LA DEFENSA DEL CASTILLO DE BÁGUENA


176. LA DEFENSA DEL CASTILLO DE BÁGUENA (SIGLO XIV. BÁGUENA)

LA DEFENSA DEL CASTILLO DE BÁGUENA (SIGLO XIV. BÁGUENA)


Estamos en 1363, en plena «guerra de los dos Pedros» y las tropas de Pedro I el Cruel, rey de Castilla, acababan de levantar el sitio de Daroca para proseguir su camino hacia Teruel, tratando de encerrar en un círculo las cuatro comunidades aragonesas o buena parte de ellas.

En ese itinerario, la aldea de Báguena contaba entonces con un importante castillo, cuyas ruinas se pueden observar todavía hoy. Y es históricamente cierto que, ante sus muros, el ejército castellano encontró una resistencia numantina que exasperó a los jefes castellanos que vieron entorpecido su triunfal paseo.

Mandaba la defensa del castillo de Báguena su alcaide, Miguel de Bernabé, quien no sólo tuvo que soportar el asedio sino también la flaqueza de algunos de los suyos que le aconsejaban la rendición. Pero lo cierto es que antes de que llegara el enemigo habían hecho acopio de víveres y se aprestaron a defenderse.

Las tropas castellanas —tras no obtener la rendición que esperaban— formalizaron el sitio. Seis días duró el asedio, aunque al final los sitiados prácticamente no daban señales de vida, excepto para lanzar las piedras de sus propias almenas y torreones, las únicas armas que les quedaban. Pedro I el Cruel decidió, por fin, rodear la fortaleza de leña y prenderle fuego. Ardió el castillo y Miguel de Bernabé, con los pocos hombres que le quedaban, se refugió en la torre del homenaje.

Ante la petición de rendición del castellano, el alcaide extendió su brazo, asiendo en su mano las llaves de la fortaleza. Al poco tiempo, murieron todos los defensores abrasados.

Cuando los soldados castellanos entraron, por fin, en lo que había sido un castillo encontraron todo absolutamente calcinado excepto, ahora ya según la leyenda, el brazo y la mano de Miguel de Bernabé que todavía tenía asidas las llaves de la fortaleza.

[Gisbert, Salvador, Glorias de la Provincia. Gil de Bernabé.
Esteban, Rafael, Estudio..., págs. 106-106.
Monterde Juste, Eusebio, La villa de Báguena..., págs. 74-77.]


Báguena es un municipio y población de España, perteneciente a la Comarca del Jiloca, al noroeste de la provincia de Teruel, comunidad autónoma de Aragón a 89,9 km de Teruel, y a una altitud de 793 metros por encima del nivel del mar. Tiene una superficie de 25,17 km² que se reparte en 1.788 hectáreas de superficie cultivada, de las cuales 278 hectáreas son de regadío, 15 hectáreas de prados y 171 hectáreas de superficie forestal. Tiene una población de 442 habitantes (INE 2008) y una densidad de 17,56 hab/km². El código postal es 44320.


En un principio su nombre se escribía con v. Vaguena. Proveniente del adjetivo latino vacuus, vacío, desocupado, desierto, que al castellanizarse perdió la terminación del acusativo del que salieron los nombres y adjetivos, conservando la consonante muda suave inicial, “v,” y la “a” tónica, al tiempo que la consonante muda fuerte “c”, en virtud de la ley de debilitación se cambió en su correspondiente suave “g” al encontrarse entre dos vocales. Así se tendría:

Vacuum > vacu > vagu, más el sufijo “ena”, muy común en Aragón, y de significado desconocido.

En el siglo XVIII, comenzaron las dudas entre las grafías “v” y “b”, hasta que en el XIX se impuso la “b”. Báguena.

Los primeros moradores se establecieron en el tercer cuarto del siglo XII.

En el año 1142, Ramón Berenguer IV, en un nuevo intento de repoblar Daroca y su amplio alfoz le concedió un fuero de población, convirtiéndola en “señora” de todo su término con plenos poderes jurisdiccionales y fiscales sobre él y los núcleos habitados ya existentes.

El concejo de Daroca era quien repartía los lotes de tierra a los que venían a establecerse en tierras vacías de su dominio. Los nuevos asentamientos eran considerados barrios de Daroca, y adscritos a una de sus parroquias.

La primera mención de su nombre se halla, en el año 1205, en el documento en que el obispo de Zaragoza, D. Raimundo de Castrocol, distribuía los diezmos y primicias de los lugares entre las parroquias de Daroca. Báguena lo fue a la de Santa María.


En el año 1248, por privilegio de Jaime I, las villas y lugares se desligaron de la dependencia de Daroca, y se vertebraron en una organización superior con la creación de la Comunidad de Aldeas de Daroca. Pese a llevar su nombre, Daroca no formaba parte de la Comunidad, y ésta celebraba sus plegas sin representantes de ella e, incluso, con la prohibición expresa de celebrarlas allí.

Las villas y lugares que formaron la Comunidad, se agruparon en cinco distritos menores, denominados sesmas, cada una de ellas compuesta por núcleos variables de población. Báguena formaba parte de la Sesma del Campo de Gallocanta, que la componían Anento, Báguena, Balconchán, Bello, Castejón de Tornos, Ferreruela, Gallocanta, Manchones, Murero, Odón, Retascón, San Martín del Río, Santed, Torralba de los Sisones, Used, Val de San Martín, Valdehorna, Villanueva del Jiloca y Vilarroya del Campo.

En un primer momento, los lugares estuvieron regidos por cinco hombres buenos u hombres honrados según disponían las primeras Ordenanzas de la Comunidad. Con el paso del tiempo y la creciente complejidad de los servicios y prestaciones asumidos por la incipiente administración concejil, ésta pasó a estar formada por los Jurados 1.º y 2.º, un procurador, encargado de las finanzas, y un número variable de Oficiales, según su población.

El desempeño de estos cargos estaba limitado a un año. Su renovación tenía lugar el día de San Miguel, el 29 de septiembre. Para su nominación, por insaculación, era preciso estar inscrito, al menos, en la regla de medio postero. Estaban excluidos para el desempeño de estos cargos los pertenecientes al estamento noble y los que ejercieran alguno de los oficios considerados como viles: herrero, zapatero, sastre, tejedor, pelaire, carpintero, tendero, carretero, carnicero, esquilador, hornero, albéitar, mesonero y adulero.


A partir de los Decretos de Nueva Planta, tras la Guerra de Sucesión, el concejo cambió su denominación por la de Ayuntamiento, y a ser regido por el Alcalde, Teniente alcalde, dos Regidores y el Síndico Procurador. En el siglo XIX, pasó a serlo con los cargos y nombres que se conocen hoy: Alcalde, Teniente alcalde y Concejales.