160. NACE LA ORDEN DE LA BANDA DE LA VIRGEN DEL PILAR
(SIGLO XV. ZARAGOZA)
Eran los tiempos en que reinaba en Aragón el rey Alfonso V, cuando discurría el año de 1431. En el reino navarro, en una de sus capitales, Olite, la reina doña Blanca de Navarra acababa de morir tras larga, grave y dolorosa enfermedad. La desolación y la tristeza hicieron mella en todos sus súbditos cuando todas las campanas transmitieron de campanario en campanario la triste noticia.
Pasadas unas horas tras el óbito, el infante don Juan de Aragón, su esposo, y los caballeros y dueñas que velaban el cadáver de doña Blanca observaron cómo en su rostro se iba dibujando una dulce sonrisa. Luego se abrieron sus ojos y de su boca se oyó que decía, con voz muy tenue:
«Oh, Señora Santa María del Pilar, bendita seáis que me habéis guardado de la muerte y me habéis restituido a la vida».
El milagro estaba hecho, y todos daban gracias a la virgen del Pilar, a la que la reina tenía gran devoción.
«Oh, Señora Santa María del Pilar, bendita seáis que me habéis guardado de la muerte y me habéis restituido a la vida».
El milagro estaba hecho, y todos daban gracias a la virgen del Pilar, a la que la reina tenía gran devoción.
Contó la reina resucitada que, en el instante de su último suspiro, se le había aparecido la virgen del Pilar y le dijo que, si se arrimaba humilde a su pilar, permanecería salva, simplemente dormida, como así había ocurrido, con gran regocijo por parte de todos. El castillo-palacio de Olite se convirtió en una fiesta.
Se hicieron los preparativos y viajó doña Blanca a Zaragoza para orar ante su Virgen valedora y cumplir así con el voto que había proferido de visitarla una vez restablecida. Junto con su esposo, le acompañaba una imponente comitiva, entre la que se encontraba su hijo, el Príncipe de Viana.
Permaneció doña Blanca unos días en Zaragoza, entregada a la oración y en los preparativos que le llevarían a la creación de una Orden en honor de la virgen del Pilar, la Orden de la Banda.
Alfonso V, que se encontraba en Nápoles, tuvo cumplidas noticias de lo que le había ocurrido a su cuñada, condesa de Ribagorza, y se sintió feliz.
[Fuertes y Biota, Antonio, Historia de Nuestra Señora del Pilar. Azagra, Víctor, Cosas nuevas de la Zaragoza vieja, págs. 33-35.]