LA CORONACIÓN DE SANCHO GARCÉS


90. LA CORONACIÓN DE SANCHO GARCÉS (SIGLO X)

LA CORONACIÓN DE SANCHO GARCÉS (SIGLO X)


Mientras andaba el rey García Íñiguez, hijo de Íñigo Arista, por tierras navarras, su esposa, la reina Urraca, se encontraba de incógnito en el valle de Gistaín y, más concretamente, en el monasterio de Santa Cruz. Había acudido al cenobio en busca del reposo que le había sido prescrito por los médicos. Durante su retiro, supo que iba a ser madre y, en contra de los consejos recibidos, vestida con hábito de monja para seguir guardando el anonimato, se puso en camino para intentar llegar a Señés, donde quería darle la noticia personalmente al fiel Pedro de Sesé, quien la transmitiría al rey.
En el camino, doña Urraca padeció un repentino desmayo que la hizo caer. Afortunadamente, de manera increíble, la roca sobre la que cayó se ablandó y, en lugar de despedirla al abismo, le sujetó el pie, dejando una huella que aún hoy se puede ver, el llamado «Pie de la monja». Luego, recuperada y animada por el prodigio, siguió camino hasta Señés, donde contó a Pedro de Sesé la noticia de su embarazo para que éste se la transmitiera al rey. Pocos días después, García Íñiguez fue personalmente a buscar a su esposa para llevarla a Pamplona.
Tras descansar en el monasterio de Tabernas —donde el santo abad Pedro bendijo a madre e hijo—, pusieron rumbo a Navarra. A la altura de Lecumberri, fruto de una emboscada, murieron el rey, la reina y casi toda la comitiva, excepto Pedro de Sesé, Antón Guillén y Fortún de Garde.
Cuando estos últimos se repusieron de la refriega, volvieron al lugar del atentado y, al ver muerta a la reina, no dudaron en arrancarle del vientre al niño que gestaba, llevándolo con sumo cuidado a Señés, donde fue criado.
Pasó el tiempo y, vacante el trono, se reunieron las Cortes para elegir nuevo rey para Pamplona y Aragón. Cuando los barones se hallaban deliberando, se presentaron Pedro de Sesé y Antón Guillén explicando lo que sucediera hacía catorce años, dando toda suerte de explicaciones y testimonios acerca de quién era el muchacho que les acompañaba, calzado con rústicas abarcas. Ante las pruebas aportadas, las Cortes proclamaron rey a Sancho Garcés, al que cariñosamente se le apodó Abarca.

[Olivera, Gonzalo, «Reyes de Aragón. Sancho Garcés», en Linajes de Aragón, II
(1911), págs. 61-62
Dueso Lascorz, Lucía, «Leyenda del peu de la moncha (Bal de Chistau)», en Leyendas del Alto Aragón, págs. 71-110.
Andolz, Rafael, «La peña de San Martín». Cuadernos Altoaragoneses, 36 (1987), IV.]








Según la tradición este entorno de La Comuna ha sido testigo de episodios históricos muy relevantes para la historia de Aragón y orígenes del reino. Hoy los datos históricos y los míticos se mezclan de tal forma que es difícil separar realidad de ficción, pero ciertamente muy próximos a nosotros se encuentran algunos que fueron claves para explicar interesantes hechos de nuestra historia ocurridas allá por los siglos IX y X.

Sobre un escarpado terreno, en la ladera de la Pena San Martin se hallan los restos (hoy prácticamente absorbidos  por la maleza), lo que fuera la Santa Cruz de Chistau, sitio conocido popularmente como Es Combentos. La tradición sitúa allí un modesto y sencillo claustro de monjas en que estuvo Doña Urraca de Aragón, esposa del Rey García Iñiguez de Navarra, cuando llevaba un hijo en sus entrañas. Se explica así que cuando mueren los dos reyes, fuera en Señes en Casa Sasé, el lugar en el que vivió oculto hasta la edad de 14 años el hijo de ambos, el primer rey de Aragón y Navarra, Sancho Garcés I.

Pasaría a la historia como un rey bueno para su pueblo, el rey Sancho Abarca de quién se dice que tomó este apodo por el calzado que le acompañó en su infancia y que él quiso seguir calzando siempre para homenajear al pueblo de Señes y al Bal de Chistau, que también los había tratado y protegido y del que se sentía muy orgulloso.
El Peu de la Moncha.
Camino de los combentos, hay en una piedra una original marca, es una huella, cuenta la tradición que estando Doña Urraca de Aragón embarazada del que sería el rey Sancho Abarca, estuvo a punto de caer precipitada por un zillo, si no fuera porque esta piedra le sujeto un pie. Todavía está piedra se puede observar por el camino de La Esacadiella.
La Espluga Mur García.
En una cueva situada camín d´El Collé, vivía Mur García que no era otro, sino el noble que tenía encomendada una difícil misión proteger el acceso al Bal de Chistau, mantenerlo libre de incursiones moras y dar aviso con su sonora cuerna si fuera necesario, era por tanto desde su privilegiada atalaya el “Señor guardián” de la mítica Santa Cruz de Chistau y sus combentos. Esta cavidad contiene restos neolíticos.