LA CAÑADA DE LA CELADA, siglo XII, Cutanda

2.54. LA CAÑADA DE LA CELADA (SIGLO XII. CUTANDA)

Tras más de cuatro siglos de espera, el rey aragonés Alfonso I el Batallador acababa de reconquistar para los cristianos la ciudad de Zaragoza, que era la llave de todo el valle del Ebro. No obstante, su posesión todavía no estaba asegurada, pues cabía pensar una lógica reacción de los almorávides que, en efecto, no se dilató mucho, tras reunir un importante contingente de hombres y animales en al-Andalus.



Alertado del imponente ejército almorávide que se avecinaba desde Levante, el rey Alfonso I preparó de manera concienzuda la batalla que se presumía definitiva, de modo que ordenó a sus vigías y ojeadores que localizaran posibles escenarios favorables. Luego, en su tienda de campaña, rodeado por todos sus capitanes, el rey eligió de entre los lugares seleccionados una cañada —un valle estrecho pero poco empinado— que estaba cerca de la población de Cutanda, zona muy apropiada para poner tropas en celada, es decir, ocultas y amparadas por el terreno.
Una vez que se aseguró de que no había espías enemigos que pudieran descubrir su táctica, dirigió y concentró en la cañada elegida a sus huestes, ordenando destacar en dirección a la marcha de los almorávides algunas partidas poco numerosas de hombres armados. Cuando estos grupos fueron avistados por los moros, simularon que rehuían la lucha por miedo, y fueron retrocediendo hacia la «cañada de la celada».
Al-Tamín, el jefe almorávide, se cebó en aquellas partidas a las que trató de perseguir y, sin darse cuenta de la estratagema del Batallador, se encontró con la sorpresa que ni esperaba ni deseaba. La celada urdida en la cañada había dado su fruto y el lugar quedó sembrado de cadáveres, restos de los cuales se pueden descubrir todavía hoy.
Aparte del significado moral y de las consecuencias que la victoria tuvo para la seguridad de las tierras que Alfonso I había reconquistado, incluida Zaragoza, el botín tomado al enemigo fue impresionante, destacando más de dos mil camellos.
[Esteban, Rafael, Estudio histórico-político..., págs. 43-44.]


Cutanda es una localidad española perteneciente al municipio de Calamocha, en el Jiloca, provincia de Teruel, Aragón. Está situada a 1059 msnm y a una distancia de 83 km de Teruel. Su población era de 187 habitantes en el censo de 1990, 76 en el 2011.

Solo pasa un río cerca de este municipio en época de lluvias o cuando hay riadas (por lo general su cauce sirve de sendero), por lo tanto el cultivo de secano es su principal fuente de ingresos. De esta localidad era originario el edil del PP Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA. Su padre era natural de Cutanda.

Por este pueblo pasa la ruta del Cid.

Cutanda se encuentra a 14 km al levante de Calamocha, y su castillo, conocido por la victoria de Alfonso I (1120), estuvo bajo varios tenentes y perteneció a aquella marca que gobernaban los señores de Belchite. A fines del siglo XIII se inició el señorío de la mitra de Zaragoza, que duró siglos. El castillo fue atacado por los castellanos en 1445, y todavía estaba en servicio en 1839, aunque no lo asaltaron los carlistas, pero se derruyó después de la segunda guerra carlista. Sus ruinas yacen sobre un otero próximo al pueblo y se reducen a un muro de 12 metros de longitud y 2 de espesor, recubierto de sillería, en cuya cara interna conserva restos de una bóveda de crucería, y sería la capilla o una sala, al parecer, de buena arquitectura. Andrés y Valero cita obras realizadas en 1243, 1500 y 1554, éstas, según el manuscrito de Espés, se referían a terminar aposentos, escalera, chimenea, etc. Los arzobispos lo destinaban a cárcel y depósito de cobros. Sería pues, una de las muchas obras que acometió el arzobispo Hernando de Aragón.

A diferencia de otros lugares de alrededor, la villa de Cutanda no formó parte de la Comunidad de Daroca.

La Batalla de Cutanda:

Tras la conquista de Zaragoza (por parte de Alfonso I), los Almorávides al mando de Ibrahim ibn Yuüsuf organizaron un gran ejército que frenara los avances de Alfonso I. La batalla favorable al rey aragonés (ayudado por Guillermo IX, duque de Aquitania), se dio el 17 de junio de 1120 en los campos de Cutanda, cerca de Calamocha. Así pudo el batallador consolidar sus conquistas, ocupando Calatayud, Daroca, alto Jalón y la orilla derecha del Ebro.

En el siglo XIV aún se decía: “Peor fue que la de Cutanda”.

En invierno tiene unas temperaturas muy frías, sin embargo en verano el calor es sofocante.





Guillermo de Poitiers —en occitano, Guilhem de Peiteus—, conocido también como Guillermo IX de Aquitania o Guillermo el Trovador —en francés, Guillaume le Troubadour— (22 de octubre de 1071-Poitiers, 10 de febrero de 1126), fue un noble francés, noveno duque de Aquitania, séptimo conde de Poitiers y primero de los trovadores en lengua provenzal del que se tiene noticia.

Nació en 1071, hijo de Guillermo VIII de Aquitania y de su tercera esposa, Audéarde de Borgoña, hija del duque Roberto I de Borgoña. Cuando falleció su padre en 1086, heredó unos dominios más extensos que los del propio rey de Francia, de quien era nominalmente vasallo. En los años 1101 y 1102, participó tardíamente en la primera cruzada tras la caída de Jerusalén. Sostuvo varias guerras contra los condes de Tolosa. Fue excomulgado en dos ocasiones, una de ellas por abandonar a su esposa legítima y arrebatarle a la fuerza la mujer a su vasallo el vizconde de Châtellerault. Entre 1120 y 1123 combatió junto a Alfonso I el Batallador, su concuñado, para intentar arrebatar a los musulmanes el reino de Valencia.
La vinculación de Guillermo el Trovador y Alfonso el Batallador es doble. De una parte, Inés de Aquitania —hermana de Guillermo el Trovador— casó con Pedro I de Aragón, el cual falleció sin descendencia masculina, heredando sus reinos su hermano Alfonso el Batallador. De otra, porque a la muerte del Batallador, que falleció sin descendencia, heredó sus reinos su hermano Ramiro II el Monje, el cual casó con Inés de Poitou, hija de Guillermo el Trovador. De ahí que el Trovador resultara cuñado de Pedro I de Aragón y concuñado de sus hermanos, Alfonso el Batallador y Ramiro el Monje.

De su matrimonio con Felipa de Tolosa tuvo los siguientes hijos:

Inés de Poitou (c. 1105-c. 1159), esposa de Aimar de Thouars y de Ramiro II de AragónGuillermo X de Poitiers (1099-1137), último duque de AquitaniaRaimundo de Poitiers (c. 1115-1149), por su matrimonio con Constanza, príncipe consorte de Antioquía.

Guillermo de Poitiers es el primer poeta de nombre conocido en las literaturas románicas. Se conservan 11 poemas suyos, en que la temática amorosa es tratada a veces con gran crudeza: se autodenominaba «trichador de dòmnas», alardeaba de sus proezas sexuales y muchos de sus poemas están dedicados a su amante, Maubergeonne, a la que llama la Peligrosa. En otra composición, pide a sus caballeros que le ayuden a escoger caballo:

Caballeros, aconsejadme en esta duda:
—nunca escoger me fue tan difícil—:
No sé si quedarme con [la dama] Agnes o con [la dama] Arsen.

Cavalier, datz mi cosselh d'un pessamen:
—Anc mays no fuy issaratz de cauzimen—:
Res non sai ab qual me tengua, de n'Agnes o de n'Arsen.

En chapurriau de Beseit:

Caballés, donéume consell de un pensamén:
Perque may me va sé triá tan difíssil:
Res no sé en quina me tinga, de la Agnes o de la Arsen.

En otros poemas, muestra una sensibilidad enteramente diferente:
Ab la doussor del temps novel
folhon li bosc e li auzel
chanton chascus en lor lati
segon lo vers del novel chan:
adonc esta ben qu'om s'aizi
d'aisso dont om a plus talan.

Con la dulzura de la primavera
bullen los bosques y los pájaros cantan
cada uno en su latín
según el ritmo del nuevo canto:
así conviene que cada uno se regocije
en lo que más desea.

En chapurriau de Beseit:
En la dolsó del tems nou
fulle lo bosque (y follen) los muixóns
canten cadaú en lo seu latín (o llatí)
segóns lo vers del nou can:
aixina que está be que se disfruto
d´aissó que mes mos agrade.
Acogió en su corte al bardo galés Blédri ap Davidor, quien introdujo en las literaturas románicas la leyenda celta de Tristán e Isolda.




LA VIRGEN DEL CASTILLO, DEFENSORA DE BIJUESCA


2.53. LA VIRGEN DEL CASTILLO, DEFENSORA DE BIJUESCA
(SIGLO XII. BIJUESCA)

El rey aragonés Alfonso I el Batallador, que poco antes acababa de tomar por la fuerza de las armas la importante ciudad de Zaragoza —tras recorrer victorioso con su hueste toda la comarca, junto con otras poblaciones como las de Torrijo, Berdejo, Torrelapaja, Malanquilla o Carabantes—, se propuso conquistar y así lo hizo la plaza fuerte de Bijuesca, defendida por un casi inexpugnable castillo moro.

LA VIRGEN DEL CASTILLO, DEFENSORA DE BIJUESCA


Apenas tuvo tiempo de saborear el éxito alcanzado, pues el Batallador, conocedor de la debilidad musulmana del momento, trató de explotarla de modo que abandonó la zona no sin antes encomendar la defensa de las tierras recién reconquistadasa reducidas guarniciones que se hicieron fuertes en los alcázares y castillos que acababa de tomar al enemigo.

Sin embargo, en el caso concreto de Bijuesca, viendo el escaso contingente del retén, los musulmanes sometidos intentaron volver a tomar la plaza que a punto estuvo de perderse. Fue tal el empuje de los moros sublevados que la desmoralización y el desánimo cundieron pronto entre los defensores cristianos, que a punto estuvieron de verse obligados a entregar la fortaleza.
Cuando la suerte parecía estar echada sin remedio, uno de los centinelas que estaban de vela descubrió —erguida sobre la muralla exterior del castillo y envuelta en un intenso halo de luz— una imagen de la Virgen. Aquella portentosa aparición infundió a los soldados sitiados los ánimos suficientes como para rechazar de manera contundente al enemigo, que no alcanzaba a entender la causa de aquella reacción tan inesperada y aguerrida.
Los moros, que cada vez estaban más aislados merced a las victorias de Alfonso I por toda la extremadurasoriana, no comprendían cómo una pretendida aparición —plasmada en una simple y pequeña talla de madera que los defensores denominaron «virgen del castillo»— había logrado infundirles tanta fuerza y arrojo. Pero lo cierto es que Bijuesca pasó de manera definitiva a ser aragonesa hasta hoy pues los habitantes moros fueron definitivamente sometidos.
[Proporcionada por Concepción García.
Faci, Roque A., Aragón..., II, pág. 457.]


https://es.wikipedia.org/wiki/Castillo_de_Bijuesca

El castillo de Bijuesca es una edificación militar, construida en el siglo XIV, ubicada en el municipio de Bijuesca, en la provincia de Zaragoza (España), dentro de la comarca de la comunidad de Calatayud, a 50 km de Calatayud, 56 de Soria y 139 de Zaragoza.

En 1357 Pedro IV de Aragón mandó fortificar el castillo y la iglesia del municipio de Bijuesca, los cuales se encontraban estratégicamente situados en la confluencia entre el Reino de Aragón y la castellana provincia de Soria. Dentro de la conocida como Guerra de los Dos Pedros, dada su proximidad con el Reino de Castilla, éste fue uno de los primeros Castillos conquistados por D. Pedro I el Cruel, en 1358, quien dejó el castillo en manos del capitán Gómez de Carrillo, señor del Torreón de las Henestrosas, quien fue asesinado por el mismo D. Pedro, por supuesta traición. Tras ser recuperado por el reino de Aragón, el castillo se volvió a perder bajo el mando de Pedro IV en 1362. Éste, lo mandó derribar, pero no se cumplió la orden del todo ya que sólo se derribó una parte. Estuvo activo durante el siglo XIV. Este castillo siempre perteneció al municipio, excepto durante su conquista por D. Pedro IV.

El castillo, uno de los mayores atractivos de Bijuesca, conserva una torre defensiva, aún en pie. La mayor parte de los muros han sido derrumbados por el paso del tiempo, principalmente debido a la erosión y la llegada directa de los rayos solares.

Aunque hay esfuerzos para recuperarlo, el castillo de Bijuesca está en deterioro progresivo.
Incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro (España) de la asociación Hispania Nostra.


  1.  http://www.castillosnet.org/espana/informacion.php?ref=Z-CAS-525
  2.  http://www.patrimonioculturaldearagon.es/bienes-culturales/castillo-de-bijuesca
  3. http://www.sipca.es/censo/1-INM-ZAR-020-050-003/.html
  4. https://casaruralmanubles.com/entorno/tradiciones
  5. http://castillosdelolvido.com/ermita-fortificada-de-la-virgen-del-castillo-bijuesca/
  6. https://www.foro-ciudad.com/zaragoza/bijuesca/fotos/41190-virgen-del-castillo.html
  7. http://torrealbarrana.com/doce-leguas-y-quince-rios/bijuesca/
  8. https://www.europapress.es/aragon/noticia-bijuesca-solicita-restauracion-retablo-virgen-castillo-20160822175441.html
  9. http://www.elperiodicodearagon.com/temas/bijuesca_185.html
  10. https://www.calatayud.org/noticias/SEPTIEMBRE-17/210917_16.htm
  11. https://www.heraldo.es/noticias/aragon/zaragoza/2016/08/22/bijuesca-pide-restauracion-del-retablo-ermita-virgen-del-castillo-1022538-2261126.html
  12. http://www.aldeaglobal.net/alu510/castella/Arago/Castell%20Bijuesca.htm
  13. https://joseaiguarbe.webcindario.com/lugares/03c1989be61103103/index.html
  14. https://www.turismodezaragoza.es/provincia/patrimonio/medieval/castillo-bijuesca.html
  15. http://aguamanubles.blogspot.com/2011/01/el-castillo-de-bijuesca.html

BORJA, EN MANOS DEL BATALLADOR, siglo XII

2.52. BORJA, EN MANOS DEL BATALLADOR (SIGLO XII. BORJA)

A finales del siglo XI, dependiente de la taifa sarakustí, se hizo famoso el alcaide de Borja, Abén Amed Mutamín, tanto por su férrea oposición a los cristianos, como por su gran afición a la astrología y a la nigromancia. Tanta era su pasión por las ciencias ocultas que empezó a circular el rumor de que Mutamín tenía relaciones con el diablo, pues de otra manera no se podía explicar cómo consiguió levantar el castillo de Trasmozen un solo día.
El pueblo no se equivocaba, aunque sí ignoraba el contenido del pacto. La realidad era que el gobernador, habiendo invocado al maligno, llegó a un acuerdo con él de modo que el diablo construiría el castillo en un solo día si Mutamín aceptaba que el primer miembro de su familia que viera ondear la cruz de los cristianos en Borja descendiera al averno con él. El gobernador, sediento de poder, aceptó sin dudarlo.

Pasaron los años y un día llegó a la ciudad un escuadrón que traía como prisionera a una hermosa doncella cristiana, Isabel, de quien Mutamín quedó prendado y, pese a la oposición de la joven y del consejo de ancianos, se casó con ella. Isabel tomó el nombre musulmán de Zaida, pero su corazón permaneció cristiano. Zaida dio a luz una hermosa niña, a quien llamaron Zuleya, que significaba «hora triste», bien porque la niña nació el día de la derrota mora en Alcoraz, bien porque su madre perdió la vida en el parto.
La niña creció al cuidado de una esclava cristiana de Benasque, quien le inculcó sentimientos cristianos. La niñera, que conocía el pacto del padre, creía que así la protegía del mal. El gobernador, con el paso del tiempo, tenía tanto amor por su hijita que se alejó del oscurantismo hasta tal punto que se olvidó de su promesa al diablo.


BORJA, EN MANOS DEL BATALLADOR, siglo XII


El tiempo pasó y el avance de Alfonso I hacia Zaragoza era imparable, llegando pronto a Borja, a la que cercó en septiembre de 1118, y, entrando en la ciudad, plantó su enseña con la cruz de San Jorge en lo alto del castillo. Pero cual no sería su sorpresa al encontrar la plaza desierta. Y es que fue Zuleya la primera en ver la cruz y el diablo, que no olvida, se la reclamó a Mutamín. Pero el gobernador, dándose cuenta del peligro que corría su hija, prefirió hacer uso por última vez de su magia, convirtiendo en piedra a su hija y a todos sus servidores. Y para satisfacer su promesa, él mismo se entregó al diablo.

[Domínguez, Juan, «La Zuleya de Borja», Aragón legendario, II, págs. 95-97.]

LA RECONQUISTA DE BORJA, siglo XII


2.51. LA RECONQUISTA DE BORJA (SIGLO XII. BORJA)

El jefe musulmán de Borja, amparado en lo inexpugnable de su castillo, realizaba constantes razzias en los territorios cristianos del norte, lo que le proporcionaba pingües beneficios.

LA RECONQUISTA DE BORJA (SIGLO XII. BORJA)


En cierta ocasión, se adentró con sus huestes en Navarra y, junto con la captura de un gran botín, raptó a la hija de un noble cristiano con ánimo de convertirla en su esposa, como así hizo. Llevó a la joven a Borja, se casó con ella y la confinó entre las paredes del castillo, prohibiéndole realizar prácticas de su religión cristiana y mucho menos que se las enseñara al hijo que esperaban. En realidad, nació una niña, mientras la desdichada madre moría en el parto. La niña fue confiada a una nodriza.
Las cosas se complicaron para el jeque borjano, pues sus enemigos cristianos le atacaron en varias ocasiones con evidente peligro. Redobló la vigilancia y mejoró las defensas, pero todo era poco, así es que, totalmente en secreto, pactó con el diablo.
A la vez que el jefe moro buscaba apoyos tan extraordinarios, el ama nodriza —no sabiendo nada del hechizo y temiendo por el futuro de la niña— la bautizó, mientras los asaltantes cristianos arreciaban en la pelea. Fue entonces cuando tuvo lugar el cataclismo, pues la niña quedó convertida en una estatua de piedra.

El diablo, cuando vio roto el pacto sellado y el poco provecho que podía sacar de la situación, pues no se podía llevar el alma de una inocente, deshizo el sortilegio y los cristianos entraron en la fortaleza. El jeque murió y el diablo, huyendo a la vez que lanzaba enormes alaridos, se escondió por Ambel, donde puede oírsele en determinadas ocasiones.

El ama nodriza, enloquecida por la pena, escondió la estatuilla de la niña (que todavía no ha sido hallada) y se marchó a Trasmoz, donde se unió a las brujas de su castillo, dejando oír de cuando en cuando sus bufidos y lamentos sin límite.
[Bordejé, Federico, «La mora encantada», en Aragón, 69 (1931), págs. 120-122.]










LA RECONQUISTA DE ALAGÓN


2.50. LA RECONQUISTA DE ALAGÓN (SIGLO XII. ALAGÓN)

La ciudad de Zaragoza había caído en manos de Alfonso I el Batallador, pero de nada hubiera servido la gesta si no aseguraba, asimismo, las poblaciones aledañas, todavía en manos de los musulmanes, cual era el caso de Alagón, ubicada entre los ríos Ebro y Jalón.
Si el ejército cristiano había sido capaz de acabar con la resistencia tenaz de Zaragoza, parecía poco probable que el castillo de Alagón pudiera constituir un obstáculo insalvable y hacia allí se dirigió el Batallador con sus huestes. Rodeó la fortaleza para que no pudiera recibir ayuda externa e hizo intentos de forzarla, pero fracasaron. Se vislumbraba, quizás, un asedio más largo de lo previsto, lo cual chocaba con los intereses del rey aragonés, que quería y necesitaba asegurar la capital en el menor tiempo posible.

No obstante, un hecho singular precipitó los acontecimientos cuando cayó aquella noche. Unas luces misteriosas, sólo visibles desde el campo aragonés, guiaron a los conquistadores hasta la puerta del castillo. Aunque la aproximación se hizo con sigilo, cabía esperar que los centinelas estuvieran alerta, pero nadie pareció darse cuenta: estaban dormidos.

Sin oposición alguna, atravesaron el foso circundante, se escaló el muro, fueron abiertas las puertas y se tomó la fortaleza todo ello en un abrir y cerrar de ojos, degollando a los pocos moros que por fin ofrecieron resistencia. La torre del homenaje no tardó en sucumbir también.

En unos instantes, se hizo el silencio. Los soldados cristianos, jadeantes todavía, no daban crédito a sus ojos, pues en una adaraja del lienzo principal del castillo se destacaba majestuosa y envuelta en luces intensas una talla de madera de la Virgen, la que había iluminado su marcha en la noche oscura. No dudaron en llamarla desde ese instante Nuestra Señora del Castillo, tal como la han conocido y venerado los siglos posteriores.


Nuestra Señora del Castillo, Alagón, Zaragoza

El rey Alfonso, tras dar gracias a Dios por la ayuda recibida y dejando al mando de la fortaleza recién tomada a un tenente de su confianza, prosiguió la lucha contra los infieles.

[Faci, Roque A., Aragón..., I, pág. 35.]

https://www.turismodezaragoza.es/provincia/patrimonio/renacentista/ermita-virgen-del-castillo-alagon.html

http://www.patrimonioculturaldearagon.es/bienes-culturales/plaza-del-castillo-alagon


https://www.flickr.com/photos/momentoscofrades/2841551700


Blasco de Alagón en la historia de Jaime I el conquistador

LA CAPITULACIÓN DE LOS MOROS ZARAGOZANOS, siglo XII


2.49. LA CAPITULACIÓN DE LOS MOROS ZARAGOZANOS (SIGLO XII. ZARAGOZA)

Alfonso I el Batallador se había adueñado de Zaragoza y se aprestó a organizar la vida de la ciudad, en la que todavía permanecía la mayor parte de los musulmanes vencidos. Dio facilidades para que se quedaran quienes quisieran pagando los mismos impuestos que antes abonaban a las autoridades moras. Además, conservarían sus propias autoridades, legislación y religión, aunque reglamentaba el procedimiento a seguir en las causas entre ambos pueblos. Estas y otras condiciones de amparo tan benevolentes constituían una clara política de captación de los vencidos para que no abandonaran sus casas, si bien les obligaría a concentrarse en un barrio aparte, el de la morería, para evitar cualquier tipo de problema.
No obstante, aún no habían entrado los cristianos en la ciudad cuando había comenzado el éxodo. Alfonso I, preocupado por la sangría humana que este hecho suponía, además de las medidas indicadas, quiso tener un rasgo humano que pudiera convencerles para no huir.
Nada más tomar la ciudad, salió de ella y ordenó detenerse a la larga comitiva de moros, obligando a todos a que mostraran los bienes que cada uno llevaba consigo. Aparte de enseres útiles, aparecieron numerosos tesoros de todo tipo, pero el rey no cogió ni un solo anillo o copa de oro, siendo consciente de que aquella riqueza desaparecería con sus dueños.
No sólo no utilizó la fuerza que le proporcionaba su victoria inapelable, sino que les dijo: «Si no hubiera pedido que me enseñaseis las riquezas que cada cual lleva consigo, hubierais podido decir: «El rey no sabía lo que teníamos; en otro caso, no nos hubiera dejado ir tan fácilmente». Ahora podéis ir a donde os plazca, en completa seguridad». Y les puso una escolta especial para garantizar su integridad hasta los confines de sus dominios, cobrándoles sólo el «miqal» que cada persona estaba obligada a pagar antes de salir.
El cronista moro que narra estos hechos, en los que reconoce generosidad y caballerosidad por parte de Alfonso I, admite que muchos de los que pretendían abandonar Zaragoza, ante aquel gesto del rey cristiano, decidieron quedarse en las casas que sus familias habían poblado durante siglos, acogiéndose al estatuto de mudéjares.
[Lacarra, José María, Vida de Alfonso el Batallador, pág. 67.]



José María Lacarra y de Miguel (Estella, 24 de mayo de 1907-Zaragoza, 6 de agosto de 1987) fue un historiador, filólogo, medievalista y heraldista español, cuya especialidad fue el estudio de la historia de Aragón y de Navarra. Fue asimismo catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, puesto que desempeñó durante más de cuarenta años hasta su muerte.
En 1923 viajó a Madrid, donde realizó simultáneamente estudios de Derecho e Historia. Alumno de Gómez Moreno, Millares Carlo y Sánchez-Albornoz, en 1930 se graduó e ingresa ese mismo año al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino en el Archivo Histórico Nacional. En 1933 obtiene su doctorado en Historia y su licenciatura en Historia. Pudo obtener una beca para estudiar en París de 1933 a 1934.


Durante la Guerra Civil Española, Lacarra realiza una fecunda labor de salvar el tesoro bibliográfico español. Una vez concluida la guerra, marchó a Zaragoza. En 1940 se le asigna la cátedra de Historia Medieval en su Universidad, que impartiría hasta su muerte. Ese mismo año es nombrado primer secretario general de la recién creada Institución Príncipe de Viana, cargo en el que permanecerá durante cuatro años1​. Ese mismo año lanzan el primer número​ de la revista en la cual él mismo colabora asiduamente.

En 1941 funda el Centro de Estudios Medievales de Aragón. Por llamamiento de la Diputación Foral de Navarra organizó excavaciones arqueológicas y restauraciones, las que recogería en su revista Príncipe de Viana.

Para 1945 fundó una revista titulada Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón. Entre 1949 y 1967 dirige la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, donde reorganizó el sistema creando incluso nuevos departamentos. Estuvo al frente de otras instituciones, como la Escuela de Estudios Medievales, la Universidad de Verano de Jaca y el Archivo de Protocolos de Zaragoza.

Destaca su labor como conferenciante a lo largo de su carrera, no sólo en España sino en el resto del mundo. Presentó sus estudios sobre la Edad Media española en Roma, Estocolmo y Texas. Fue invitado como profesor a varias universidades, entre ellas la Universidad de Berkeley. Fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Deusto en 1982 y por la de Zaragoza en 1985; la Universidad de Navarra, su tierra natal, le confirió tal distinción a título póstumo en 1989.

Los libros de Lacarra se centran principalmente en el estudio de Aragón y Navarra en la Edad Media, desde la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador hasta los honores y tenencias de Aragón en el siglo XI. Brindó especial importancia al desarrollo urbano de los núcleos aragoneses de población, sobre todo a Jaca. Como biógrafo, Lacarra analizó la vida y la psicología del Batallador, personaje que siempre le cautivó.

Principales trabajos de Lacarra:

Historia política del reino de Navarra (Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1972)5​
Aragón en el pasado (Col. Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1972)
Historia del Reino de Navarra en la Edad Media (Caja de Ahorros de Navarra, Pamplona, 1975)6​
Zaragoza en la Alta Edad Media (Historia de Zaragoza, I, Zaragoza, 1976)
Alfonso I el Batallador (Guara editorial, Zaragoza, 1978)
Colonización, parias, repoblación y otros estudios, 1981
Documentos para el estudio de la Reconquista y repoblación del valle del Ebro, 1981-1985
Investigaciones de Historia navarra, 1983
Estudios dedicados a Aragón, 1987




  •  (Jusué Simonena, 1993, p. 514)
    1.  «Príncipe de Viana - Número 1».
    2.  Doctores Honoris Causa (Universidad de Navarra)
    3.  Véase el prólogo a su libro Alfonso el Batallador, Zaragoza, Guara, 1978. ISBN 84-85303-05-9.
    4.  Lacarra De Miguel, José María (1972). Historia Política del Reino de Navarra 3. Pamplona: Caja de Ahorros de Navarra. ISBN 9788450056990. Archivado desde el original el 2015.


    SAN MIGUEL, EN LA RECONQUISTA DE ZARAGOZA


    2.48. SAN MIGUEL, EN LA RECONQUISTA DE ZARAGOZA (SIGLO XII. ZARAGOZA)

    Hacía más de cuatrocientos años que la ciudad de Sarakusta se hallaba bajo el poder de los musulmanes cuando el gran conquistador, el rey aragonés Alfonso I el Batallador, llegó ante sus puertas y decidió su cerco con objeto de recuperarla para los cristianos.

    El rey, como estratega experimentado que era, hizo dividir y organizó sus huestes en varios escuadrones, con sus respectivas estancias fortificadas cerca de cada una de las puertas de acceso a la ciudad para que ni los sitiados pudieran salir ni tampoco pudieran recibir ayuda del exterior, de modo que ello,
    sin duda, provocaría y aceleraría su rendición.

    Cumpliendo las órdenes del rey es por lo que se ubicó frente a la puerta de Valencia el escuadrón compuesto por los guerreros navarros quienes, a las órdenes de don Guillermo, obispo de Pamplona, habían acudido para ayudar al rey aragonés.

    Puerta de Valencia, Zaragoza
    Puerta de Valencia, Zaragoza

    Fue el propio obispo quien, el día en que se iba a dar el asalto definitivo a la ciudad, vio sobre su muralla al mismo arcángel san Miguel, capitán de la milicia angélica. Su figura, envuelta en una cegadora luz, empuñaba una espada desnuda que indicaba a los cristianos allí apostados que era voluntad de Dios que diera comienzo el ataque por aquella puerta.
    El obispo, tras informar al rey de tan extraordinario suceso, arengó y animó con sus palabras a sus tropas, que eran muy devotas del santo, instándoles a comenzar la batalla por el lugar indicado. Así, con la mediación y ayuda de san Miguel, el escuadrón navarro logró abrir el muro valiéndose de un gran ariete y pudo penetrar por fin en la ciudad, rescatándola de los infieles, después de haber estado en sus manos algo más de cuatrocientos años.
    Los cristianos, agradecidos al santo por la ayuda prestada, edificaron un templo en el lugar donde fue visto el arcángel y se dedicó a San Miguel de los Navarros, en honor y recuerdo del valiente y piadoso ejército del obispo pamplonés Guillermo.

    [Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 183-184.
    Dormer, D.J., Disertaciones del martirio de Santo Dominguito, dedicatoria 80.]

    Más sobre Santo Dominguito: