es muy perfecto según veremos.

Se edita en París una publicación titulada «Revista de Bibliotecas, la cual como su nombre indica, tiene por objeto dar a conocer todo lo más notable que contienen las bibliotecas y archivos de Europa. Tal fue el aprecio que aquellos distinguidos escritores hicieron de los Códices de esta catedral, que formaron un Inventario muy completo de todos ellos, clasificándolos por el siglo en que cada uno fue escrito, haciendo sobre muchos Códices observaciones que aunque breves son de grande interés y revelan un criterio superior.

El número de dicha Revista correspondiente a los meses de enero y febrero de 1896, se destinó exclusivamente a dar cuenta de los mismos. Forma un cuaderno que se titula Inventarium Codicum manuscriptorum Capituli Dertusensis.

Le precede, escrito en elegante latín, un prólogo que firman los dos ilustres archivistas. Dicen en él, que era muy grande su deseo de examinar los Códices de esta catedral; y que después de haber inspeccionado el archivo de la de Barcelona, vinieron a Tortosa a primeros de septiembre de dicho año 1895, los días en que esta ciudad estaba engalanada, reinando en ella la mayor animación con motivo de celebrarse las anuales fiestas de la Virgen de la Cinta. Ello no obstante, pudieron satisfacer cumplidamente sus deseos, examinando como querían todos los Còdices de esta catedral.

Después de expresar esto dan una idea general de los Códices y del sitio donde están colocados, pareciéndoles bien los trabajos y dispendios que se han hecho de pocos años a esta parte, a fin de asegurar por largo tiempo la conservación de tan preciosos libros.

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JORNADA QUINTA. NOVELA CUARTA.

JORNADA QUINTA. NOVELA CUARTA.

Ricciardo Manardi es enchampat per micer Lizio de Valbona en la seua filla, en la que se case, y aixina quede en pas en son pare.

Al callá Elisa, les seues compañes van fé moltes alabanses de la seua história. Va maná la reina a Filostrato que parlare ell, que va escomensá dién:
hay sigut emprés tantes vegades per tantes de vatres perque tos vach imposá un assunto de narrassións cruels y que féen plorá, que me pareix que estic obligat a contá alguna cosa per a que ton pugáu enriure una mica; y per naixó, de un amor que no va tindre mes pena que algúns suspiros y una miqueta de temó mesclada en vergoña, y va arribá a bon port, tos contaré una historieta mol curta.
No ha passat mol tems desde que va ñabé a la Romania un caballé mol bo y cortés que se díe micer Lizio de Valbona, a qui, casi agüelo ya, li va naixe una filla de la seua dona que se díe doña Giacomina. Esta filla, mes que les demés de la comarca, al creixe se va fé mol guapa; y com ere la radera que los quedabe al pare y a la mare la volíen mol y la vigilaben en mol cuidado, esperán consertáli un gran matrimoni. Frecuentabe mol la casa de micer Lizio y mol se entreteníe en ell un jove pincho y guapo, que ere de los Manardi de Brettinoro, de nom Ricciardo, del que confiaben micer Lizio y la seua dona tan com si haguere sigut fill seu. Este, una vegada y un atra, habén vist a la jove majíssima y pita y de bones maneres y costums, y ya en edat de péndre home, de ella en ardó se va enamorá, y en gran cuidado teníe ben amagat lo seu amor. La jove sen va acatá, y tamé va escomensá a vóldrel an ell, de lo que Ricciardo estáe mol contén.
Y habén moltes vegades tingut dessichos de díli algunes paraules, y habén callat per temó, sin embargo una vegada, buscán la ocasió y valentía, li va di:
- Caterina, te rogo que no me faigues morí de amor.
La jove va contestá enseguida:
- ¡Vullguere Deu que me faigueres tú morí a mí!
Esta resposta mol plaé y valor li va doná a Ricciardo, y li va di:
- Per mí no quedará res per fé que te agrado, pero a tú te correspón trobá la manera de salvá la teua vida y la meua.
La jove entonses va di:
- Ricciardo, veus lo vigilada que estic, y per naixó no sé cóm podríes víndre a mí; pero si tú veus algo que puga fé sense que me deshonra, dísmu, y yo u faré. Ricciardo, habén pensat moltes coses, de repén va di:
- Dolsa Caterina meua, no vech datre camí per a arribá a tú mes que este: Has de aná a la galería que está a la vora del jardí de ton pare. Si yo sé que tú hi estarás, per la nit me les arreglaré per a arribáy, per mol alta que estigue.
Y Caterina li va contestá:
- Si te demane lo cor víndre allí crec que podré arreglámeles per a dormí allí. Y dit aixó, una sola vegada se van besá amagatóns, y se van separá.
En son demá, están ya prop lo final de mach, la jove va escomensá dabán de la mare a queixás de que la nit passada, per massa caló, no habíe pogut dormí be.
- Va di la mare:
- Filla, pero ¿quina calorina dius? Anit no va fé gens de caló.
Y Caterina li va di:
- Mare, hauríe de di «a mí me va pareixe» y potsé diríeu be, pero hau de pensá que les dones joves són mes fogoses que les dones mes grans.
La Siñora va di entonses:
- Filla, es verdat, pero yo no puc fé la caló o lo fret al meu gust, com tú pareix que voldríes; lo tems ña que patíl com lo donen les estassións; potsé esta nit faigue mes fresqueta y dórmigues milló.
- Vullgue Deu - va di Caterina- , pero no sol passá, que anán cap al estiu, les nits vaiguen refrescánse.
- Pos - va di la Siñora- , ¿qué li farem?
Va contestá Caterina:
JORNADA QUINTA. NOVELA CUARTA. Decamerón, chapurriau, jilguero, cardelina, cagarnera, carduelis
- Si lo pare y vosté volen, yo manaría fé un llitet per a la galería que está a la vora de la seua alcoba, damún del chardí, y dormiría allí sentín cantá les cagarneres; y tenín un puesto mes fresquet, descansaría mol milló que a la alcoba.
La mare entonses va di:
- Filla, cálmat, lay diré a ton pare, y si ell vol aixina u farem.
Sentín micer Lizio a la seua dona, com ya ere agüelo y algo malhumorat, va di:
- ¿Quína cagarnera es eixa en la que vol adormís? La hauré de fé dormí en lo refregá de les chicharres.
Sabén aixó Caterina, mes per enfurruñada que per caló, no va dormí, y tampoc va dixá dormí a sa mare, queixánse seguit de la calorina, aixina que la mare va aná pel matí a parlá en micer Lizio y li va di:
- Micer, vos que voléu mol an esta jove; ¿quín mal tos pot fé que dórmigue an eixa galería? En tota la nit no ha pegat l´ull per la calina, y ademés, ¿tos assombréu de que li agrado lo can de la cagarnera sén com es una criatura? A los joves los agraden les coses que se assemellen an ells.
Micer Lizio, al sentí aixó, va di:
- Vale, ¡que li faiguen un llitet per a que cápigue allí, y que dórmigue allí, y que séntigue cantá a les cardelines hasta que sen farto!
La jove, enterada de aixó, va fé prepará allí un llit; y com habíe de dormí allí la nit siguién, va esperá hasta que va vore a Ricciardo y li va fé una siñal convinguda entre ells, per la que va entendre lo que teníe que fé.
Micer Lizio, sentín que la jove se gitáe, va tancá una porta que donáe de la alcoba a la galería, y sen va aná a dormí. Ricciardo, cuan per tot arreu va sentí les coses tranquiles, ajudánse de una escala va pujá al muro, y después se va agarrá als eixidós de un atre muro. En molta faena (y perill si haguere caigut), va arribá a la galería, aon en silénsio y gran goch va sé ressibit per la jove; y después de mol besás se van gitá juns y durán tota la nit van chalá, fen cantá moltes vegades a la cagarnera. Y sén les nits curtes y lo plaé gran, y ya arribán lo día (en lo que no pensaben), calentats tan per lo bon tems com per lo jugá, sense res damún se van quedá adormits com a socs. Caterina teníe abrassat a Ricciardo, en lo bras dret daball del seu coll y agarránlo en la ma esquerra de eixa cosa que vatres mol tos avergoñiu de nombrá cuan estéu entre hómens. Y dormín de esta manera, sense despertás, va arribá lo día y se va eixecá micer Lizio; y enrecordánse de que la seua filla dormíe a la galería, va obrí la porteta sense fé soroll y se va di an ell mateix:
- Vach a vore cóm ha fet dormí la cagarnera esta nit a Caterina. Y eixín de la alcoba a poquetet, va eixecá la borrassa en la que se cubríe lo llit, y se va trobá a Ricciardo y an ella despullats y destapats dormín de la manera a dal dita. Va coneixe be a Ricciardo, en silénsio sen va aná de allí cap a la alcoba de la seua dona y la va despertá dién:
- Va, dona, rápit, eixécat y vine a vore com la teua filla estabe tan dessichosa de la cagarnera que tan la ha encorregut que la ha pessigat y la té a la ma.
Va di la Siñora:
- ¿Cóm pot sé aixó?
Va di micer Lizio:
- U vorás si vens a escape.
La Siñora, donánse pressa a vestís, en silénsio va seguí a micer Lizio, y arribán los dos juns al llit y eixecada la borrassa claramen va pugué vore doña Giacomina cóm la seua filla habíe agarrat y apretabe la cardelina que tan dessichabe sentí cantá. Per lo que la Siñora, sentínse mol engañada per Ricciardo, va voldre cridáli y díli grans insults, pero micer Francisco li va di:
- Dona, aguántat, no li digues res, perque en verdat, ya que lo ha agarrat, seu sirá. Ricciardo es un jove noble y ric; no pot donámos mes que un bon linache; si vol separás de mí en bons modos tindrá que casás primé en ella, aixina se trobará que ha embutit la carderola a la gábia.
Per lo que la Siñora, consolada, veén que lo seu home no estabe enfadat per neste assunto, y considerán que la seua filla habíe passat una bona nit y habíe descansat be y habíe agarrat la cagarnera, va callá. Y poques paraules se van di después de éstes, hasta que Ricciardo se va despertá; y veén que ya ere de día cla se va tindre per mort, y va despertá a Caterina dién:
- ¡Ay de mí, alma meua! ¿Qué farem ara que ha vingut lo día y me ha pessigat aquí?
An estes paraules, micer Lizio, eixín de la alcoba y alsán la borrassa va contestá:
- Farem lo que pugam.
Cuan Ricciardo lo va vore, li va pareixe que li arrencáen lo cor del pit; y alsánse al llit va di:
- Siñó meu, tos demano mersé per Deu, sé que com home desleal y roín mereixco la mort, y per naixó féu de mí lo que vullgáu, pero tos rogo, si pot sé, que tingáu piedat de la meua vida y no me matéu.
Micer Lizio li va di:
- Ricciardo, aixó no su mereixíe l´amor que te tenía y la confiansa que ficaba en tú; pero ya que ha passat aixina, y que a tan gran falta te ha portat la juventut, per a salvát de la mort y a mí de la deshonra, antes de móuret pren a Caterina per la teua legítima dona, per a que, aixina com esta nit ha sigut teua, u sigue mentres vixque; y de esta guisa podrás conseguí lo meu perdó y la seua salvasió. Si no vols fé aixó, encomana a Deu la teua ánima.
Mentres estes paraules se díen, Caterina va soltá la cagarnera, y despertánse, va escomensá a plorá mol y a demanáli a son pare que perdonare a Ricciardo; y li rogabe a Ricciardo que faiguere lo que micer Lizio volíe, per a que en tranquilidat y mol tems pugueren passá juns nits com aquella. Pero no van fé falta mols rogs, perque, per una part, la vergoña de la falta cometuda y lo dessich de arreglála y, per atra, la temó a morí y lo dessich de salvás, y ademés de aixó l´amor y les ganes de tindre a la dona volguda, de bona gana y sense tardá li van fé di que estabe disposat a fé lo que li habíe dit micer Lizio; per lo que demanánli micer Lizio a la Siñora Giacomina un dels seus anells, allí mateix, sense móures, dabán dels pares de ella, Ricciardo va péndre per dona a Caterina.
Fet aixó, micer Lizio y la seua dona sen van aná, dién:
- Ara descanséu, que potsé u nessessitéu mes que eixecátos. Y una vegada sen habíen anat, los joves se van abrassá la un al atre, y no habén caminat mes que sis milles per la nit, ne van caminá unes atres dos antes de eixecás, y van acabá la seua primera jornada. Después Ricciardo va tindre una ordenada conversa en micer Lizio, y pocs díes después, com conveníe, en presénsia dels seus amics y de los paréns, va torná a desposá a la jove y en gran festa se la va emportá a casa seua, y se van selebrá unes honrades y hermoses bodes, y aixina en ell durán mol tems en pas y tranquilidat, tan cuan va volé va cassá la cardina, tan de día com de nit.

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/ Nota: a la traducsió ix lo Ruiseñor , rossinyol a Catalunya, la cardelina, cagarnera, etc es lo jilguero en castellá. rusignuolo en italiá de Bocaccio. /

Che rusignuolo è questo a che ella vuol dormire? Io la farò ancora addormentare al canto delle cicale.


Che rusignuolo è questo a che ella vuol dormire? Io la farò ancora addormentare al canto delle cicale.


JORNADA QUINTA. NOVELA TERSERA.


JORNADA QUINTA. NOVELA TERSERA.
Pietro Boccamazza se escape en Agnolella; se trobe en uns lladres, la jove fuch per un bosque y es portada a un castell, Pietro es apresat y se escape de mans dels lladres, y después de algúns acsidéns arribe al castell aon estabe Agnolella, se case en ella y tornen a Roma.

No va ñabé dingú que no alabare la história de Emilia. La reina se va girá cap a Elisa y li va maná que continuare; y ella, dessichosa de obeí, va escomensá:
A mí me se fique dabán, encantadores siñores, una roína nit que van passá dos jovenets poc prudéns; pero com se van seguí mols díes felisos, com pegue en lo nostre argumén, to la contaré.
A Roma, que avui es la coa pero abáns va sé lo cap del món, va ñabé un jove de nom Pietro Boccamazza, de familia mol honrada entre les romanes, que se va enamorá de una majíssima y atractiva jove de nom Agnolella, filla de un que se díe Gigliuozzo Saullo, home plebeyo pero mol volgut dels romanos. Y volénla, tan va fé, que la jove va escomensá a vóldrel no menos que ell la volíe. Pietro, espentat per la fiebre del amor, y pareixénli que no habíe de patí mes la dura pena que lo dessich de ella li donabe, la va demaná per dona; aixó, al sabéu sons paréns, van aná aon ell vivíe y li van reprochá mol lo que volíe fé; y per un atra part li van fé di a Gigliuozzo Saullo que de cap manera faiguere cas a les paraules de Pietro perque, si u fée, may mes lo tindríen com amic.
Pietro, veénse lo camí tancat, volíe morís de doló, y si Gigliuozzo u haguere consentit, contra lo gust de tots los paréns que teníe haguere pres per dona a la seua filla; pero com no va sé aixina, se li va ficá al cap que, si a la jove li apetíe, faríe que alló se portare abán, y en cuan va sabé que ella estáe de acuerdo en ell, van probá de fugí de Roma. Y planejat alló, Pietro, un matí, eixecánse mol pronte, jun en ella van montá a un caball y se van atansá cap a Anagni, aon Pietro teníe algúns amics en los que confiabe mol; y cabalgán aixina, no tenín tems de fé les bodes perque se temíen que los perseguiríen, parlán sobre lo seu amor, alguna vegada la un besabe al atre. Va passá que, no coneixén Pietro mol be lo camí, cuan estáen a unes vuit milles de Roma, debén tórse a la dreta, van girá cap a un camí a la zurda; y apenes habíen cabalgat dos milles cuan se van vore prop de un castell desde aon los habíen vist y habíen eixit prop de dotse hómens de armes; y cuan ya estáen bastán prop, la jove los va vore, y quirdán va di:
- ¡Pietro, salvémos, que mos assalten!
Y com va pugué, cap a un bosque grandíssim va girá lo caball, y apretánli les espoles, van aná al galop per aquella espesura. Pietro, que anáe mirán mes la cara de ella que al camí, no sen habíe acatat, com ella, de lo prop que estáen los hómens darmes, y va sé alcansat, aturat y obligat a baixá del caball; y preguntánli quí ere, van escomensá a charrá entre ells y a di:
- Éste es dels amics dels nostres enemics; ¿qué ham de fé mes que tráureli estes robes y péndreli este caball y, per a desagradá als Orsini, penjál de una de estes carrasques? Y están tots de acuerdo en esta dessisió, li habíen manat a Pietro que se despullare; y están ell despullánse, ya adivinán tot lo seu mal, va passá que una cuadrilla de uns vintissing hómens de armes que estaben esperánlos sels van tirá damún cridán:
- ¡Moriréu, hau de morí!
Ells, sorprenguts per alló, van dixá a Pietro y se van ficá a defensás, pero veén que eren mols menos que los assaltáns, van colá, y éstos los van acassá. Veén aixó Pietro, se va di esta es la meua, y rápidamen va arreplegá les seues coses, va saltá al caball y va arreá fugín tan a escape com va pugué per lo camí per aon habíe vist que la jove habíe escapat.
Pero no s´hi vee per aquella espesura, ni trobáe camí ni senda, ni atináe potades de caball. Cuan li va paréixe que se trobáe fora de les mans de aquells que lo habíen apresat y tamé de los atres que habíen atacat als seus assaltadós, com no trobabe a la seua jove, mes triste que cap home, va escomensá a plorá y a cridála per aquí y per allá; pero dingú li contestáe, y ell no se atrevíe a torná cap atrás, y va aná caminán cap abán sense sabé aón pararíe. Per un atra part, teníe temó de les fieres que solen habitá als bosques y de lo que li podíen fé a la seua jove, y se la imagináe estrangulada o escañada per un onso, o degollada per un llop.
Va aná, pos, este desventurat Pietro tot lo día per aquell bosque cridán y donán veus, a vegades anán cap atrás cuan creíe que avansáe; y ya entre lo quirdá y lo plorá y per la temó y per lo llarg dijú, estabe tan rendit, baldat, que no podíe mes. Y veén arribá la nit, no sabén qué fé, va trobá una grandíssima carrasca, va baixá del caball, lo va gigá an ella, y después, per a no sé devorat per les fieres per la nit, va pujá an ella, y poc después va eixí la lluna y se véen tots los estels. Com no se atrevíe a dormí per a no caure, encara que haguere tingut la ocasió, lo doló y los pensaméns que teníe de la jove no li hagueren dixat; per lo que, suspirán y plorán y maleín la seua desventura, velabe. La jove, fuchín com díem abáns, no sabén aón aná mes que aon lo seu caball volíe, se va adentrá tan al bosque que no podíe vore lo puesto per aon habíe entrat; per lo que va fé com Pietro, tot lo día (ara esperán y ara caminán), y plorán y bramán, y dolénse de la seua desgrássia, va aná voltán per aquella selva. Al final, veén que Pietro no veníe, sén ya fosc, va seguí una sendeta, y después de mes de dos milles, desde lluñ se va vore dabán de una caseta. Allí va trobá un bon home agüelet en la seua dona agüeleta, que, cuan la van vore sola, van di:
- Filla, ¿qué fas tú sola an estes hores per este puesto? La jove, plorán, va contestá que habíe perdut la seua compañía al bosque y va preguntá a quina distánsia estabe Anagni.
Lo bon home va contestá:
- Filla meua, este no es camí per a aná cap a Anagni, ñan mes de dotse milles desde aquí.
Va di entonses la jove: - ¿Y aón ñan habitassións aon puguera albergám?
Lo bon home li va contestá:
- Habitassións no ñan a cap puesto aon pugueres arribá abáns de la matinada.
Va di entonses la jove:
- ¿Los aniríe be, ya que a datre puesto no puc aná, tíndrem aquí per l´amor de Deu esta nit?
Lo bon home va contestá:
- Joveneta, que te quedos en natros esta nit mos va be, pero sin embargo volém recordát que per estes comarques de día y de nit van moltes males brigades de amics y enemics que moltes vegades mos fan maleses y gran disgust; y si per desgrássia están tú aquí ne vinguere alguna, y veénte hermosa y jove com eres te molestaren y deshonraren, natros no podríem ajudát, volém díteu per a que después, si aixó passare, no pugues queixát de natros.
La jove, veén que la hora estáe abansada, encara que les paraules la assustaren, va di:
- Si Deu vol, mos guardará a vostés y a mí, y si algo roín me passare, preferixco sé desgarrada per los hómens que despedassada al bosque per les fieres. Y dit aixó, baixán del seu caball, va entrá a la casa dels agüelets, y allí en ells va sopá de lo poquet que teníen, y después se va gitá damún de una márfega; y en tota la nit no va pará de suspirá ni de plorá la seua desventura y la de Pietro, de qui no sabíe qué se podíe esperá.
Cuan va sé casi de día, va sentí un gran soroll de passes de gen; se va alsá y sen va aná a un gran pati que ñabíe detrás de la caseta, y veén allí molta palla, se va amagá entre los feixos, per si aquella gen veníe cap allí, no la trobare tan pronte. Y apenes acababe de amagás del tot cuan aquells, que eren una gran brigada de maleáns, van arribá a la porta de la caseta; y fen obrí y entrán a dins, com habíen trobat lo caball de la jove encara en la cadira ficada, van preguntá quí ñabíe allí.
Lo bon home, no veén a la jove, va contestá:
- No ña dingú mes que natros, pero este caball, que se li ha escapat an algú, va arribá ahí per la tarde y lo vam embutí a casa per a que los llops no sel minjaren.
- Pos - va di lo comandán de la compañía - bo sirá per a natros, ya que no té amo.

Se van escampá tots los rufiáns per la caseta, uns cap al pati, y van dixá an terra les llanses y los escuts de fusta. Va passá que un de ells, no sabén qué fé, va aviá la llansa cap al mun de palla, y va está a pun de matá a la jove amagada. La llansa la va tocá a la vora de la mamella esquerra, lo ferro li va esgarrá lo vestit y va está a pun de bramá de temó, pero enrecordánsen de aón estabe, se va quedá callada y coteta. La brigada habíe anat agarrán los cabridets y la carn, van minjá y beure, sen van aná a lo seu y se van emportá lo caball de la jove. Y cuan estáen ya bastán lluñ, lo bon home li va preguntá a la dona:
- ¿Qué ha sigut de la jove que ahí de nit va arribá aquí, que no la hay vist desde que mos ham eixecat?
La bona dona va contestá que no u sabíe, y van está buscánla. La jove, sentín que aquells sen habíen anat, va eixí de la palla, y lo bon home, mol contén, veén que no habíe caigut a les mans de aquells bandidos, cuan se fée de día, li va di:
- Ara que ve lo día, si vols te acompañarém hasta un castell que está a cinch milles de aquí, y estarás a un llochsegú; pero tindrás que víndre a peu, perque aquella gen roína
s´ha emportat lo teu caball.
La jove, sense preocupás per naixó, li va rogá que la portaren al castell; allí van arribá cap a la mitat de tercia. Ere lo castell de un dels Orsini que se díe Liello de Campodiflore, y estabe allí la seua dona, que ere una siñora boníssima y santa; y veén a la jove, rápidamen la va reconéixe y la va ressibí en festes, y va vóldre sabé cóm habíe arribat allí. La jove lay va contá tot.
La siñora, que coneixíe tamé a Pietro, com amic del seu home que ere, se va apená del cas, y sentín aón habíe sigut aturat, va pensá que lo hauríen matat allí. Li va di entonses a la jove.
- Ya que no saps res de Pietro, te quedarás aquí en mí hasta que puga enviát a Roma en seguridat.
Pietro, están damún de la carrasca, lo mes triste que pot estás, va vore víndre uns vin llops, y estos en cuan van vore lo caball lo van voltá. Sentínlos lo caball, eixecán lo cap, va trencá les riendes y va volé escapás, pero com estáe rodejat no podíe, y un bon rato en les dens y en les potes se va defensá. Al final va sé abatut, destripat y destrossat, y minján tots, no van dixá mes que los ossos, y sen van aná. Pietro, a qui li pareixíe tíndre en lo caball una compañía y un apoyo de les seues penes, mol se va acoquiná y se va imaginá que may mes podríe eixí de aquell bosque; y sén ya casi de día, carpidet, morínse de fret a la carrasca, com tot lo rato mirabe pels voltáns, va vore prop lo que pareixíe una gran foguera; per lo que, al fés de día cla, baixán no sense temó de la carrasca, se va adressá cap a allí, y al voltán del foc va trobá uns pastós que minjáen y se divertíen, per los que per compassió va sé arreplegat. Y después de habé minjat be y habés escofat, los va contá la seua desventura y cóm habíe arribat sol allí. Los va preguntá si an aquell puesto ñabíe alguna vila o castell aon puguere aná. Los pastós li van di que a unes tres milles de allí podríe trobá lo castell de Liello de Campodiflore, aon al presén estabe la seua dona. Pietro se va ficá mol contén, y los va demaná que algún de ells lo acompañare hasta lo castell, y dos de ells u van fé de bon grado. Arribat an ell Pietro, va trobá allí a un conegut seu, y com tratáe de buscá a la jove pel bosque, lo va maná cridá la siñora. Ell va aná enseguida cap an ella, y al vórela en Agnolella, se va ficá tan contén que may datre u ha estat tan com ell.
Volíe aná a abrassála, pero la vergoña per está allí la siñora no lo dixabe. Si ell se va alegrá mol, la alegría de la jove al vórel no va sé menos. La noble siñora, ressibínlo y escoltán lo que li habíe passat, lo va renegá mol per lo que volíe fé en contra del gust dels seus paréns; pero veén que estabe determinat an alló y que li agradabe a la jove, se va di:
- ¿De qué me preocupo yo? Éstos se volen, éstos se coneixen; cada un de ells es amic del meu home, y lo seu dessich es honrat, y crec que tamé u vol Deu, ya que un s´ha escapat de la forca y l´atre de la llansa, y los dos de les fieres salvaches; que se faigue aixina com volen.
Y giránse cap an ells los va di:
- Si aixó teníu al ánim, sé dona y home, que se faigue, y que les bodes aquí se preparon a expenses de Liello: la pas, después, entre vatros y los vostres paréns be sabré féla yo. Contentíssim Pietro, y mes Agnolella, se van casá allí, y tan be com se pot fé a la montaña, la noble Siñora va prepará les seues honrades bodes, y allí van tastá los primés fruits del seu amor. Al cap de uns díes, montán a caball, y ben acompañats, van torná cap a Roma, aon van trobá mol enfadats als paréns de Pietro per lo que habíe fet, pero se va fé la pas, y van viure mol descansats hasta que van sé agüelets.

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