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JAIME I HEREDA LA ESPADA TIZONA


119. JAIME I HEREDA LA ESPADA TIZONA(SIGLO XIII. MONZÓN)

Un día como tantos otros, paseaban por los alrededores de Monzón un grupo de templarios y dos niños. Eran éstos el príncipe Jaime —huérfano y heredero del rey Pedro II, que había muerto en Muret— y su primo Ramón, conde de Provenza.

El papa Inocencio III, para evitar que Simón de Monfort (el gran enemigo de Pedro II) pudiera hacer daño a Jaime, encomendó al infante-niño a don Guillén de Montrodó, maestre del Temple, encargándole de su educación tanto en las letras como en los secretos de las armas. El castillo de Monzón se convirtió así en la auténtica escuela del futuro Jaime I el Conquistador.

Anduvieron hasta llegar a la ermita de la virgen de la Alegría y al regreso se detuvieron a beber agua en la fuente del Saso, cerca de la ermita de san Vicente y santa Quiteria, donde un monje hacía vida eremítica.

JAIME I HEREDA LA ESPADA TIZONA (SIGLO XIII. MONZÓN)
fuente del Saso, Monzón.

Al verlos, el eremita se acercó a la comitiva y, dirigiéndose a Jaime, le dijo que se fijara en la espada que llevaba colgada el maestre Montrodó. Era la espada Tizona que blandiera en su día el Cid, y que había llevado a Monzón la hija de éste, Cristina, cuando en 1098 se había casado con el señor de Monzón, Ramiro Sánchez.


Hizo el monje que Jaime tomara la espada y que la introdujera en el remanso acuoso de la fuente como para templarla. Luego le dijo que se la ofreciera a santa María de Lascellas. Con su patrocinio, aquella espada sería fuente de muchas venturas y valentía.

Jaime creció en edad y fue coronado como Jaime I, rey de Aragón. Abandonó Monzón e inició su reinado. Pero cuando comenzó la reconquista de Valencia, acordándose de las palabras del eremita, mandó mensajeros al castillo montisonense para que le enviaran, junto con sus joyas, la famosa espada Tizona, que alternó con las espadas Villardell y San Martín.

[Castillón, Francisco, El santuario dela Virgen de la Alegría de Monzón, págs. 79-81.]

https://es.wikipedia.org/wiki/Tizona

La Tizona o Tizón es una de las espadas (junto a la Colada) que la tradición o la literatura atribuye al Cid Campeador. Según el Cantar de mio Cid (compuesto hacia 1200) la Tizón (su nombre hasta el siglo XIV)​ pertenecía al rey Búcar de Marruecos y el Cid se la ganó en Valencia.

Al igual que sucede con la otra espada que el Cantar de mio Cid y la tradición posterior atribuye Más tarde hubo una común opinión que identificaba la espada de Jaime I de Aragón el Conquistador, llamada Tisó, con la que se atribuye en el cantar de gesta al héroe castellano, pero se trata de otra creencia legendaria, pues en el Llibre dels fets (autobiografía del rey aragonés), donde se comentan con detalle aspectos de la Tisó, no se habla del origen cidiano de ninguna manera, por lo que lo más probable es que se trate de una coincidencia en el nombre de la espada. Además, la Tisó de los reyes de Aragón procedía de Ramón Berenguer I, que poseía esta espada hacia 1020. Esto hace difícil que la espada pasara de los condes de Barcelona al Cid y luego volviera a poder de la Casa de Aragón, y es más lógico pensar que la Tisó siempre perteneció a esta Casa.

Hay otras varias Tizonas a las que se les ha atribuido ser la del Cid. Una de ellas figuraba en el inventario de los tesoros de la cámara regia de Castilla que fueron enajenados por Álvaro de Luna, recuperados en 1452 y localizados en un inventario de 1503 en el alcázar de Segovia. En dicho inventario se describía «una espada que se dice Tizona, que fue del Cid; tiene una canal por medio de amas partes, con unas letras doradas; tiene el puño e la cruz e la mançana de plata, e en ella castillos e leones de bulto [='en relieve'], e un leoncico dorado de cada parte de la cruz en medio; e tiene una vaina de cuero colorado, forrada de terciopelo verde». Esta espada era ceremonial, por los detalles de su guarnición (que reflejan la heráldica castellana) y pertenecería a algún miembro de la realeza de Castilla o de su familia; tras esta mención no hay más noticias, aunque se piensa que la hoja de espada con número de inventario G. 180 de la Real Armería de Madrid pudiera pertenecer a la espada descrita en 1503.

JAIME I HEREDA LA ESPADA TIZONA (SIGLO XIII. MONZÓN)


Otra presunta Tizona estuvo en poder de los marqueses de Falces, a quienes llegaría entregada en custodia por Fernando II de Aragón el Católico, más específicamente a la familia Velluti. Se conservaba desde por lo menos el siglo XVII en el Castillo palacio de Marcilla. Es esta la espada que se depositó en el Museo del Ejército de Madrid, aunque actualmente se expone en el Museo de Burgos, junto con otros objetos presuntamente vinculados al Cid. Es un arma de 1,153 kg. Su hoja tiene 933 mm de longitud en total (con filo 785 mm) y 43 mm de ancho máximo. La acanaladura del centro mide 336 mm.

En este canal está grabada la leyenda
«IO SOI TISONA FUE FECHA EN LA ERA DE MILE QUARENTA»
(«Yo soy Tizona. Fue hecha en la era de 1040 (año 1002)») por una de las caras y por la otra «AVE MARIA GRATIA PLENA DOMINUS MECUM [sic]». Su guarnición tiene el pomo plano, el puño largo y cónico, forrado de alambre de hierro, el arriaz es curvo y las patillas tienen pitones. Todo ello responde a una tipología que data de fines del siglo XV. La inscripción es claramente falsa; por ejemplo, la palabra Tizona se difunde solo a partir del siglo XIV, frente a Tizón, que es el término con que se la nombra en las fuentes más antiguas. Menéndez Pidal considera que esta espada es una falsificación del siglo XVI. Otros autores, como Bruhn, postularon que la hoja puede ser la de la también apócrifa Colada que se describe en el mismo inventario de 1503. Las recientes investigaciones de la Universidad Complutense de Madrid, publicadas en 2001, señalan que la hoja es del siglo XI; sin embargo el Conservador de la Real Armería Álvaro Soler del Campo indica que la hoja está formada por tres piezas soldadas y que su tipología es la misma que la de la empuñadura, guarnición y el epígrafe, que son de época de los Reyes Católicos. Todo indica, por lo tanto, que pese a lo dicho por la Universidad Complutense, se trata de una falsificación de época bastante posterior, aunque se pudieron utilizar fragmentos de hoja de espada del siglo XI para componerla.


El rey Fernando el Católico le entregó la espada al Condestable mosén Pierres de Peralta (Pedro de Peralta y Ezpeleta), primer Conde de Santisteban de Lerín, Barón de Marcilla y abuelo del primer marqués de Falces, por los servicios prestados por este en las negociaciones que permitieron su matrimonio con Isabel de Castilla. Esta espada permaneció hasta el siglo XX custodiada por los marqueses de Falces en el castillo palacio de Marcilla. Se describe la espada así: «Con empuñadura de hierro totalmente negro, hoja de dos filos, delgada, tersa, y flexible».

Después de la Guerra Civil, la espada que conservaban los marqueses de Falces, y que posteriormente estuvo depositada en el Museo del Ejército de Madrid, se trasladó, junto con todo el inventario de esta institución, a su nueva sede del Alcázar de Toledo. El propietario José Ramón Suárez del Otero, marqués de Falces, ofreció su venta al Ministerio de Cultura, que rechazó la compra por no existir constancia histórica de que realmente perteneciera al Cid y por el elevado precio exigido por el propietario (los informes del ministerio la tasaron entre 200.000 y 300.000 euros, según la agencia de noticias Reuters).

Finalmente, la Junta de Castilla y León y la Cámara de Comercio e Industria de Burgos pagaron en el 2007 1.600.000 Euros al marqués de Falces por la espada.6​7​ Se esperaba que su destino final fuese la catedral, donde se encuentra actualmente el sepulcro del Cid y de su mujer Jimena, así como otros recuerdos cidianos como su carta de arras de 1079 por el que sustituye las que le había otorgado antes de 1076 por su matrimonio​ y el llamado «cofre del Cid» con el que, según la creencia popular, el Cantar de mio Cid engañó a los judíos Raquel y Vidas; pero acabó siendo expuesta en el Museo de Burgos. El arma fue declarada Bien de Interés Cultural en 2002.

En 2013 el marqués de Falces fue condenado a pagar 750.000 euros del dinero recibido de las instituciones públicas de Castilla y León, a la familia del pescador luarqués Salustiano Fernández Suárez y su mujer Jacinta Méndez, declarados sus herederos universales por el último de los sucesores de quienes recibieron la espada en depósito: Pedro Velluti Murga, muerto soltero sin descendencia, ciego, a quien la familia Suárez había cuidado en sus últimos treinta años de vida, los diez últimos en el domicilio de la familia en Luarca.10​ Sin embargo, en noviembre de 2016 el Tribunal Supremo revocó dicha sentencia, otorgándole la razón nuevamente al Marqués de Falces.

La primera referencia a la Tizona aparece en el Cantar de mio Cid, donde se la llama Tizón. Este nombre, según el Tesoro de la lengua castellana o española de 1611, proviene del latín titio, un sinónimo de 'brasa, leño ardiente' (teó en chapurriau)

En el antiguo poema de ficción Cantar de Mio Cid, la Tizona tiene personalidad propia, ya que su fuerza varía según el brazo que la esgrime, aterrorizando a los adversarios indignos. Mientras la Tizona está en posesión de los infantes de Carrión, estos desdeñan su fuerza. Tras la afrenta de Corpes, el Cid recupera sus espadas y entrega la Tizona a Pedro Bermúdez para su duelo con el infante Ferrán González. Este se declara vencido antes del combate a espada, atemorizado al ver a Pedro Bermúdez desenvainar la Tizona:

Él dexó la lança, e mano al espada metió;
cuando lo vio Ferrán Gonçález, conuvo [reconoció] a Tizón,
antes qu'el colpe esperasse dixo: —¡Vençudo só!—

Cantar de mio Cid, versos 3642–3645. Edición de Montaner Frutos (2011:213-214).

Marrero Cabrera, Juan Antonio: «La Tizona en Palacio», en MILITARIA. Revista de Cultura Militar, 2000, pp. 157–167.

http://147.96.1.15/BUCM/revistas/amm/02148765/articulos/MILT0000110157A.PDF

Montaner Frutos, Alberto (ed. lit., estudio y notas), Cantar de mio Cid, Barcelona, Galaxia Gutenberg; Real Academia Española, 2011.
ISBN 978-84-8109-908-9


https://www.caminodelcid.org/cid-historia-leyenda/cantar-mio-cid/


L'espasa de Vilardell és una de les espases de virtut o folklòriques més famoses de Catalunya, tal com reflecteix Martí de Riquer al seu llibre Llegendes històriques catalanes. És potser la llegenda més potent i més ben girada de l'imaginari català, equivalent a la famosa espada Excàlibur de la llegenda del Rei Artús.


LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA


114. LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA (SIGLO XIII. ROMA)

Pedro II, rey de Aragón, hizo un viaje que hoy llamaríamos de Estado a Roma, cuando ya llevaba gobernando los destinos del reino desde hacía ocho años. Allí, ante el Papa y con la intervención de éste, fue coronado solemnemente rey de los aragoneses.

De lo que ocurrió en Roma, así como del acto de la coronación efectuada por Inocencio III, pronto comenzaron a correr versiones y noticias de todo tipo, algunas no exentas de cierta verosimilitud.

Parece ser que, según la leyenda naturalmente, era costumbre que el papa, para poner de mayor relieve la dignidad pontificia, colocaba la corona sobre la cabeza de los reyes coronados con los pies, en lugar de hacerlo, como parece lógico, con las manos.

Pedro II, que se enteró de esta curiosa costumbre protocolaria cuando se hallaba en Roma, la estimó algo vejatoria y humillante para cualquier autoridad secular, por modesta que fuera, pero sobre todo para el representante de un reino tan importante como el aragonés. Ideó entonces cómo evitar pasar por el trance sin que ello molestara al pontífice.

Tras barajar varias alternativas con sus asesores, Pedro II se decidió finalmente por la de confeccionar una corona de pan blando, con escasa corteza, que hizo elaborar y cocer el mismo día en que iba a tener lugar el acto de la solemne coronación.

Se preparó con todo detalle la ceremonia, a la que acudieron, aparte de los representantes vaticanos, no sólo la delegación aragonesa, sino también embajadores de otros Estados. Tras el rey Pedro II, un camarlengoportaba una bandeja con la corona de pan encima. El salón era todo luz.

Cuando llegado el momento de la coronación Inocencio III se descalzó y quiso tomar el pan con los pies para proceder como era costumbre, se vio imposibilitado para manejar la corona de pan blando, de modo que se vio obligado a tomarla con las manos para colocarla en la cabeza de Pedro II.

[Blancas, Jerónimo, Comentarios a las cosas de Aragón, pág. 5.

A la memoria de Jerónimo de Blancas, cronista del Reino de Aragón
https://archive.org/details/comentariosdela00blangoog/

Palacios, Bonifacio, La coronación de los Reyes de Aragón, 1204-1410, pág. 23.]



LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA


Pedro II de Aragón el Católico en un acto feudal en febrero de 1198. Es la única imagen contemporánea al rey de Aragón que se conoce. Aparece sentado en el trono y coronadoLiber feudorum Ceritaniae (1200-1209).

Pedro II, Osca, als presentz, fuero, bando, occitano aragonés


Pedro II de Aragón, apodado «el Católico» (Huesca, julio de 1178a​-Muret, actual Francia, 13 de septiembre de 1213), fue rey de Aragón (1196-1213), conde de Barcelona (como Pedro I, 1196-1213) y señor de Montpellier (1204-1213). Era hijo de Alfonso II el Casto de Aragón y Sancha de Castilla.


Nació, casi con toda probabilidad en el mes de julio de 1178 en Huesca, ciudad en la que estaba su padre Alfonso II que ese mismo mes otorgó al menos dos documentos. Recibió el bautismo en la catedral de Huesca. Su infancia transcurrió en la capital altoaragonesa criado por su ama Sancha de Torres.

Pedro II gobernó como rey de Aragón, conde de Barcelona y señor de Montpellier; según Iglesias Costa esto suponía asumir el reconocimiento sobre Sobrarbe y Ribagorza, aunque esos títulos se omitieron desde Alfonso II.b​ Estos eran antiguos condados ya unidos al Reino de Aragón en tiempos de Ramiro I.

En líneas generales, el reinado de Pedro II estuvo dedicado a la política en los territorios transpirenaicos con limitados resultados y finalmente fracasada, lo que, aparte de la merma crónica de recursos financieros y el endeudamiento de la corona durante su reinado, determinó una menor atención a la frontera hispánica, logrando apenas alguna posición avanzada en territorio andalusí, como Mora de Rubielos (1198) Manzanera (1202) Rubielos de Mora (1203), Camarena (1205) y Serreilla, El Cuervo, Castielfabib y Ademuz (1210)​ si bien desempeñó un papel político de apoyo a una acción cristiana conjunta que frenara la fuerza del poder almohade en la península, y participó activamente junto a Alfonso VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra en la campaña que culminó en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, un triunfo cristiano, según muchos decisivo, y de gran resonancia ya en aquellos momentos.

Pedro II renovó la infeudación o vasallaje de Aragón a San Pedro (al igual que ya hicieran tiempo atrás Sancho Ramírez y Pedro I) con su coronación por el papa Inocencio III en el monasterio de San Pancracio de Roma en noviembre de 1204, adquiriendo también el compromiso de la concesión al Papado de una suma anual.​ Esta política de legitimación papal le convirtió en el primer monarca del reino que fue coronado y ungido. A partir de él y por concesión de la Santa Sede en bula dictada el 6 de junio de 1205, los monarcas aragoneses debían ser coronados en la Seo de Zaragoza de manos del arzobispo de Tarragona tras solicitar la corona al Papa (formalidad que implicaba el permiso de Roma), haciéndose extensiva esta prerrogativa a las reinas en 1206.

Casado en 1204 con María de Montpellier, un matrimonio guiado por sus intereses en el mediodía francés que le proporcionó la soberanía sobre la ciudad de Montpellier, su escasa vida marital estuvo a punto de crear una situación de crisis sucesoria por falta de heredero. La reina María dio finalmente un hijo, Jaime I, que garantizó la continuidad de la dinastía aunque hubo un intento de divorcio, que el Papa no concedió, para casarse con María de Montferrato, heredera nominal del reino cruzado de Jerusalén, por entonces inexistente ya en la práctica.

Murió el 13 de septiembre de 1213 en la batalla de Muret, cerca de Toulouse.

https://historiaragon.com/2017/09/12/la-batalla-de-muret/


occitania, Aragón, 1213
occitania, Aragón, 1213
Pedro II no renunció a la política en Occitania y con él se dan, a la vez, la culminación y el fracaso de esa política en la Corona de Aragón que, heredada de la casa condal de Barcelona desde el siglo xi y las campañas con ayuda de magnates ultrapirenaicos de Alfonso I de Aragón, su padre Alfonso II había acrecentado en su doble condición de Rey de Aragón y Conde de Barcelona.

Ramón Berenguer I había iniciado, en oposición a los condes de Tolosa, una política de penetración en Occitania del condado de Barcelona con la adquisición de los territorios de los condados de Carcasona y Rasés (más tarde perdidos a manos de los Trencavel), que continuó en el siglo xiii con Ramón Berenguer III y IV, consolidando su posición en la zona como condes de Provenza y obteniendo, entre 1130 y 1162, el vasallaje de numerosos señores en la zona.

Alfonso II, en el contexto de la expansión almohade (que actuaba de freno a la expansión hacia el sur en la Península Ibérica), pero ahora también como primer soberano titular de la Corona de Aragón (lo que le proporcionaba una base de poder territorial más amplia) había reforzado su presencia en Occitania frente al expansionismo del condado de Tolosa y estuvo «a punto de crear un reino pirenaico que englobara las cuencas del Ebro y del Garona». Pedro II será quien con más decisión lo intentará hacer realidad, culminando la tradición dinástica occitana ahora en un nuevo contexto de alianzas ante el intento de expansión en la zona de otra monarquía rival, los capetos.

Pese a que el condado de Provenza, perteneciente a la Casa de Aragón-Barcelona, había sido asignado a su hermano Alfonso II de Provenza, Pedro II mantuvo su actividad en aquel complejo tablero de intereses marcado por su atomización política, el intento de expansión francesa sobre ella, el desarrollo del catarismo y los consiguientes conflictos con el papa Inocencio III, interesado en erradicarlo e imponerse en la zona.

En 1200 concertó el matrimonio de su hermana Leonor y Raimundo VI de Tolosa. En un concilio en Bagnères-de-Luchon de 1201, Bernardo IV de Cominges se hizo vasallo del rey de Aragón, a cambio de la entrega del Valle de Arán, que pertenecía al rey católico. En 1202 se celebró la boda del conde de Tolosa con la infanta Leonor.
En 1204, Pedro II se casó con María, heredera del conde de Montpellier, teniendo además, como vasallo, a Ramón-Roger Trencavel, vizconde de Béziers y Carcasona. Ese mismo año intervino en la zona forzando una paz entre su hermano, el conde de Provenza, y el conde de Forcalquier, aliado de Pedro II.


Asimismo se hizo feudatario de la Santa Sede en noviembre de ese mismo año, sin duda con las miras puestas en jugar un papel político en la zona desde una posición de preeminencia y legitimidad, en su condición de rey coronado por el Papa y distanciado del catarismo, contra el que tanto en Provenza como en Montpellier se tomaron algunas medidas, teniendo que sofocar en esta última ciudad una revuelta en 1206.

Por otro lado, interesado en una alianza con el Sacro Imperio Romano Germánico, comprometió a otra de sus hermanas, Constanza, con el rey de Sicilia Federico II Hohenstaufen, matrimonio que se culminó en 1210, para ser en 1212 coronadas como emperadores del Sacro Imperio.

A lo largo de los siglos xii y xiii, la influencia del catarismo, una herejía cristiana con orígenes en Asia Menor y los Balcanes (paulicianos y bogomilos), se había ido extendiendo en el occidente latino y consolidado con fuerza en la llamada Occitania o territorios del actual mediodía francés, donde se estructuró una Iglesia cátara con varios obispados y cuyo epicentro era la zona de la ciudad de Albí, por lo que también se lo denomina movimiento albigense. La situación de coexistencia con esta iglesia rival, tolerada por los poderes de la zona (situación favorecida por la atomización del poder político y la ausencia de un centro de poder efectivo en Occitania, nunca logrado por el condado de Tolosa), amenazaba allí la hegemonía de la Iglesia romana.

Al mismo tiempo, la prosperidad occitana despertaba la ambición expansionista de la monarquía francesa de los Capetos y de sus baronías de la Isla de Francia, dispuestos a servirse de cualquier argumento para intervenir en los territorios de la Langue d'oc. Por su parte, Inocencio III encontró en la monarquía francesa el medio más favorable de atajar la «herejía» y reducir a sus prosélitos a la obediencia a Roma, por lo que se mostró siempre complaciente y predispuesto a favorecer las empresas del rey francés, a quien también apoyará en la batalla de Bouvines y en sus conflictos con Inglaterra. De esta comunión de intereses surgió la cruzada contra los albigenses que se empezó a fraguar a inicios del siglo xii y que finalmente el papa predicó en toda la cristiandad latina, con especial éxito en la Isla de Francia, legitimando al monarca francés en su política expansiva al enviar contra los territorios occitanos –considerados heréticos por Roma– un poderoso ejército mandado por Simón de Montfort bajo la denominación de Cruzada.






Dinero de Pedro II de Aragón (1205-1213). Anverso: Busto del rey coronado. Leyenda: PETRO REX. Reverso: Cruz procesional sobre vástago con florituras de ramas a los lados o «arbor ad modum Floris» (mal llamada "Encina de Sobrarbe", como se interpretó desde el siglo XVI). Leyenda a ambos lados del vástago: ARA-GON.

Dinero de Pedro II de Aragón (1205-1213). Anverso: Busto del rey coronado. Leyenda: PETRO REX. Reverso: Cruz procesional sobre vástago con florituras de ramas a los lados o «arbor ad modum Floris» (mal llamada "carrasca o encina de Sobrarbe", como se interpretó desde el siglo XVI). Leyenda a ambos lados del vástago: ARA-GON.

El acontecimiento que desató el conflicto fue el asesinato en enero de 1208 de Pierre de Castelnau, enviado a Toulouse como legado papal para mediar en nombre de Roma, que indujo al Papa a excomulgar al conde de Toulouse y promulgar la cruzada contra los albigenses.

La guerra «relámpago» en 1209 se dirigió inicialmente contra los vizcondados de la dinastía occitana Trencavel, donde se produjo la brutal toma de Béziers, con una matanza generalizada sin distinción de credo que quedó luego ilustrada en la célebre frase atribuida por las crónicas al legado papal Arnaud Amaury.​ Esta fase inicial de la cruzada acabó con el sitio y la subsiguiente toma de la ciudad de Carcasona en el verano de 1209, tras lo cual le fueron otorgadas al cruzado francés Simón de Montfort, por el propio legado papal, las tierras sometidas de la familia Trencavel. Desde sus nuevas posesiones mantendría una política de ataques y asaltos a los señoríos de la zona incluido el fracasado intento de toma de Toulouse en 1211 y comenzaba la persecución y quema de cátaros a través de la Inquisición, creada expresamente por Roma en 1184 con el objetivo de erradicar la llamada herejía cátara o albigense.

La situación creada generó entre los poderes occitanos un sentimiento de amenaza y repulsa ante la intervención francesa y la cruzada que era propicio para que Pedro II el Católico, como rey y vasallo del papado desde 1204, pudiera obtener una posición de prestigio en la zona actuando como intercesor ante el papado y protector ante Simón de Montfort (ya en la toma de Carcasona de 1209 evitó una matanza negociando con los cruzados una expulsión de los cátaros), prestigio acrecentado con su participación exitosa contra los musulmanes en las Navas de Tolosa. Habiendo obtenido el vasallaje del conde de Toulouse, Raimundo VI, y de otros poderes de la zona, desplegó una política de pacificación concertando el matrimonio de su hijo, el futuro Jaime I, con la hija de Simón de Monfort, entregándole a este, como garantía, la tutela del joven príncipe y único heredero del linaje, que permaneció en Carcasona. Asimismo negoció con Arnaud Amaury, ahora obispo de Narbona y también presente en la campaña de las Navas, la convocatoria de un sínodo en Lavaur para intentar la reconciliación.

Tras el fracaso de la reconciliación entre occitanos y Simón de Montfort, Pedro II se declaró protector de los señoríos occitanos amenazados y de Toulouse. Pese a que su hijo permanecía bajo tutela en poder de Simón de Montfort y la excomunión de Inocencio III, que había optado finalmente por apoyar la causa francesa, reunió finalmente un ejército en sus reinos y territorios peninsulares con el que pasó los Pirineos y junto a los aliados occitanos puso cerco a la ciudad de Muret, donde acudió Simón de Montfort. Partiendo de una situación ventajosa en cuanto a fuerzas y avituallamientos, en la campaña, parece ser, sus huestes actuaron con precipitación y desorganización sin esperar la llegada de todos los contingentes. Resultaría muerto al ser aislado por los caballeros franceses en un combate en el que el rey ocupaba una posición de peligro en la segunda escuadra, en lugar, según era lo habitual, de situarse en la retaguardia. La muerte del rey trajo el desorden y la desbandada entre las fuerzas tolosano-aragonesas y la consiguiente derrota.​ Muret supuso el fracaso y abandono de las pretensiones de la Corona de Aragón sobre los territorios ultrapirenaicos y, según el autor Michel Roquebert, el final de la posible formación de un poderoso reino aragonés-occitano que hubiera cambiado el curso de la historia de Francia y España.

Excomulgado por el mismo Papa que lo coronó, permaneció enterrado en los Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el Papa Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real del Monasterio de Santa María de Sigena en Huesca, donde fue enterrado fuera del recinto sagrado.

Muerto Pedro II, Simón de Monfort mantenía aún en custodia a Jaime, el heredero al trono, que había quedado en ese mismo año de 1213 huérfano de padre y de madre, al morir también la reina María de Montpellier con solo 33 años en Roma, donde había viajado para defender la indisolubilidad de su matrimonio.

Ante esta situación, los nobles aragoneses y catalanes posiblemente solicitaran la restitución del joven heredero a Simón de Montfort. Se envió una embajada del reino a Roma para pedir la intervención de Inocencio III quien, en una bula y por medio del legado Pedro de Benevento, exigió contundentemente a Simón de Montfort la entrega de Jaime que se produjo finalmente en Narbona en la primavera de 1214, donde le esperaba una delegación de notables de su reino, entre los cuales se encontraba Guillem de Montredon, maestre del Temple en Aragón encargado de su tutela.

Siendo un niño, Jaime I de Aragón cruzará por primera vez los Pirineos para ser, junto a su primo, Ramón Berenguer V de Provenza, formado y educado con los templarios de Aragón en Monzón, deteniéndose antes en Lérida, donde le juran fidelidad unas Cortes conjuntas de Aragón y Condado de Barcelona.



LA MUERTE DE RAMIRO II


112. LA MUERTE DE RAMIRO II (SIGLO XII. ECHO)

Ramiro II el Monje, rey de Aragón, para liberarse de las múltiples tensiones diarias que le producía el gobierno del reino, tenía la costumbre de ir a cazar al monte acompañado siempre por su primer ministro y por algunos monteros que les servían de guía y ayuda.

Uno de aquellos días de otoño, hallándose por las inmediaciones de Siresa que tanto le gustaban al rey, fueron ambos a cazar por la cercana selva de Oza.
valle de hecho selva oza

Uno de aquellos días de otoño, hallándose por las inmediaciones de Siresa que tanto le gustaban al rey, fueron ambos a cazar por la cercana selva de Oza. Se pusieron en camino y, poco después de iniciar el ascenso por la ladera, escucharon repetidamente unos gemidos. Alentados por la posibilidad de hallar una buena pieza, sorteando las muchas dificultades del terreno, se encaminaron hacia el lugar de donde provenían.

De repente, en medio de uno de los pequeños claros del bosque, divisaron un osezno agazapado que había sido abandonado a su suerte por su madre.

Inmediatamente, tanto el rey como su acompañante tensaron los arcos y dispusieron las flechas para ser lanzadas. Cuando ambos estaban ya apuntando a la desvalida cría, ésta les suplicó con voz humana que no la mataran, pues, argumentaba, no eran los osos quienes perseguían los rebaños y se comían el ganado, sino los lobos y los zorros.
Ramiro II reconoció o creyó reconocer inmediatamente en aquella voz los lamentos que escuchara en un sueño que había tenido la noche anterior, aunque nada había dicho de ello a nadie, y trató de evitar a toda costa que su acompañante disparara la flecha que tenía dispuesta, interponiéndose de manera instintiva entre el primer ministro y el animal para tratar de proteger a éste. Todo ello sucedió en un instante, de modo que la flecha del arco del primer ministro salió rauda e imparable con tan mala fortuna que fue a clavarse en el pecho desprotegido del monarca, que cayó gravemente herido.

Aunque el rey fue atendido en el acto por el primer ministro y los monteros que les acompañaban, nada pudieron hacer prácticamente. Ramiro II el Monje, el rey de los aragoneses, había muerto.

[Serrano Dolader, Alberto, Historias fantásticas..., pág. 94.]



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RAMIRO II SE ENFRENTA A ROLDÁN


111. RAMIRO II SE ENFRENTA A ROLDÁN (SIGLO XII. HUESCA)

De todos es conocido cómo Ramiro II el Monje, nombrado rey de Aragón tras la crisis política y dinástica producida por la muerte de su hermano Alfonso I, tuvo enfrentamientos con buena parte de la nobleza del reino, algunos de los cuales desembocaron en la trágica jornada de la «Campana de Huesca». Entre los más encarnizados enemigos del rey se encontraba un descendiente del famoso Roldán, el compañero de Carlomagno, aquel que en el siglo VIII abrió con su espada la honda «brecha de Roldán» en nuestro pre-Pirineo.

El Roldán del siglo XII, enemigo personal de Ramiro II y de su política, extendía su influencia en buena parte de la Sierra de Guara, cuyas quebradas tierras conocía como nadie. Sin embargo, fue en este escenario en el que el rey monjehizo que le persiguiera el noble Lizana, al frente de sus almogávares.
La persecución fue ardua, agotadora, sin tregua. Acosado por varios flancos, Roldán buscó la huida ascendiendo por la peña de Amán, en cuyo extremo se halla la foz que recorre el Flumen. De repente, pues, se encontró entre la foz que se abría a sus pies y el grupo de almogávares que capitaneaba el noble Lizana y le perseguía.

peña de Amán


Los perseguidores, seguros de tener la presa deseada a su alcance, y antes de prenderla, se entregaron a su habitual rito guerrero: cruzaron espadas entre sí, dieron mandobles al aire, solicitaron cabriolas a sus corceles... Por fin, se decidieron a apresar a Roldán. Caminaron hacia él.

En este momento, el perseguido, picando las espuelas de su caballo, se lanzó al vacío. Pero su salto fue tan largo y prodigioso que, en lugar de precipitarse al fondo de la foz, cayó al otro lado del corte, sobre la peña de San Miguel, donde su caballo estampó sus huellas.

Sus perseguidores no daban crédito a sus ojos, pero el caso es que el fugitivo huyó hacia la libertad. Al Lizana y sus almogávares no les quedó más consuelo que el de narrar el salto inverosímil que diera Roldán como excusa a su fracaso.

[Andolz, Rafael, «Dichos y hechos del Altoaragón. El salto del Roldán», en Folletón Altoaragón, 20 (1981), pág. VIII; Idem, en 4 Esquinas (VIII/1989), págs. 110-111.]


 - Ara penso yo que lo caball de Roldán, que va saltá aquelles peñes de una a
l´atra (les estáe mirán de frente), habíe de sé ben saltadó y ligero. - Yo vach está una vegada allí, va di un atre, desde Santolarieta; y lo mínim que ña de una part a l´atra es un llarg tiro de bomba. - ¿Y sabeu vatros, va di Pedro Saputo, lo que va passá después de fotre lo caball tan gran bot? - Natros, van contestá, no sabem mes que Roldán va saltá aquelles peñes escapán de Oliveros de Castilla. - Pos be, va di Pedro Saputo, yo tos diré lo demés. Lo caball se va reventá al caure a l’atra part, y 
Roldán va escomensá a córre a peu, y brincán de peña en peña hasta l´Ou de San Cosme, va pujá a dal de tot, y a Oliveros, que se va quedá a l’atra peña mirán y en tres pams y mich de nassos, li va fé dossentes sixanta y vuit figuesy cuatresséntes noranta set butifarres. ¿Sabíeu aixó vatres? - No, li van contestá. - Pos tampoc sabréu, va continuá ell, un atra cosa que va passá encara mes grossa que lo salt. Al caball, al tems que atravessáe l´aire, li van caure les sobres al riu Flumen per art y malefissi de un encantadó; lo Flumen les va portá a la Isuela, la Isuela a Alcanadre, Alcanadre al Cinca, lo Cinca al Segre, lo Segre a l´Ebre, lo Ebro al mar, lo mar se va abalotá y de ola en ola van aná les pesses a pará a la ribera de África entre dos figueres mascles silvestres (cabrahigos, y allí va náixe una mota, que va traure tres flos mol majes, una blanca, un atra negra, y un atra morada; va arribá una yegua y se va minchá les flos y la mota; y va parí después tres caballs de los mateixos colós que les flos; los caballs anaen tan a escape, que corríen y brincáen trenta y dos vegades mes depressa que lo ciervo mes rápit de la serra de OntiñenaEncantadets, en la boca uberta, bobos per dins y per fora estaen ixos joves y mossetes sentín contá al burlón de Pedro Saputo aquell maravillós cuento; y sense donássen cuenta van arribá a la ermita.


El salto del RoldánEl salto del Roldán