LAS PRIMERAS ARMAS DE JAIME I


3.4. LAS PUGNAS FAMILIARES

165. LAS PRIMERAS ARMAS DE JAIME I(SIGLO XIII. ALCORISA)

LAS PRIMERAS ARMAS DE JAIME I


Pelegrín de Atrocillo, influyente noble de la corte del rey Jaime I el Conquistador, acababa de casarse con la joven Sancha López, hija de don Lope de Albero, que era señor de la villa de Alcorisa en nombre y representación de la orden calatrava. Don Pelegrín, con motivo de la boda, recibió de su suegro, además de otros bienes menores, la citada villa, que, según estipularon entre ambos, devolvería a don Lope si Sancha moría sin sucesión. Reinó el sosiego y la concordia en el seno de ambas familias, hasta que un suceso extraordinario vino a perturbarlos.

Corría más o menos el año 1220 cuando don Lope fue atacado vil y súbitamente en su castillo de Albero Alto, en la actual provincia de Huesca, por Rodrigo de Lizana, que le hizo su prisionero, a la vez que vejaba a los habitantes cristianos y moros de la villa.

LAS PRIMERAS ARMAS DE JAIME I (SIGLO XIII. ALCORISA)

Pelegrín de Atrocillo, apoyado por su hermano Gil, se desplazó rápidamente a la ciudad de Zaragoza para tratar de defender a su suegro ante el propio rey Jaime I, que apenas contaba entonces doce años de edad. Ante la narración de lo sucedido y enojado por ello, el joven monarca no sólo facultó a Pelegrín de Atrocillo para oponerse con las armas a Rodrigo de Lizana, sino que él mismo, sin dilación de tiempo, se vistió la armadura y empuñó la espada por vez primera, poniéndose al frente de la hueste organizada contra aquél, de modo que sus primeras armas en batalla las hizo y las veló en el asedio y posterior toma del importante castillo de Albero Alto, que acabó rindiéndose a las tropas del rey dos días después.

Tras apoderarse del castillo de Albero y todavía con el joven monarca a la cabeza, prosiguió luego la hueste hasta alcanzar los muros del pueblo de Lizana, feudo de don Rodrigo, donde entraron tras abrir brecha en ellos y rescataron del forzado cautiverio a don Lope de Albero.

El gesto de Jaime I puso desde entonces a los Albero y Atrocillo de manera incondicional a su favor por el resto de sus días, encontrando en ambas familias un apoyo leal y constante.

[Pallarés, Matías, «Don Pelegrín deAtrocillo...», en BHGBA, I-II (1908), 20-22.]