(SIGLO XIII. MAGALLÓN)
La pugna entre Juan Albir y Sancho Frago llevó la tragedia a Magallón, pues acabó con el asesinato del segundo. Los hijos de Sancho, buscando venganza, apuñalaron a Juan Albir en la ermita a pesar de hallarlo asido a la imagen de la virgen de la Huerta, que viendo profanado su templo, se hizo llevar por varios ángeles a un monte de Leciñena. Los de Magallón se sintieron abandonados por María en justa penitencia al sacrilegio de los Frago.
Una noche de marzo de 1283, un pastor, atraído por las luces que brillaban en un monte cercano, encontró la imagen de la Virgen, que le rogó comunicara a las gentes de Leciñena el deseo de que le construyeran una ermita y, aunque les costó creerle, acudieron al monte para rendirse a sus pies, levantando un magnífico templo. Se extendió la noticia y los de Magallón, sospechando que la aparecida pudiera ser su Virgen, acudieron al lugar y, tras verificar que se trataba de Nuestra Señora de la Huerta, solicitaron su devolución que fue denegada.
Los tribunales sentenciaron que la Virgen debía volver a Magallón y se preparó el retorno. Llegó la comitiva a Monzalbarba y depositaron la imagen para pasar la noche en el santuario de Nuestra Señora de la Sagrada, pero a la mañana siguiente, burlando todas las guardas, la imagen había desaparecido para volver a Leciñena.
Días después, volvió a producirse la misma aventura, pero entonces hicieron noche en Zaragoza y depositaron la imagen en el santuario de la virgen del Portillo, aunque de nuevo, a la mañana siguiente, ésta había regresado a los montes de Leciñena, a pesar de la guardia dispuesta.
Por tercera vez se repitió la operación, aunque ahora el vicario general, sorprendido como todos los demás, acordó que si volvía a desaparecer de nuevo la imagen ésta quedaría para siempre en la ermita de Leciñena. Hizo la comitiva de nuevo etapa en Zaragoza, poniendo a buen recaudo la talla en el santuario de Nuestra Señora la Mayor, y por tercera vez se produjo la huida.
La imagen quedó para siempre en Leciñena, aunque se acordó ponerle por nombre el de Nuestra Señora de Magallón, en recuerdo de su origen.
[Andrés de Uztarroz, F., Chronología..., págs. 53-55. Faci, Roque A., Aragón..., II, págs. 84-86.]
El templo, barroco, cubierto con bóveda de cañón con lunetos y tres capillas laterales en cada flanco aparece ocultado por sus flancos meridional y oriental por la edificación de carácter civil que le dan una aspecto singular. La fachada de mediodía, por la que se realiza el acceso, es la más formalizada, con un arco escarzano, con derrame y escudo en la clave como portada. El resto de los vanos son huecos verticales, adintelados y con gran derrame, presentando una composición muy formalizada. De la portada se accede a un atrio que comunica con la iglesia mediante tres arcos rebajados y con la escalera principal que presenta bóveda de cañón, con perfil escarzano. La fachada oriental, a pesar de la profusión de huecos, es muy irregular en cuanto a su composición ya que está fragmentada por cuatro contrafuertes.