LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA


114. LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA (SIGLO XIII. ROMA)

Pedro II, rey de Aragón, hizo un viaje que hoy llamaríamos de Estado a Roma, cuando ya llevaba gobernando los destinos del reino desde hacía ocho años. Allí, ante el Papa y con la intervención de éste, fue coronado solemnemente rey de los aragoneses.

De lo que ocurrió en Roma, así como del acto de la coronación efectuada por Inocencio III, pronto comenzaron a correr versiones y noticias de todo tipo, algunas no exentas de cierta verosimilitud.

Parece ser que, según la leyenda naturalmente, era costumbre que el papa, para poner de mayor relieve la dignidad pontificia, colocaba la corona sobre la cabeza de los reyes coronados con los pies, en lugar de hacerlo, como parece lógico, con las manos.

Pedro II, que se enteró de esta curiosa costumbre protocolaria cuando se hallaba en Roma, la estimó algo vejatoria y humillante para cualquier autoridad secular, por modesta que fuera, pero sobre todo para el representante de un reino tan importante como el aragonés. Ideó entonces cómo evitar pasar por el trance sin que ello molestara al pontífice.

Tras barajar varias alternativas con sus asesores, Pedro II se decidió finalmente por la de confeccionar una corona de pan blando, con escasa corteza, que hizo elaborar y cocer el mismo día en que iba a tener lugar el acto de la solemne coronación.

Se preparó con todo detalle la ceremonia, a la que acudieron, aparte de los representantes vaticanos, no sólo la delegación aragonesa, sino también embajadores de otros Estados. Tras el rey Pedro II, un camarlengoportaba una bandeja con la corona de pan encima. El salón era todo luz.

Cuando llegado el momento de la coronación Inocencio III se descalzó y quiso tomar el pan con los pies para proceder como era costumbre, se vio imposibilitado para manejar la corona de pan blando, de modo que se vio obligado a tomarla con las manos para colocarla en la cabeza de Pedro II.

[Blancas, Jerónimo, Comentarios a las cosas de Aragón, pág. 5.

A la memoria de Jerónimo de Blancas, cronista del Reino de Aragón
https://archive.org/details/comentariosdela00blangoog/

Palacios, Bonifacio, La coronación de los Reyes de Aragón, 1204-1410, pág. 23.]



LA CORONACIÓN DE PEDRO II EN ROMA


Pedro II de Aragón el Católico en un acto feudal en febrero de 1198. Es la única imagen contemporánea al rey de Aragón que se conoce. Aparece sentado en el trono y coronadoLiber feudorum Ceritaniae (1200-1209).

Pedro II, Osca, als presentz, fuero, bando, occitano aragonés


Pedro II de Aragón, apodado «el Católico» (Huesca, julio de 1178a​-Muret, actual Francia, 13 de septiembre de 1213), fue rey de Aragón (1196-1213), conde de Barcelona (como Pedro I, 1196-1213) y señor de Montpellier (1204-1213). Era hijo de Alfonso II el Casto de Aragón y Sancha de Castilla.


Nació, casi con toda probabilidad en el mes de julio de 1178 en Huesca, ciudad en la que estaba su padre Alfonso II que ese mismo mes otorgó al menos dos documentos. Recibió el bautismo en la catedral de Huesca. Su infancia transcurrió en la capital altoaragonesa criado por su ama Sancha de Torres.

Pedro II gobernó como rey de Aragón, conde de Barcelona y señor de Montpellier; según Iglesias Costa esto suponía asumir el reconocimiento sobre Sobrarbe y Ribagorza, aunque esos títulos se omitieron desde Alfonso II.b​ Estos eran antiguos condados ya unidos al Reino de Aragón en tiempos de Ramiro I.

En líneas generales, el reinado de Pedro II estuvo dedicado a la política en los territorios transpirenaicos con limitados resultados y finalmente fracasada, lo que, aparte de la merma crónica de recursos financieros y el endeudamiento de la corona durante su reinado, determinó una menor atención a la frontera hispánica, logrando apenas alguna posición avanzada en territorio andalusí, como Mora de Rubielos (1198) Manzanera (1202) Rubielos de Mora (1203), Camarena (1205) y Serreilla, El Cuervo, Castielfabib y Ademuz (1210)​ si bien desempeñó un papel político de apoyo a una acción cristiana conjunta que frenara la fuerza del poder almohade en la península, y participó activamente junto a Alfonso VIII de Castilla y Sancho VII de Navarra en la campaña que culminó en la batalla de Las Navas de Tolosa en 1212, un triunfo cristiano, según muchos decisivo, y de gran resonancia ya en aquellos momentos.

Pedro II renovó la infeudación o vasallaje de Aragón a San Pedro (al igual que ya hicieran tiempo atrás Sancho Ramírez y Pedro I) con su coronación por el papa Inocencio III en el monasterio de San Pancracio de Roma en noviembre de 1204, adquiriendo también el compromiso de la concesión al Papado de una suma anual.​ Esta política de legitimación papal le convirtió en el primer monarca del reino que fue coronado y ungido. A partir de él y por concesión de la Santa Sede en bula dictada el 6 de junio de 1205, los monarcas aragoneses debían ser coronados en la Seo de Zaragoza de manos del arzobispo de Tarragona tras solicitar la corona al Papa (formalidad que implicaba el permiso de Roma), haciéndose extensiva esta prerrogativa a las reinas en 1206.

Casado en 1204 con María de Montpellier, un matrimonio guiado por sus intereses en el mediodía francés que le proporcionó la soberanía sobre la ciudad de Montpellier, su escasa vida marital estuvo a punto de crear una situación de crisis sucesoria por falta de heredero. La reina María dio finalmente un hijo, Jaime I, que garantizó la continuidad de la dinastía aunque hubo un intento de divorcio, que el Papa no concedió, para casarse con María de Montferrato, heredera nominal del reino cruzado de Jerusalén, por entonces inexistente ya en la práctica.

Murió el 13 de septiembre de 1213 en la batalla de Muret, cerca de Toulouse.

https://historiaragon.com/2017/09/12/la-batalla-de-muret/


occitania, Aragón, 1213
occitania, Aragón, 1213
Pedro II no renunció a la política en Occitania y con él se dan, a la vez, la culminación y el fracaso de esa política en la Corona de Aragón que, heredada de la casa condal de Barcelona desde el siglo xi y las campañas con ayuda de magnates ultrapirenaicos de Alfonso I de Aragón, su padre Alfonso II había acrecentado en su doble condición de Rey de Aragón y Conde de Barcelona.

Ramón Berenguer I había iniciado, en oposición a los condes de Tolosa, una política de penetración en Occitania del condado de Barcelona con la adquisición de los territorios de los condados de Carcasona y Rasés (más tarde perdidos a manos de los Trencavel), que continuó en el siglo xiii con Ramón Berenguer III y IV, consolidando su posición en la zona como condes de Provenza y obteniendo, entre 1130 y 1162, el vasallaje de numerosos señores en la zona.

Alfonso II, en el contexto de la expansión almohade (que actuaba de freno a la expansión hacia el sur en la Península Ibérica), pero ahora también como primer soberano titular de la Corona de Aragón (lo que le proporcionaba una base de poder territorial más amplia) había reforzado su presencia en Occitania frente al expansionismo del condado de Tolosa y estuvo «a punto de crear un reino pirenaico que englobara las cuencas del Ebro y del Garona». Pedro II será quien con más decisión lo intentará hacer realidad, culminando la tradición dinástica occitana ahora en un nuevo contexto de alianzas ante el intento de expansión en la zona de otra monarquía rival, los capetos.

Pese a que el condado de Provenza, perteneciente a la Casa de Aragón-Barcelona, había sido asignado a su hermano Alfonso II de Provenza, Pedro II mantuvo su actividad en aquel complejo tablero de intereses marcado por su atomización política, el intento de expansión francesa sobre ella, el desarrollo del catarismo y los consiguientes conflictos con el papa Inocencio III, interesado en erradicarlo e imponerse en la zona.

En 1200 concertó el matrimonio de su hermana Leonor y Raimundo VI de Tolosa. En un concilio en Bagnères-de-Luchon de 1201, Bernardo IV de Cominges se hizo vasallo del rey de Aragón, a cambio de la entrega del Valle de Arán, que pertenecía al rey católico. En 1202 se celebró la boda del conde de Tolosa con la infanta Leonor.
En 1204, Pedro II se casó con María, heredera del conde de Montpellier, teniendo además, como vasallo, a Ramón-Roger Trencavel, vizconde de Béziers y Carcasona. Ese mismo año intervino en la zona forzando una paz entre su hermano, el conde de Provenza, y el conde de Forcalquier, aliado de Pedro II.


Asimismo se hizo feudatario de la Santa Sede en noviembre de ese mismo año, sin duda con las miras puestas en jugar un papel político en la zona desde una posición de preeminencia y legitimidad, en su condición de rey coronado por el Papa y distanciado del catarismo, contra el que tanto en Provenza como en Montpellier se tomaron algunas medidas, teniendo que sofocar en esta última ciudad una revuelta en 1206.

Por otro lado, interesado en una alianza con el Sacro Imperio Romano Germánico, comprometió a otra de sus hermanas, Constanza, con el rey de Sicilia Federico II Hohenstaufen, matrimonio que se culminó en 1210, para ser en 1212 coronadas como emperadores del Sacro Imperio.

A lo largo de los siglos xii y xiii, la influencia del catarismo, una herejía cristiana con orígenes en Asia Menor y los Balcanes (paulicianos y bogomilos), se había ido extendiendo en el occidente latino y consolidado con fuerza en la llamada Occitania o territorios del actual mediodía francés, donde se estructuró una Iglesia cátara con varios obispados y cuyo epicentro era la zona de la ciudad de Albí, por lo que también se lo denomina movimiento albigense. La situación de coexistencia con esta iglesia rival, tolerada por los poderes de la zona (situación favorecida por la atomización del poder político y la ausencia de un centro de poder efectivo en Occitania, nunca logrado por el condado de Tolosa), amenazaba allí la hegemonía de la Iglesia romana.

Al mismo tiempo, la prosperidad occitana despertaba la ambición expansionista de la monarquía francesa de los Capetos y de sus baronías de la Isla de Francia, dispuestos a servirse de cualquier argumento para intervenir en los territorios de la Langue d'oc. Por su parte, Inocencio III encontró en la monarquía francesa el medio más favorable de atajar la «herejía» y reducir a sus prosélitos a la obediencia a Roma, por lo que se mostró siempre complaciente y predispuesto a favorecer las empresas del rey francés, a quien también apoyará en la batalla de Bouvines y en sus conflictos con Inglaterra. De esta comunión de intereses surgió la cruzada contra los albigenses que se empezó a fraguar a inicios del siglo xii y que finalmente el papa predicó en toda la cristiandad latina, con especial éxito en la Isla de Francia, legitimando al monarca francés en su política expansiva al enviar contra los territorios occitanos –considerados heréticos por Roma– un poderoso ejército mandado por Simón de Montfort bajo la denominación de Cruzada.






Dinero de Pedro II de Aragón (1205-1213). Anverso: Busto del rey coronado. Leyenda: PETRO REX. Reverso: Cruz procesional sobre vástago con florituras de ramas a los lados o «arbor ad modum Floris» (mal llamada "Encina de Sobrarbe", como se interpretó desde el siglo XVI). Leyenda a ambos lados del vástago: ARA-GON.

Dinero de Pedro II de Aragón (1205-1213). Anverso: Busto del rey coronado. Leyenda: PETRO REX. Reverso: Cruz procesional sobre vástago con florituras de ramas a los lados o «arbor ad modum Floris» (mal llamada "carrasca o encina de Sobrarbe", como se interpretó desde el siglo XVI). Leyenda a ambos lados del vástago: ARA-GON.

El acontecimiento que desató el conflicto fue el asesinato en enero de 1208 de Pierre de Castelnau, enviado a Toulouse como legado papal para mediar en nombre de Roma, que indujo al Papa a excomulgar al conde de Toulouse y promulgar la cruzada contra los albigenses.

La guerra «relámpago» en 1209 se dirigió inicialmente contra los vizcondados de la dinastía occitana Trencavel, donde se produjo la brutal toma de Béziers, con una matanza generalizada sin distinción de credo que quedó luego ilustrada en la célebre frase atribuida por las crónicas al legado papal Arnaud Amaury.​ Esta fase inicial de la cruzada acabó con el sitio y la subsiguiente toma de la ciudad de Carcasona en el verano de 1209, tras lo cual le fueron otorgadas al cruzado francés Simón de Montfort, por el propio legado papal, las tierras sometidas de la familia Trencavel. Desde sus nuevas posesiones mantendría una política de ataques y asaltos a los señoríos de la zona incluido el fracasado intento de toma de Toulouse en 1211 y comenzaba la persecución y quema de cátaros a través de la Inquisición, creada expresamente por Roma en 1184 con el objetivo de erradicar la llamada herejía cátara o albigense.

La situación creada generó entre los poderes occitanos un sentimiento de amenaza y repulsa ante la intervención francesa y la cruzada que era propicio para que Pedro II el Católico, como rey y vasallo del papado desde 1204, pudiera obtener una posición de prestigio en la zona actuando como intercesor ante el papado y protector ante Simón de Montfort (ya en la toma de Carcasona de 1209 evitó una matanza negociando con los cruzados una expulsión de los cátaros), prestigio acrecentado con su participación exitosa contra los musulmanes en las Navas de Tolosa. Habiendo obtenido el vasallaje del conde de Toulouse, Raimundo VI, y de otros poderes de la zona, desplegó una política de pacificación concertando el matrimonio de su hijo, el futuro Jaime I, con la hija de Simón de Monfort, entregándole a este, como garantía, la tutela del joven príncipe y único heredero del linaje, que permaneció en Carcasona. Asimismo negoció con Arnaud Amaury, ahora obispo de Narbona y también presente en la campaña de las Navas, la convocatoria de un sínodo en Lavaur para intentar la reconciliación.

Tras el fracaso de la reconciliación entre occitanos y Simón de Montfort, Pedro II se declaró protector de los señoríos occitanos amenazados y de Toulouse. Pese a que su hijo permanecía bajo tutela en poder de Simón de Montfort y la excomunión de Inocencio III, que había optado finalmente por apoyar la causa francesa, reunió finalmente un ejército en sus reinos y territorios peninsulares con el que pasó los Pirineos y junto a los aliados occitanos puso cerco a la ciudad de Muret, donde acudió Simón de Montfort. Partiendo de una situación ventajosa en cuanto a fuerzas y avituallamientos, en la campaña, parece ser, sus huestes actuaron con precipitación y desorganización sin esperar la llegada de todos los contingentes. Resultaría muerto al ser aislado por los caballeros franceses en un combate en el que el rey ocupaba una posición de peligro en la segunda escuadra, en lugar, según era lo habitual, de situarse en la retaguardia. La muerte del rey trajo el desorden y la desbandada entre las fuerzas tolosano-aragonesas y la consiguiente derrota.​ Muret supuso el fracaso y abandono de las pretensiones de la Corona de Aragón sobre los territorios ultrapirenaicos y, según el autor Michel Roquebert, el final de la posible formación de un poderoso reino aragonés-occitano que hubiera cambiado el curso de la historia de Francia y España.

Excomulgado por el mismo Papa que lo coronó, permaneció enterrado en los Hospitalarios de Toulouse, hasta que en 1217 el Papa Honorio III autorizó el traslado de sus restos al panteón real del Monasterio de Santa María de Sigena en Huesca, donde fue enterrado fuera del recinto sagrado.

Muerto Pedro II, Simón de Monfort mantenía aún en custodia a Jaime, el heredero al trono, que había quedado en ese mismo año de 1213 huérfano de padre y de madre, al morir también la reina María de Montpellier con solo 33 años en Roma, donde había viajado para defender la indisolubilidad de su matrimonio.

Ante esta situación, los nobles aragoneses y catalanes posiblemente solicitaran la restitución del joven heredero a Simón de Montfort. Se envió una embajada del reino a Roma para pedir la intervención de Inocencio III quien, en una bula y por medio del legado Pedro de Benevento, exigió contundentemente a Simón de Montfort la entrega de Jaime que se produjo finalmente en Narbona en la primavera de 1214, donde le esperaba una delegación de notables de su reino, entre los cuales se encontraba Guillem de Montredon, maestre del Temple en Aragón encargado de su tutela.

Siendo un niño, Jaime I de Aragón cruzará por primera vez los Pirineos para ser, junto a su primo, Ramón Berenguer V de Provenza, formado y educado con los templarios de Aragón en Monzón, deteniéndose antes en Lérida, donde le juran fidelidad unas Cortes conjuntas de Aragón y Condado de Barcelona.



APARICIÓN DE UN FALSO ALFONSO I


113. APARICIÓN DE UN FALSO ALFONSO I (SIGLO XII. ZARAGOZA)

Corrían tiempos en los que el reino de Aragón se hallaba inmerso en una pacífica minoría de edad de su rey Alfonso II, tutelado por su madre doña Petronila —la hija del rey monje—, cuando un hecho verdaderamente singular vino a turbar ese sosiego sobre todo entre el pueblo, por otra parte bastante crédulo y ávido de noticias sobre los componentes de la monarquía, institución siempre algo distante e inaccesible.

Lo cierto es que poco a poco se fue corriendo la desconcertante noticia de que Alfonso I el Batallador—que para todo el mundo había fallecido tras la triste derrota de Fraga ante los musulmanes— no sólo estaba vivo sino que había sido visto en público en repetidas ocasiones y en lugares diversos. En efecto, un hombre desconocido comenzó a aparecer a los ojos de todos diciendo que era el mismísimo Batallador.

Entre el pueblo hubo quienes, por razones e intereses muy diversos, quisieron dar crédito a un personaje que, con ciertos artificios, logró algunos adeptos. Como la memoria del añorado Batallador era todavía venerada entre los aragoneses, sobre todo entre los más ancianos, todos quisieron ver en él a aquel que decía ser, máxime cuando era capaz de hablar de hechos concretos y hazañas que los oyentes recordaban perfectamente e incluso dar razones convincentes de ciertos linajes y familias.

Sin embargo, entre los seniores y ricos hombres nadie creía que aquel anciano pudiera ser el mismo Batallador, por mucho que quisiera justificar su ausencia del reino por haber marchado a Asia como peregrino, interviniendo allí en múltiples batallas contra los turcos. Buena parte de esta nobleza, sobre todo la que estaba más próxima al palacio real, instó a que doña Petronila pusiera fin a aquella situación, propicia para quienes deseaban nuevas alteraciones de las que sacar provecho.

Habiéndose llegado a originar ya algunos disturbios, y hallándose en Zaragoza doña Petronila y su hijo, que pronto sería Alfonso II, ciudad donde el eco era mayor, se ordenó prender al impostor, que acabó siendo ahorcado, con lo cual de nuevo llegó el sosiego necesario.

se ordenó prender al impostor, que acabó siendo ahorcado
lacito amarillo

[Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro II, págs. 71-73.
Ubieto, Antonio, «La aparición del falso Alfonso I...»,
Argensola, 33 (1958), 29-33.
Balaguer, Federico, «Alusiones de los trovadores al pseudo Alfonso el Batallador», Argensola, 33 (1959), 39-47.]

LA MUERTE DE RAMIRO II


112. LA MUERTE DE RAMIRO II (SIGLO XII. ECHO)

Ramiro II el Monje, rey de Aragón, para liberarse de las múltiples tensiones diarias que le producía el gobierno del reino, tenía la costumbre de ir a cazar al monte acompañado siempre por su primer ministro y por algunos monteros que les servían de guía y ayuda.

Uno de aquellos días de otoño, hallándose por las inmediaciones de Siresa que tanto le gustaban al rey, fueron ambos a cazar por la cercana selva de Oza.
valle de hecho selva oza

Uno de aquellos días de otoño, hallándose por las inmediaciones de Siresa que tanto le gustaban al rey, fueron ambos a cazar por la cercana selva de Oza. Se pusieron en camino y, poco después de iniciar el ascenso por la ladera, escucharon repetidamente unos gemidos. Alentados por la posibilidad de hallar una buena pieza, sorteando las muchas dificultades del terreno, se encaminaron hacia el lugar de donde provenían.

De repente, en medio de uno de los pequeños claros del bosque, divisaron un osezno agazapado que había sido abandonado a su suerte por su madre.

Inmediatamente, tanto el rey como su acompañante tensaron los arcos y dispusieron las flechas para ser lanzadas. Cuando ambos estaban ya apuntando a la desvalida cría, ésta les suplicó con voz humana que no la mataran, pues, argumentaba, no eran los osos quienes perseguían los rebaños y se comían el ganado, sino los lobos y los zorros.
Ramiro II reconoció o creyó reconocer inmediatamente en aquella voz los lamentos que escuchara en un sueño que había tenido la noche anterior, aunque nada había dicho de ello a nadie, y trató de evitar a toda costa que su acompañante disparara la flecha que tenía dispuesta, interponiéndose de manera instintiva entre el primer ministro y el animal para tratar de proteger a éste. Todo ello sucedió en un instante, de modo que la flecha del arco del primer ministro salió rauda e imparable con tan mala fortuna que fue a clavarse en el pecho desprotegido del monarca, que cayó gravemente herido.

Aunque el rey fue atendido en el acto por el primer ministro y los monteros que les acompañaban, nada pudieron hacer prácticamente. Ramiro II el Monje, el rey de los aragoneses, había muerto.

[Serrano Dolader, Alberto, Historias fantásticas..., pág. 94.]



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RAMIRO II SE ENFRENTA A ROLDÁN


111. RAMIRO II SE ENFRENTA A ROLDÁN (SIGLO XII. HUESCA)

De todos es conocido cómo Ramiro II el Monje, nombrado rey de Aragón tras la crisis política y dinástica producida por la muerte de su hermano Alfonso I, tuvo enfrentamientos con buena parte de la nobleza del reino, algunos de los cuales desembocaron en la trágica jornada de la «Campana de Huesca». Entre los más encarnizados enemigos del rey se encontraba un descendiente del famoso Roldán, el compañero de Carlomagno, aquel que en el siglo VIII abrió con su espada la honda «brecha de Roldán» en nuestro pre-Pirineo.

El Roldán del siglo XII, enemigo personal de Ramiro II y de su política, extendía su influencia en buena parte de la Sierra de Guara, cuyas quebradas tierras conocía como nadie. Sin embargo, fue en este escenario en el que el rey monjehizo que le persiguiera el noble Lizana, al frente de sus almogávares.
La persecución fue ardua, agotadora, sin tregua. Acosado por varios flancos, Roldán buscó la huida ascendiendo por la peña de Amán, en cuyo extremo se halla la foz que recorre el Flumen. De repente, pues, se encontró entre la foz que se abría a sus pies y el grupo de almogávares que capitaneaba el noble Lizana y le perseguía.

peña de Amán


Los perseguidores, seguros de tener la presa deseada a su alcance, y antes de prenderla, se entregaron a su habitual rito guerrero: cruzaron espadas entre sí, dieron mandobles al aire, solicitaron cabriolas a sus corceles... Por fin, se decidieron a apresar a Roldán. Caminaron hacia él.

En este momento, el perseguido, picando las espuelas de su caballo, se lanzó al vacío. Pero su salto fue tan largo y prodigioso que, en lugar de precipitarse al fondo de la foz, cayó al otro lado del corte, sobre la peña de San Miguel, donde su caballo estampó sus huellas.

Sus perseguidores no daban crédito a sus ojos, pero el caso es que el fugitivo huyó hacia la libertad. Al Lizana y sus almogávares no les quedó más consuelo que el de narrar el salto inverosímil que diera Roldán como excusa a su fracaso.

[Andolz, Rafael, «Dichos y hechos del Altoaragón. El salto del Roldán», en Folletón Altoaragón, 20 (1981), pág. VIII; Idem, en 4 Esquinas (VIII/1989), págs. 110-111.]


 - Ara penso yo que lo caball de Roldán, que va saltá aquelles peñes de una a
l´atra (les estáe mirán de frente), habíe de sé ben saltadó y ligero. - Yo vach está una vegada allí, va di un atre, desde Santolarieta; y lo mínim que ña de una part a l´atra es un llarg tiro de bomba. - ¿Y sabeu vatros, va di Pedro Saputo, lo que va passá después de fotre lo caball tan gran bot? - Natros, van contestá, no sabem mes que Roldán va saltá aquelles peñes escapán de Oliveros de Castilla. - Pos be, va di Pedro Saputo, yo tos diré lo demés. Lo caball se va reventá al caure a l’atra part, y 
Roldán va escomensá a córre a peu, y brincán de peña en peña hasta l´Ou de San Cosme, va pujá a dal de tot, y a Oliveros, que se va quedá a l’atra peña mirán y en tres pams y mich de nassos, li va fé dossentes sixanta y vuit figuesy cuatresséntes noranta set butifarres. ¿Sabíeu aixó vatres? - No, li van contestá. - Pos tampoc sabréu, va continuá ell, un atra cosa que va passá encara mes grossa que lo salt. Al caball, al tems que atravessáe l´aire, li van caure les sobres al riu Flumen per art y malefissi de un encantadó; lo Flumen les va portá a la Isuela, la Isuela a Alcanadre, Alcanadre al Cinca, lo Cinca al Segre, lo Segre a l´Ebre, lo Ebro al mar, lo mar se va abalotá y de ola en ola van aná les pesses a pará a la ribera de África entre dos figueres mascles silvestres (cabrahigos, y allí va náixe una mota, que va traure tres flos mol majes, una blanca, un atra negra, y un atra morada; va arribá una yegua y se va minchá les flos y la mota; y va parí después tres caballs de los mateixos colós que les flos; los caballs anaen tan a escape, que corríen y brincáen trenta y dos vegades mes depressa que lo ciervo mes rápit de la serra de OntiñenaEncantadets, en la boca uberta, bobos per dins y per fora estaen ixos joves y mossetes sentín contá al burlón de Pedro Saputo aquell maravillós cuento; y sense donássen cuenta van arribá a la ermita.


El salto del RoldánEl salto del Roldán





EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN HUESCA


110. EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN HUESCA (SIGLO XII. HUESCA)

La muerte de Alfonso I el Batallador tras el desastre sufrido en Fraga dio origen a una grave crisis política e institucional de consecuencias variadas, entre ellas la de su propia sucesión como rey.
En esta faceta, la solución fue la entronización de su hermano Ramiro II que era monje.
Con su coronación como rey de Aragón, no finalizaron todos los problemas planteados, siendo uno de los más importantes el descontento entre una buena parte de los seniores o tenentes del reino, quienes habían defendido otra solución dinástica.
Ramiro II el Monje, sin embargo, estaba más que resuelto a restablecer el orden y pacificar el reino para poder atender a los demás problemas, aunque no tenía opinión formada sobre cómo hacerlo, por lo que quiso conocer el parecer del abad de San Ponce de Tomeras, monasterio francés al que Ramiro había estado ligado como monje. Para ello envió al cenobio francés un mensajero, encargándole que le pidiese consejo acerca de lo que procedía hacer en aquellas condiciones.
El abad, cuidándose de dar el consejo por escrito, entró con el emisario en la huerta del monasterio y, en presencia del mensajero, fue cortando una a una las cabezas de las plantas que más sobresalían y eran más lozanas. Y una vez que hubo hecho esto le dijo que regresara a Huesca y relatara a don Ramiro II lo que acababa de ver.

Entendió el rey el mensaje y se dispuso a ponerlo en práctica. Así es que convocó en Huesca a los ricos hombres y procuradores de las ciudades y villas del reino para celebrar cortes, haciendo correr la voz de que, con tal motivo, pretendía fundir una campana que se oyese en todo su reino.

Se congregaron en Huesca todos los convocados y, llegado el momento, hizo entrar uno a uno a los nobles a la cámara donde iba a mostrar la campana, haciendo pasar primero a aquellos a los que quería escarmentar. Los quince elegidos fueron decapitados uno tras otro, haciendo pender sus cabezas de la soga que unía al badajo. Cuando los demás nobles vieron la escena, comprendieron el mensaje y la advertencia, acatando a Ramiro II como su soberano.

EL ESCARMIENTO DE LOS NOBLES EN HUESCA (SIGLO XII. HUESCA)


[Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro II, págs. 222-223.]

Ver "la campana de Beceite" (no tiene nada que ver con esta historia).

LA BURLA DE RAMIRO II


109. LA BURLA DE RAMIRO II (SIGLO XII. HUESCA)

El hecho de que Ramiro II hubiera profesado como fraile con anterioridad a su coronación como rey de los aragoneses dio origen a no pocas controversias de todo tipo, sobre todo por parte de sus detractores, que aprovecharon cuantas ocasiones tuvieron para satirizarlo y ridiculizarlo, hasta que el escarmiento de Huesca, cuando quiso fabricar una campana que se oyera en todo el reino, acalló cualquier otro intento.

una campana que se oyera en todo el reino


En cierta ocasión, cuando se hallaba con sus huestes dispuesto a entrar en batalla contra los moros, hizo que le entregaran las armas para ponerse al frente de los suyos, pero si la operación entrañaba, sin duda, algunas dificultades incluso para los más avezados guerreros, cuanto más para él puesto que, siendo hombre de iglesia como era, parece que apenas conocía los distintos componentes del traje guerrero y menos cómo moverse con ellos encima.

Cuando se hubo montado sobre un hermoso caballo bayo, sus ayudantes le pusieron el escudo en su mano izquierda, como era costumbre, y la espada en la derecha. Una vez cogidos ambos como le indicaron, aunque sin mucha desenvoltura por cierto, preguntó entonces el monarca dónde debería llevar la rienda de la montura que había quedado colgada. Como le dijeran que en la mano izquierda, que ya tenía ocupada naturalmente con el escudo, pidió que se la pusieran en la boca.

Ante aquella situación tan grotesca, y más tratándose del propio rey, provocó entre las filas del campo cristiano, incluidos los propios seniores, risas más o menos contenidas y burlas disimuladas, aunque no tanto como para que don Ramiro no se percatara de ello, cosa que no le gustó en absoluto. Así es que se hizo el propósito de idear el escarmiento adecuado a aquella falta de respeto, sobre todo entre sus seniores y ricos hombres. Fue así como se fue fraguando en su mente una broma auténticamente digna de un rey, lo cual parece que desembocó en la conocida «Campana de Huesca».

[Gella, José, Romancero..., págs. 68-69.]




RAMIRO II, REY DE ARAGÓN, HUYE ILESO DE PAMPLONA

108. RAMIRO II, REY DE ARAGÓN, HUYE ILESO DE PAMPLONA
(SIGLO XII. JACA)

RAMIRO II, REY DE ARAGÓN, HUYE ILESO DE PAMPLONA  (SIGLO XII. JACA)


Corría el año 1135. Tras la muerte de Alfonso I el Batallador había tenido lugar un auténtico drama político e institucional de alcance peninsular que se saldó con el nombramiento de Ramiro II como rey de Aragón y la separación de las tierras pamplonesas, que pasaron a depender de García Ramírez el Restaurador, aunque sometido en vasallaje por ellas.

Los nuevos monarcas acababan de pactar oficialmente la nueva frontera navarro-aragonesa yendo a descansar a continuación a Pamplona. Pero, aquella misma noche, el monarca pamplonés intentó apoderarse por la fuerza de la persona del aragonés para retenerle y obligarle no sólo a levantar el vasallaje que habían pactado de común acuerdo, sino también para arrancarle la entrega del propio reino de Aragón, pues el pamplonés estimaba que no le pertenecía dada su calidad de monje.

Cuando estaba a punto de consumarse el secuestro proyectado por los secuaces de García Ramírez el Restaurador, Ramiro II el Monje fue advertido del peligro que corría por Íñigo de Axuar. El monarca aragonés convocó sin pérdida de tiempo a don Cajal, don Férriz y don Pedro de Atarés para estudiar la situación, conviniendo todos en que el monarca debía salir de manera urgente y a escondidas de Pamplona.

Cuando comenzaba a anochecer, salían de la ciudad, con todo el sigilo posible, cinco caballerías, entre ellas la que montaba el rey Ramiro II. Caminaron con celeridad y sin apenas descansos, en dirección a la ciudad de Jaca, hasta llegar al monasterio de Leire, que estaba a mitad del camino, y donde la comitiva real se detuvo durante tres días a la espera de todos los suyos. Allí fue recibido no sólo con fiestas, sino como a su rey natural.

monasterio de Leire, Leyre
monasterio de Leire

Para demostrarle a Ramiro II su reconocimiento y fidelidad, los monjes, con el abad García al frente, le obsequiaron con uno de sus más preciados tesoros, la conocida como espada de don Lope Juan.


espada de don Lope Juan, aceros de Hispania, Ricardo Lop Moliner, Castelserás
espadas en Castelserás, aceros de Hispania, Ricardo Lop Moliner.



Pamplona (en vascuence y cooficialmente, Iruña) es un municipio y ciudad española, capital de la Comunidad Foral de Navarra.

Pamplona está ubicada en el norte de la península ibérica, y en el centro de la cuenca de Pamplona. Se extiende a ambas orillas del río Arga y por ella discurren otros dos ríos, el Elorz (afluente del Arga) y el Sadar (afluente del Elorz). Cuenta con una población de 199 066 habitantes (INE, 2018) —203 382 según los datos del padrón municipal— repartida en una superficie de 25,098 km², según los datos del registro municipal. Su área metropolitana alcanza los 334 830 habitantes distribuidos en una superficie de 488,6 km².

Tradicionalmente se ha creído que la ciudad fue fundada en el 74 a. C. por el general romano Pompeyo como Pompaelo o Pompelo sobre un poblado preexistente, de supuesto origen vascón, quizá denominado Bengoda,​ aunque ninguna fuente histórica clásica recoge este dato; Estrabón sí alude, sin precisar detalles, que la fundación de Pamplona fue obra de Pompeyo. La ciudad se convertiría desde entonces en una de las poblaciones más importantes del territorio de los vascones. Tras las invasiones de los pueblos germanos del siglo VI, el reino visigodo de Toledo se estableció en Pamplona, pero manteniendo continuas campañas contra los vascones. La posterior conquista musulmana de la península ibérica del siglo VIII logró la sumisión del territorio pamplonés.

Durante la primera mitad del siglo IX, la nobleza local, con la alianza de la familia Banu Qasi, consiguió la consolidación de un núcleo de poder independiente liderado por Íñigo Arista, que convirtió a Pamplona en la capital del Reino de Pamplona el cual, avanzada la Edad Media, se transformará en el Reino de Navarra. En 1423 Carlos III de Navarra dictó el Privilegio de la Unión que unificó los tres burgos de Pamplona en una única ciudad. En 1512 fue ocupada por las tropas enviadas por Fernando el Católico, con la derrota definitiva en 1521, y que junto con la parte peninsular del antiguo reino navarro quedó anexionada en la Corona española.
La mayoría del nacionalismo vasco la considera también capital histórica de Euskal Herria.

Su patrimonio histórico y monumental, así como diversas celebraciones que tienen lugar a lo largo del año, la convierten en una ciudad receptora de turismo nacional e internacional. Destacan los Sanfermines, de fama internacional, llenándose sus calles de miles de forasteros venidos de todas las partes del mundo. Los festejos comienzan con el lanzamiento del chupinazo (cohete) desde el balcón del ayuntamiento a las doce del mediodía del 6 de julio, y terminan a las doce de la noche del 14 de julio con el Pobre de mí, una canción de despedida. Su fama mundial es un fenómeno reciente, vinculado también a la difusión que les dio Ernest Hemingway con su novela Fiesta.

Entre sus monumentos más representativos se encuentran la catedral de Santa María, la iglesia de San Saturnino, la iglesia de San Nicolás, la Ciudadela o la Cámara de Comptos, todos ellos declarados Bien de Interés Cultural.

Es el centro financiero y comercial de Navarra, además de constituir también el centro administrativo de la comunidad a causa de ser la sede de las instituciones de la administración autonómica y de la administración territorial del Estado. También es un importante núcleo de actividad industrial, especializada en las actividades de producción de materiales de construcción, metalurgia, papel y artes gráficas y transformados cárnicos. La empresa automovilística Volkswagen, ubicada en el polígono industrial de Landaben, es la factoría industria que más puestos de trabajo genera en la cuenca de Pamplona, con una plantilla aproximada de 5000 trabajadores en 2009. Asimismo destaca la actividad comercial, tanto mayorista como minorista.

La ciudad cuenta con dos universidades: la Universidad Pública de Navarra y la Universidad de Navarra, además de contar con un centro asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). La primera, fundada en 1987, contaba con 7276 alumnos en el curso 2007-08 y figura como la 28.ª universidad de España por número de alumnos según la clasificación del diario El Mundo.10​ La segunda, fundada en 1952, es de titularidad privada y su propiedad y gestión corresponden al Opus Dei; en el curso 2007-08 contaba con 13.490 alumnos y figura como la 8.ª de España.10​ En el ámbito sanitario dispone del Complejo Hospitalario de Navarra, formado por los hospitales públicos Hospital de Navarra y Hospital Virgen del Camino,​ y de varios centros privados, destacando entre estos últimos la Clínica Universidad de Navarra,​ gestionada también por el Opus Dei.

El topónimo Pamplona deriva de Pompelon,​ nombre latino difundido en tiempos de la Antigua Roma por autores clásicos como el geógrafo griego Estrabón (64 a. C.- 14), a quien se debe la referencia más antigua conocida de la ciudad.​​ En su obra, Estrabón refería brevemente que Pompelon era la ciudad más importante del pueblo de los vascones, y Pompeios polis,​ es decir, la "ciudad de Pompeyo" en alusión al nombre del linaje del general romano Cneo Pompeyo Magno (106-48 a. C.), versión que es la más comúnmente aceptada acerca de su significado.18​ En obras antiguas y medievales se han usado las grafías de Pampejopolis, Pampelo, Pampelona, Pampilona, Pampalona, Pampelone, Pampeluna, Pampelune, Pampilo, Pamplon, Pamplona, Pompelo o Pompilone.​​ El gentilicio derivado es pamplonés o pamplonesa, y "pamplonica" es empleado coloquialmente.

El topónimo tradicional de Pamplona en vascuence es Iruña​ el cual se documenta desde el siglo X y, en consecuencia, tiene reconocido el carácter de denominación oficial de Pamplona en esa lengua​. No obstante, la Real Academia de la Lengua Vasca rechaza el topónimo tradicional y oficial de Iruña y prefiere en cambio la forma lingüística Iruñea​.
Etimológicamente, las formas lingüísticas Iruña e Iruñea se relacionan con la raíz derivada del sustantivo uri, iri/hiri, idi o ili, que significan ciudad. Algunas de las grafías empleadas en los textos medievales y modernos para el topónimo en vascuence de Pamplona son: Iruña, Erunga, Ironía, Irunga, Irunia, Irunna, Irunnia, Irunpa, Orunia, Urunia, Yronia, Yrunea, Yrunia, Yruynna o Irunia. Los gentilicios para la denominación en vascuence son: iruñar, uruñar, iruindar, irunxeme o iruinxeme. En el siglo XVII, cronistas como el padre José Moret y Arnaud Oihenart señalaron que la denominación en vascuence era la del asentamiento prerromano.​ Aunque la hipótesis más aceptada es la que establece el origen etimológico del nombre en vascuence "Iruña" a la contracción de "iru ona" (tres buenos), en alusión a la unión de los tres Burgos que hasta 1423 formaban lo que a partir de entonces fue una sola ciudad. Otras hipótesis, basadas en estudios numismáticos, han identificado este asentamiento con el nombre de "Bengoda",​ el de "Olcairum" o el de "Bentian".

El uso de los topónimos en castellano y en vascuence están reconocidos por el Decreto Foral 338/1990 de 20 de diciembre, "por el que se establecen las denominaciones oficiales de la Capital de la Comunidad Foral" en su artículo único:

Las denominaciones oficiales de la capital de la Comunidad Foral de Navarra son Pamplona e Iruña. Dichas denominaciones serán las legales a todos los efectos.

La bandera y el escudo de armas de Pamplona son sus símbolos oficiales. La historia de ambos remonta al Privilegio de la Unión, la Carta Fundacional de la ciudad otorgada por el rey Carlos III el Noble el 8 de septiembre de 1423 y que formalizó la unión de los tres burgos medievales.

La bandera de Pamplona es de color verde y tiene unas proporciones de 2 a 3, con el escudo municipal en el centro en sus colores. Fue declarada oficial por el Ayuntamiento en 1930, tras ser empleada por primera vez en 1923, con motivo del quinto centenario del Privilegio de la Unión. Aunque en este documento se determinaba el uso del color azul para el pendón de la ciudad, los colores azul y blanco fueron los que se utilizaron hasta la adopción del verde, sin que todavía se haya podido documentar las razones de este cambio.

El escudo de armas pamplonés ha conservado los elementos del blasón que fue otorgado a la ciudad en 1423,​ que se distingue por las figuras de un león en posición pasante y una corona, a los que se añadieron las "cadenas", el entonces emblema del reino navarro y de su soberano. Su descripción heráldica es la siguiente:

En campo de azur, un león pasante de plata, lampasado y armado de gules, y surmontado por una corona real de oro. Bordura de Navarra, que es de gules, cargada con una cadena de oro.

La descripción oficial refiere también el uso de una corona ducal, y habitualmente se representa en la forma de un escudo de contorno apuntado.​ Este blasón es también compartido con la ciudad hermanada de Pamplona, en Colombia, mientras que el municipio vecino de Arbizu emplea una variante con el león en posición opuesta o "alterada".

El término municipal de Pamplona 26​ se sitúa en el norte de España, en el área centro de Navarra y del entorno geográfico de la cuenca de Pamplona, denominación tradicional de la comarca en forma de vasto circo rodeado de elevaciones que se abre hacia el sur y el alto valle del río Ebro, hacia donde fluye también la red hídrica que la ha conformado. El municipio se extiende sobre una superficie de 25,14 km² y limita al norte con: Berrioplano, Berriozar, Ansoáin y Ezcabarte; al este con: Villava, Burlada, Valle de Egüés y Aranguren; al sur con: la Cendea de Galar, la Cendea de Cizur y Zizur Mayor; y al oeste con Barañáin, la Cendea de Olza y Orcoyen.